Durante mucho tiempo se ha vinculado el ejercicio de la acción política con la competitividad, la agresión al contrario y el dominio, características a su vez asociadas al género masculino.
Ahora, por primera vez, no solamente cada vez hay más mujeres en la primera línea de la política, sino que además lo hacen de forma exitosa, sin necesidad alguna de replicar las prácticas tradicionales de sus homólogos masculinos, huyendo de los exabruptos y los argumentos de fuerza por los que tanto apetito hemos desarrollado. Mujeres que no necesitan justificar el status quo y los prejuicios ni reproducir la imagen del hombre exitoso y poderoso, siempre dispuesto a aplicar la ley del más fuerte.
Es muy triste que nos hayamos acostumbrado a esa forma de actuación, en lugar de la que destaca a la sociedad, la negociación, la colaboración y la capacidad de escucha del ser humano. Y por ello tiene, si cabe, más valor todavía que en este contexto hayan progresado exitosamente nombres como Yolanda Díaz, Irene Montero, Manuela Carmena, Adriana Lastra, Ione Belarra, Ana Colau, Mónica García, Marta Higueras, Mónica Oltra, Laura Berja, Hana Jalloul, Lilith Vestrynge, Uxía Tizón, Alba Camps… y otras tantas que han sido capaces de demostrar que otra forma de hacer política sí es posible, pero que además tienen una altísima resiliencia para afrontar los ataques que esta nueva agenda despierta en ciertos sectores que habitualmente ejercen una violencia política y mediática hacia las mujeres con presencia pública que va más allá de su actividad.
¿Y qué hacemos con los hombres?, se preguntarán algunos que se sienten excluidos e incluso atacados porque no han entendido absolutamente nada. Acabemos con esa idea absurda de que esto es una guerra entre hombres y mujeres, porque de lo que se trata es de una causa por la libertad y la igualdad de la sociedad en su conjunto, a la que cada vez más hombres se están sumando y reivindican políticas a favor de la igualdad real y efectiva.
Lo positivo es que ya ha entrado en el debate público y se ha abierto un camino del que saldrán importantes avances, porque hoy por hoy la mayoría de la sociedad se identifica con un proyecto de progreso y quiere ver una política de avance en igualdad de género, más allá de las estructuras tradicionales de los partidos, una política que recoja las grandes demandas del feminismo y que es además pilar necesario para una buena gobernanza.