Hace unos días volví a disfrutar de un clásico del cine, la película ‘Exudus’. Se trata de una obra de Leon Uris, llevada a la gran pantalla por Otto Preminger -autor de obras como ‘Laura’ (1944), ‘Anatomía de un asesinato’ (1959) o ‘El hombre del brazo de oro’ (1955)- y protagonizada por Paul Newman y Eva Marie Saint. Además, cuenta con una gran banda sonora, compuesta por Ernest Gold, con la que ganaría un premio Oscar.
La película narra la historia de 611 judíos que han sobrevivido al Holocausto y que en el año 1947 han huido de Europa en un viejo carguero llamado ‘Exodus’, un barco que zarpa hacia Chipre para poder eludir el bloqueo naval británico y llegar a la ciudad de Haifa. El gobierno británico les niega la entrada en Palestina, que se encontraba bajo su protectorado, una situación que lleva a que los judíos de aquel barco inicien una huelga de hambre como protesta por el bloqueo de los destructores ingleses y con la amenaza de hacer explotar el barco en el supuesto caso de un abordaje del ejército británico.
El objetivo final de estos refugiados era desembarcar en Palestina, en las costas de Galilea, su tierra “prometida”, buscando la libertad. Personajes de ficción, como Ari ben Canaan (Paul Newman) y la enfermera Kitty Fremont (Eva Marie Saint), quien presta su profesión de enfermera al servicio de los refugiados, desarrollan una historia dramatizada y de amor que describe el nacimiento de la nueva nación, desde 1948, con fragmentos de discursos de Ben Gurion, hasta la consolidación del Estado judío, en el año 1949.
Tras ver de nuevo esta película, llegue a la reflexión y conclusión sobre el nuevo papel en el que se esta convirtiendo la Comunidad de Madrid: en una región de tolerancia, respeto, acogida y de libertad. Como los supervivientes judíos de la película veían en Palestina, la Comunidad de Madrid se ha convertido en los últimos años, para muchos ciudadanos de otros puntos de España y del mundo, en su casa. Su “tierra prometida”, para poder así desarrollar su proyecto vital o profesional.
Y, sobre todo, para disfrutar de aquello que Cervantes cita en su obra Don Quijote, la libertad: “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre, por la libertad, así como por la honra se puede y se debe aventurar la vida”.
Esta extraordinaria vivencia, con la libertad de la que disfrutamos los madrileños, la podemos extrapolar al Toledo del año 1085, cuando el rey Alfonso VI reconquistó la ciudad de Toledo para el reino de Castilla. El Rey, a su llegada a la ciudad, prometió respetar todas las religiones y creencias y, así, se originó un intercambio cultural, social y económico de gran importancia que posibilitaría que durante el reinado de Alfonso X el Sabio se estableciera la Escuela de Traductores, foco de cultura y conocimiento de toda Europa durante los siglos XII y XIII.
Las traducciones de textos árabes y judíos, al mismo tiempo que las traducciones de obras griegas, hicieron de Toledo un centro intelectual europeo. De estas obras traducidas el resto de Europa pudo adquirir conocimientos de la cultura musulmana y hebrea y de sus creencias, así como redescubrir las enseñanzas griegas y romanas clásicas.
Por eso nuestra Comunidad es el nuevo Toledo, lugar de tolerancia y respeto. Donde se escuchan todos los acentos, se rezan todos los credos, se disfrutan las “mejores manducas” y se “baila y se escucha, el mejor flamenco”.
“Madrid ya es Toledo”, diría un sabio.