Hemos estado en el filo de la navaja. Hasta hace unos días cerca de 400.000 vehículos tenían encima la espada de Damocles, con amenaza cierta de no poder circular por Madrid a partir del 1 de enero de 2025. No todos eran turismos. Los turismos son cerca de 250.000.
La medida pretendía dar cumplimiento a los requerimientos de disminución de la contaminación atmosférica y la emisión de gases de efecto invernadero provenientes del consumo de combustibles fósiles.
En este caso, desde el punto de vista de la derecha negacionista, se trata tan sólo de decir NO a todo cuanto suponga dar por buena la existencia de cambio climático y apuntarse a poner en marcha medidas que impidan avances en el control de emisiones.
Lo están haciendo de forma eficaz y el paso atrás dado por el Ayuntamiento de Madrid, en manos del PP, a propuesta de VOX, es una excelente demostración de ello. Ocurre con medidas medioambientales, pero también con asuntos relacionados con la insensibilidad ante la violencia de género.
Lo hacen constantemente con la discriminación de las personas inmigrantes, o con el olvido programado de nuestra historia sustituida por farsas, falsas visiones, o liposucciones de la realidad dictatorial, sanguinaria y cruel de la que vinimos.
Sin embargo la izquierda no acierta a combatir eficazmente estas nuevas maneras de enfocar el mundo y la vida. No encuentra por el momento la manera de hacer frente a estas ofensivas. Pongamos el caso de los vehículos sin etiqueta que circulan por Madrid. Perece evidente que sus propietarios no son las clases altas, que cambian de coche al ritmo de las tendencias de moda.
Son vehículos que tienen muchos años, pero que pagan sus impuestos y pasan las revisiones de la Inspección Técnica de Vehículos (ITV). Sus propietarios viven en Madrid. Si tuvieran recursos no dudarían en cambiar su viejo vehículo por un “híbrido” de moda.
Es muy fácil que estas personas entiendan el mensaje fácil de que, en realidad, nos encontramos ante una impresionante operación destinada a tirar al desguace 250.000 coches en Madrid, para que se terminen fabricando y vendiendo otros tantos con una batería eléctrica debajo de nuestros culos.
Unos vehículos cuya fabricación cuesta sangre sudor y lágrimas en las miserables minas esclavistas del planeta y que, para deshacerse de ellos, exigirán otro intenso proceso contaminante del mundo miseria, así como la destrucción y explotación de la naturaleza y de muchas vidas humanas.
Todas esas personas que se encuentran lejos de poder desguazar vehículos viejos para apuntarse a la moda eléctrica, o híbrida, son teóricamente objetivos de las políticas de izquierdas. Esas personas ven con simpatía que alguien haya decidido, cuando menos, dar una moratoria de un año al obligado desguace de sus vehículos.
Por eso, al menos una parte de la izquierda debería permanecer más atenta y ser más sensible ante las situaciones a las que se ven condenadas muchas personas en nuestra sociedad. Una parte de la izquierda debería repensar las consignas buenistas y bienintencionadas al uso y poner en marcha políticas bien explicadas que pongan el foco en las necesidades reales de la gente.