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El Regalo: el pasado es un caramelo envenenado

El Regalo consigue satisfacer a los fans del suspense con una historia cargada de sensaciones emocionales y ofrendas misteriosas.

En la vida como en el amor, vas encarando la realidad a través de condicionamientos sociales de nuestro alrededor, la sociedad y la enseñanza que hemos adquirido en el colegio y nuestras familias, nos conforma como seres humanos. Y esto es fundamental para crecer en un sentido u otro de la abominación, activando nuestro cerebro y dotándolo de unos mecanismos defensivos que van desde esa protección familiar, hasta adquirir otros métodos más crueles que podría practicar un hipócrita dictador.

Pero, también solemos decir que el futuro de la humanidad recae en dicha necesaria educación y, por ende, en los niños. Aquellos pequeños inocentes e inofensivos a priori, que llegan a las familias con un pan debajo del brazo, como una especie de regalo divino que completa la unificación dentro del hogar.

Así mismo, tenemos otro dicho común que explica que estas criaturas dirán siempre la verdad (tal que los activos consumidores de alcoholes y otros vinos) ante los extraños comportamientos y expresiones de odio de los adultos, que conviven dentro de su círculo de influencia o formación indispensable. En cambio, esta extendida apreciación, no satisfaría del todo a algunos de sus elementos más polémicos, ya que la comunicación e involución educativa produce distorsiones en su carácter  adolescente y aparece la transformación de sus actuaciones, convirtiéndose en un reflejo maligno de nosotros mismos. Los mayores que influiremos en su futuro o allanaremos su camino.

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Luego, el mal puede intervenir en diversas épocas, impredecibles e impresionables, desde la poca modestia del adolescente a la mentira, que empieza a adoptar un papel fundamental en ese juego de apariencias, surgiendo otras aptitudes desviadas del comportamiento más común. La bondad y la ayuda.

En la película The Gift, esta definición de la crueldad sirve como enlace entre pasado y futuro, ya que una pareja huye de un encuentro prematuro con la muerte cuando aquella bendición cargada de esperanzas, se escabulló entre sus dedos y hoy, vuelve en forma de regalo envenenado. Ellos son Robin interpretada por la actriz Rebecca Hall, que tuvo un comienzo sorprendente junto a directores como Christopher Nolan, Ron Howard o Woody Allen, y su media costilla en el filme (un Simon a medio cocinar entre celos) y director televisivo, el neoyorkino Jason Bateman. Acostumbrado a labores de comedia como su último trabajo poniendo voz a un protagonista de Zootopia.

Porque, precisamente la confusión está muy presente en El Regalo, cuyo elaborado guion deriva con inteligencia a nuestra infancia, de la mano y mente de un actor magnífico y director novel de nombre Joel Edgerton, para proponer un engaño exquisito envuelto con papel celofán. 

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Y la verdad es que consigue satisfacer a los fans del suspense con una historia cargada de sensaciones emocionales y ofrendas misteriosas, que se aparta de ciertos convencionalismos y efectos de fogueo de cara a la galería. Esto es, una telaraña hábilmente tejida entre la ilusión perdida y la amenaza constante e indefinida, como ya escribiese para su propio y polifacético hermano, o en la próxima película titulada Jane Got a Gun de Gavin O´Connor, que le dirigiera en Warrior junto a Tom Hardy. Y es que este Joel alumbra con destellos de sorpresa y habilidad, a este Gordo que representa el pasado olvidado o los juegos de confusión entre amor y odio, pues el actor nacido en Nueva Gales del Sur, desde La Carrera del Sol ha vivido por la televisión australiana hasta caer en el universo Star Wars o la literatura de F. Scott Fitzgerald, el mundo del Rey Arturo o éxodo de Moisés, las plataformas de Pisando Fuerte o la dura batalla en la magnífica Animal Kingdom. Tras su participación en Black Mass, tiene proyectos en dos nuevas y esperadas películas del increíble Jeff Nichols, en «Midnight Special» con un reparto de lujo con el gran Michael Shannon, no menos que Kirsten Dunst o Sam Shepard y la nueva sensación del momento Adam Driver; y un segundo largometraje de su hermano Nash Edgerton, de posible título American Express.

Al empezar de nuevo en otra localización, el argumento les lleva a permanecer en el interior de su espaciosa estancia con escasas salidas para conocer a sus vecinos y nuevas amistades, alejados de ruidos mediáticos, renacimientos dramáticos o vicios adquiridos, hasta que aparece el punto de inflexión en forma de máscara, que esconce al actor Edgerton y una única visión de la comprometida situación.

Él encarna a dicho pretérito y aparece con una serie de regalos que rescatan al niño que lleva dentro de su cabeza, arrinconado como una cinta de vídeo VHS grabada en otra época oscura. El poder de atracción de esta cinta de suspense psicológico, reside en su estructura esquiva, transitando aparentemente por un slasher tópico y derivando a un interesante drama familiar, con confusos resortes que llaman a la puerta del terror.
Gordo, se establece en la vida de la pareja con gesto indefinido y produce un infierno de apariencias, la necesidad de conocer la realidad o desenmascarar «quién es quién» de los mecanismos de obcecación y ceguera sistemática, de sentidos aturdidos por las pastillas. Mediante juicios de valor erróneos y incesantes negaciones de la realidad, todo manipulado inteligentemente en su montaje velado y la construcción del guion que soporta el ritmo hasta el final. Joel va escondiendo la real motivación de esta psicopatía, como ocurría en películas entretenidas del estilo La Mano que Mece la Cuna, El padrastro, o haciendo uso de la endiablada imaginación, en desviadas motivaciones de Hitchcock en La Sombra de una Duda u otros enemigos insospechados. Hasta algo de la convivencia en La Semilla del Mal, sólo que con otro demonio más mundano o menos apocalíptico. En principio.

Incluso, podría llegar a ser más peligroso que el mismo demonio, ya que la imagen que se disfraza tras el espejo de la pantalla, somos nosotros mismos. Nuestras actitudes pasadas, guardadas profundamente en el cajón neuronal.

Nosotros somos los que interferimos en las personas que conviven a nuestro lado, y obtenemos con nuestras decisiones, recíprocamente, aquello que puede causar el bien o el mal, frente a ellas.

Esos regalos infantiles que aportarán a las futuras generaciones una visión distorsionada de las cosas, que envolverán con brillo y lazos coloridos, los prejuicios que provocan sus falsas aptitudes para comunicarse con los demás… o convertirse en nuevos y desgraciados, dictadores. Interesante regalo.

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