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Spectre: el regreso al cine de Mr. Stavros y su gato

Las perspectivas del personaje más famoso surgido de la mente de Ian Fleming, con apellido doble cero, se van diluyendo en la perspectiva histórica del concepto primigenio y la narración épica de la nueva cinematografía sobre James Bond. Llevamos un tiempo trasladando sus aventuras y tecnología a los nuevos tiempos de Kaos que vivimos, ahora con la vigésimocuarta en una nueva producción entre Metro y Columbia Pictures y la segunda del director Sam Mendes, algo desaparecido de la cartelera.

Personalmente, aquel atractivo que rodea a toda su figura emblemática (distinguida por ambos sexos con diferentes motivos evidentes) y los entresijos que aterrorizan al ciudadano habitualmente, con malvadas acciones y el peso argumental del héroe, se pelea con esos agentes con licencia para matar con carácter aventurero y romántico de hace medio siglo. Me adentro en el espionaje flemingniano tras el visionado hace días, de una de las más divertidas películas de la serie con el carismático título de Goldfinger y el insustituible Sean Connery, con el último estreno en cine de otro nombre representativo y esencial como Spectre.

Lógicamente con el paso del tiempo, pocas cosas tienen en común ambos filmes aunque Mendes (American Beauty, Skyfall) quiera rescatar a todos los nombres del abecedario que recuerdan otras vivencias del espionaje novelesco, desde MoneyPenny hasta M, Q, C… llegando a Franz Oberhause (hermanastro celoso) o siniestro Blofeld, rebautizado como Stavro el desalmado. Pero, aquel libidinoso y sonriente James de Sean Connery superaba a éste, y sus conversaciones eran más divertidas e inolvidables que las percibidas en el guion del actual Spectre sonoro.

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Porque el director inglés, tiene su propia visión de una época que no volverá, y por tanto diferente del resto de aficionados a Bond, buscando otra función más efectiva que se decante por una acción desbocada (algo confusa en los elementos argumentales y visuales), al igual que la imagen que poseemos de los míticos personajes que rodean a Bond en su mundo en lucha contra las sombras. 

Y esto, siempre desnivela la representación mental del agente 007, por mucho nombre de estrella que participe en la nueva Spectre como el propio Daniel Craig, intrépido y activo sin tanto humor gráfico o diversión ramántica, más efectivo y militarizado. Ralph Finnes, Léa Seydoux, Christopher Waltz, son junto a la chica Bond fuera de la fronteras habituales (que no sexys) con Mónica Bellucci, el punto de apoyo de Spectre. O los acordes típicos en los títulos iniciales de Thomas Newman, con una nueva canción nominada a los Globos de Oro de Sam Smith.

Esta postrera trama juega con matices de datos originales de Octopussy and The Living Daylights, posteriormente en una larga pugna por los derechos cinematográficos desde 1961 en la novela Operación Trueno, entregándose a la imagen icónica del agente especial, que repercutiría en nuevas e insospechadas trampas establecidas por sus enemigos corporativos de Spectre en los filmes Dr. No y Desde Rusia con Amor. Aquí, en la actualidad cinematográfica con una aparición espectacular en los primeros minutos del agente, con Craig paseando por tierra, tejado y aire, desde los cielos mareantes de un México D.F. más festivo y mortífero, hasta Marruecos o Austria. 

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La máscara es un efecto visual que impacta al espectador más que otros valores propios del cine rescatado del personaje, sin embargo, según avanza el guion ideado por John Logan (más un equipo de tres), tantos rostros y gags más o menos alambicados o eficaces, se van destapando en un mundo oculto demasiado desvirtualizado a la literatura, con elementos modernos que desentonan con ese espíritu del mal y sonrisa del bien. Pues, algunos defectos provienen de unas interpretaciones que se desvinculan del clásico humor inglés, caricaturesco, ni rebelan la oscuridad requerida en sus rivales dentro del espionaje político o económico.

Así por ejemplo, en Roma no se dan condiciones ambientales ni personales adecuadas para que el romanticismo se apodere de la efusión emocional ni la atracción literaria por la belleza, derivando el guion rápidamente a otras latitudes de la acción, aunque alejado de la búsqueda de oscuridad requerida por los fans, si bien encuentra los mejores momentos frente a un personaje residual llamado Mr. White e interpretado por Jesper Christensen. Mientras en mundos paralelos a las novelas, bis a bis con colaboradores de la agencia secreta u obstáculos en la investigación, antes de ser barrida por el MI6 (limpiada de corrupción interna), se producen consecuencias que cambian de la lucidez de estrellas del pasado o melancolía de nuestra memoria por sus fantasmas, hasta caer en las mieles del efectismo en la nieve o maniobras revoltosas y arriesgadas con la cámara. Por tanto, sobrevuela los extensos territorios del metraje sobrepasado, la irritación o inquietud del seguidor más acérrimo, que puede acabar por perderse en sus intrincados rincones, por oficinas centrales de la sede londinense y vaivenes políticos.

En último instante, queda la filosofía desestructurada de Spectre como un ente más, desaparecido. Alejándose de expresiones caricaturescas que hubieran sido necesarias para acercarse a este archienemigo de grandes desvaríos, asesinos de altos vuelos dedicados a la conquista del mundo. Luego, la información privilegiada y manipulada por Waltz no cumple el objetivo, ya que se encuentra demasiado solo ante la evidencia cinematográfica, tan desnudo frente al objetivo de la agencia estatal como del nuestro como público. Creo que hubiera necesitado un grupo más cohesionado de esbirros (Dave Bautista es insuficiente) que dejaran una huella en la historia.

Spectre parece más un deslabazado intento de cambiar el apocalipsis atómico y asesino, con el control informativo sin demasiado peso de un ejército del malvados sin escrúpulos, que resulta tan previsible con sus acciones y repetitivos, que James Bond se acaba asemejando a un soldado de élite más que un atractivo y caballeroso representante de la literatura británica, con un don para salir con inteligencia del trámite.

Claro que vivimos otra época disparatada y hoy, el espionaje o investigación detectivesca, posee dos bifurcaciones que derivan en una concepción del tiempo y el aspecto visual del videojuego, que están representadas por la novedosa adaptación de un Sherlock moderno y científico, frente a cierta nostalgia por recordar la aventura y los personajes de aquella Operación Trueno, por muchos cócteles o Aston Martin que hagan aparición. 

Se hubiera necesitado, más humor, mala leche y estado fantasmagórico que el ejercido en esta Spectre… algo descafeinada para gustos exclusivos.

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