Los niños madrileños de entre 3 y 14 años duermen 9,51 horas al día de media, por debajo de la media nacional que se sitúa en 9,63 horas, según el II Estudio Caser sobre Salud Familiar.
En concreto, los que menos duermen a nivel nacional son los niños de edades comprendidas entre 11 y 14 años (9,22 hora) y, los que más, los pequeños de entre 3 y 6 años (10,04 horas).
Aunque duermen el mínimo recomendado por la Academia Estadounidense de Medicina del Sueño, citadas en Guías del Ministerio de Sanidad, que establece que los niños de 6 a 12 años de edad deben dormir una media de entre 9 y 12 horas al día, lo cierto es que en España los niños «de forma bastante justa con la recomendación», explica el doctor José María Hernández Briones, director médico de Caser.
No obstante, según señala el doctor Rafael del Río, director de la Unidad de Neurofisiología y Trastornos del Sueño de Vithas Internacional, el número de horas de sueño varía mucho según la edad del niño y en base a las características propias de cada sujeto, así «cada niño tiene necesidades particulares, lo que dificulta dar un consejo sobre cuánto sueño requiere y a qué hora debe ir a la cama».
En estudio, que ha analizado los hábitos de 1.083 niños de entre 3 y 14 años coincidiendo con la celebración este viernes del Día Mundial del Sueño, muestra que la mayor parte de los niños de entre 3 y 14 años (el 54,9%) duerme una media de entre 10 y 11 horas diarias.
En relación con otros hábitos, en el estudio se observa que los pequeños que duermen más horas suelen alimentarse mejor (comen bastante más fruta y verdura y van a establecimientos de comida rápida con menos frecuencia), abusan menos de las tecnologías y realizan menos horas de deberes.
¿POR QUÉ NO DUERMEN LOS NIÑOS?
Según señala el doctor del Río el insomnio infantil se divide en tres grupos: comportamental, piscofisiológico y de disruptores breves. El más frecuente, y con diferencia, durante la infancia temprana es el comportamental, que puede asociarse al trastorno de asociación a conciliación, es decir, el niño solo se queda dormido cuando se dan ciertas condiciones que, con frecuencia, implican la presencia de los padres y en los despertares nocturnos vuelven a ser necesarias.
Este trastorno suele desaparecer en torno a los 3 o 4 años. También puede relacionarse con el insomnio de establecimiento de límites, «muy frecuente en edad preescolar y caracterizado por las protestas y la resistencia del niño a acostarse durante largos períodos».
La prevalencia de los problemas de sueño en niños es de al menos un 25% y varía con la edad. «Entre el 25 y el 50% de los bebés de entre 6 y 12 meses y el 30% de los niños de entre 1 y 2 años tienen despertares nocturnos con dificultad para tranquilizarse solos. En edad preescolar (entre 3 y 5 años), la prevalencia es de un 25% y son frecuentes las pesadillas, la dificultad para conciliar el sueño, los despertares nocturnos y el síndrome de apnea obstructiva del sueño, además de algunos trastornos como el sonambulismo y terrores nocturnos», afirma.
Más allá de ajustarse a la horas que debe dormir un niño, el experto incide en el impacto que tiene en los más pequeño no poder dormir. «Los problemas de sueño pueden producir letargia, dolor de cabeza, alteraciones del ánimo, alteraciones cognitivas, como problemas de memoria o atención y alteraciones en el comportamiento, como hiperactividad, agresividad o impulsividad», afirma.
Para mantener una higiene de sueño adecuada, el doctor del Río recuerda que «una buena noche comienza durante el día», por ello recomienda seguir una rutina diaria clara, no castigar al niño mandándole a la cama ni permitir que juegue en ella, ya que la cama debe utilizarse solo para dormir, evitar las comidas copiosas antes de acostarse y premiar al niño cuando tiene una buena noche.
El momento de ir a la cama ha de tener también su propio ritual, así se aconseja «calmar al niño cuando quede poco para acostarse, establecer un mismo criterio entre ambos progenitores y seguir la misma secuencia todos los días».
Respecto a las condiciones de la habitación, ha de estar oscura y templada (a unos 18ºC) y si el niño tiene miedo a la oscuridad puede usarse una luz muy tenue o entreabrir la puerta. Por último, recomienda a los padres no acudir demasiado rápido cuando el niño les llame, pero tampoco esperar a que esté completamente alterado, además de intentar mantener la calma, hablar lento y suave y dejar al niño dormir en su cama.