Hace más de cien años, concretamente entre 1912 y 1914, el castizo barrio de las Delicias de la capital veía levantarse en sus inmediaciones un singular edificio de ladrillo rojizo que aunaba estética industrial y arquitectura neomudéjar. Se trataba de la sede de la que se convertiría, durante décadas, en una de las cerveceras más populares de la ciudad y de el país, El Águila, nacida solo unos años antes (el 9 de mayo de 1900), próxima a las estaciones de Delicias y Atocha y con conexión, mediante vías propias, con la línea ferroviaria de mercancías que unía Atocha y Príncipe Pío.
En una época en la que el vino seguía siendo la bebida favorita en las tabernas, su rápida expansión fue un auténtico hito. Tanto es así que muy pocos años después, entre 1915 y 1935, se fueron sucediendo las ampliaciones, añadiéndole las cocheras, módulos de procesos, bodegas, silos y la heladora.
Los «años dorados» de El Águila y el principio del fin
La marca seguía con su crecimiento de mercado adquiriendo pequeñas fábricas en otros puntos de España, como la de La Mezquita, en Córdoba (donde construyeron una nueva maltería) o construyendo otras nuevas como la que levantaron en Valencia a finales de la década de los cincuenta. Alicante, Cartagena o Murcia también vieron cómo marcas locales eran adquiridas por El Águila, además de las factorías propias de Albacete, la mítica de San Sebastián de los Reyes o una en Zaragoza en 1968, clave para la llegada al norte de España.
Unos años de nuevos horizontes que transcurrieron en paralelo con la ampliación de la carta, creando nuevas especialidades de cerveza como Águila Dorada, con más cuerpo y sabor más sobrio, Águila Imperial y Águila Reserva. Poco más tarde se lanzaría Águila Sin, una de las primeras marcas del mercado en su categoría, así como una cerveza negra especial marca Níger. Ya en los ochenta se producen los lanzamientos de Águila Pilsener, Adlerbrau, Máster y Buckler, siendo esta última la cerveza sin alcohol líder en el mercado español.
En 1984, el grupo cervecero neerlandés Heineken N.V. adquiría el 32% de El Águila (32%) y solo un año después cerraba la fábrica de General Lacy. Esa compra también supuso la unificación de marcas, tomándose la decisión de que la marca Águila, de exclusiva difusión en España, fuera siendo progresivamente sustituida por la marca Amstel, fundada en Países Bajos, pero que había adquirido un carácter internacional.
El cambio fue lento pero implacable. A principios de los 90 el logo de Águila cambió para ser semejante al de Amstel; luego, en 1992, pasó a rotularse con el nombre Águila Amstel; posteriormente, en la segunda mitad de la década, se rotulo como Amstel Águila, en un principio ambas marcas en igualdad de tamaño para, a continuación, ya a finales de esa década, mantener la misma rotulación pero con un tamaño notoriamente más pequeño para Águila y, finalmente, pasó a llamarse únicamente Amstel. Con ello la marca centenaria de cerveza El Águila desapareció.
El regreso de la marca y la exitosa nueva vida de la fábrica original
Pero no todos los finales son dolorosos… ni definitivos. En 2019, Heineken decidió nuevamente poner a la venta El Águila, inspirada en la receta original. Además han puesto en el mercado la primera cerveza sin filtrar, tal y como El Águila nació en 1900.
Por su parte, el complejo original de El Águila, es hoy un espléndido ejemplo de patrimonio industrial rehabilitado, que alberga la sede de la Biblioteca Regional de Madrid Joaquín Leguina, el Archivo Regional de la Comunidad de Madrid y el Archivo Histórico de Protocolos de Madrid. Estos organismos custodian colecciones patrimoniales fundamentales para conocer la historia de la Comunidad de Madrid.
Su éxito es tal que, tal y como ha informado el Gobierno regional, más de 80.000 personas participaron en 2022 en las actividades organizadas por la Comunidad de Madrid en este complejo, lo que supone casi triplicar el dato registrado el año anterior. Esta cifra supera además en 10 veces la media de visitas anuales recibidas entre 2015 y 2019, tras lo que comenzó un fuerte incremento hasta consolidarse como un centro de referencia en materia de Patrimonio Cultural de la región.
Entre las actividades preferidas por el público han destacado la exposición En Madrid. Una historia de la moda 1940-1970, con más de 15.000 visitantes, seguida de la muestra Modernidad y movida de un fotógrafo transgresor, dedicada a la obra de Pablo Pérez-Mínguez, con 11.500, o la Lucidez de la mirada, de Català-Roca en el marco del festival PhotoEspaña, a la que acudieron más de 10.600 personas.
La segunda edición de los festivales El Águila suena y El águila se mueve, celebrados en junio en el patio del recinto, reunieron a cerca de 3.000 personas en un viaje en el tiempo hacia la música y las películas españolas de los años 60.
El Águila se ha consolidado asimismo como centro de debate y reflexión en materia de patrimonio cultural, y prueba de ello son las jornadas, encuentros y congresos que se han organizado en 2022 en torno a la sostenibilidad, creación literaria, edición de divulgación científica, educación patrimonial, gestión de emergencias en el patrimonio cultural, big data y arqueología, fotografía contemporánea, conservación y puesta en valor del patrimonio documental, entre otras cuestiones de actualidad.