El 8 de mayo de 1561, Felipe II tomaba la decisión de establecer la corte de forma permanente en Madrid, marcando su inicio como capital de España. Pero la historia de nuestra ciudad comienza antes, muchos siglos atrás. De hecho, la primera evidencia histórica de su presencia data del año 865, cuando el emir Muhammed I mandó construir una alcazaba en la aldea de lo que entonces se conocía como “Mayrit” (cuyo origen etimológico, se cree, era “lugar abundante en aguas”), a orillas del río Manzanares.
Hay que remontarse, por tanto, al siglo IX y a la dominación musulmana de la Península Ibérica para ver a los primeros madrileños, que poco a poco fueron ampliando los confines de la urbe y dotándola de sistemas defensivos, imprescindibles para la época. Uno de ellos fue una muralla, que es, probablemente la construcción en pie más antigua de la capital y sobre cuya historia vamos a indagar un poco más.
El periodo de construcción de la muralla árabe se produjo entre el 850 y 866, siendo reforzada en el siglo X por el califa Abd al Rahmman III. Los sillares de la muralla se realizaron en cantería de sílex y piedra caliza y se fueron ordenando en torno a torres de planta cuadrada.
Su longitud total era de aproximadamente 980 metros. En aquella época formaba parte del sistema defensivo de atalayas a lo largo del valle del Tajo que controlaban el posible paso de los cristianos por Somosierra, Tablada y La Fuenfría hacia Segovia, Zaragoza o Toledo. Envolvía un perímetro urbano de alrededor de 4 hectáreas en el que destacaban tres edificios (el alcázar, la mezquita y la casa del emir o gobernador) y los accesos se realizaban a través de las puertas de la Vega (al oeste), de Santa María (al este) y de la Sagra (al norte).
Antes de continuar, nos detenemos en dos elementos a los que hemos hecho referencia: el sílex y el origen etimológico de Madrid. Ambos son los motivos que aparecen en el lema del primer escudo de la ciudad, que reza: «Fui sobre agua edificada, mis muros de fuego son, ésta es mi insignia y mi blasón«. La referencia al agua está clara. Pero, en lo que al fuego se refiere, es importante saber que las murallas se construyeron con piedras de sílex, también conocido como pedernal, variedad de cuarzo empleada desde la Prehistoria para fabricar herramientas cortantes a causa de su extrema dureza. De este modo, los “muros de fuego” hacen referencia al impacto nocturno de las flechas de los cristianos, en forma de chispas, cuando chocaban contra el sílex.
¿Dónde ver los restos de la muralla árabe de Madrid?
Pese a haber sido declarada Monumento Nacional en 1954, ha sufrido daños de consideración en repetidas ocasiones y no se conservan demasiados vestigios. Sin embargo, todavía podemos pasear por algunos de sus restos.
Los más visibles están en el parque del Emir Mohamed I, junto a la Cripta de la Catedral de la Almudena, donde se conserva un tramo de más de 120 metros de longitud, que ha sido integrado en dicho parque, llamado así en referencia a Muhammad I de Córdoba, considerado el fundador de la ciudad.
Asimismo, en la calle Mayor, en el número 83, junto al viaducto sobre la calle de Segovia, se mantienen en pie las ruinas de la torre de Narigües, que probablemente fue una torre albarrana, con una localización separada de la muralla propiamente dicha, pero unida a esta a través de un muro. Su función era la de servir de otero.
Otro emplazamiento muy curioso es el de La Torre de los Huesos (llamada así por su proximidad con un cementerio), una atalaya islámica que podemos observar en los aparcamientos subterráneos de la Plaza de Oriente. Su misión durante la dominación árabe era la vigilancia del barrio del barranco del Arroyo Arenal.
En el siglo XX se destruyeron algunos restos. Los lienzos existentes a la altura del número 12 de la calle de Bailén se perdieron con la construcción de un bloque de viviendas, y otros se integraron en la estructura del edificio, en su parte inferior. Otros se fueron perdiendo siglos antes, pero, lo importante, es que los que aún se conservan en pie lo hagan durante al menos diez siglos más.
Imágenes: Chris Monsalve