Todo a nuestro alrededor parece haber sido inundado por la pandemia del COVID. Los medios de comunicación no paran de hablar de ello, los hábitos en nuestro día a día han cambiado, nuestras relaciones, nuestro ocio, nuestro consumo… Podríamos decir que todo depende ahora de un virus que provoca una enfermedad respiratoria que arroja cifras de mortalidad muy altas en todo el mundo.
Sin embargo, si somos capaces de no olvidarnos de otros pacientes, de otras patologías y de otras pandemias, debemos seguir hablando del VIH y máxime cada 1 de diciembre en el Día Mundial de la Lucha contra el SIDA.
El objetivo de ONUSIDA para el año 2020 es 90-90-90: conseguir que el 90% de las personas que viven con el VIH conozcan su estado serológico, que el 90% de las personas que tengan conocimiento de su estado seropositivo accedan al tratamiento y que el 90% que tengan acceso a él, logren una represión viral efectiva. Lamentablemente podemos afirmar con tristeza que no se ha conseguido cumplir este objetivo. Se ha avanzado, se ha mejorado, pero no se ha conseguido.
Los datos en España tampoco son alentadores. La Sociedad Española de Medicina en Familia y Comunitaria estima que un 18% de las personas que presentan infección por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) desconoce que están infectadas, dato que sigue siendo preocupante.
Por ello, quiero hacer una reflexión: si el coronavirus nos ha enseñado que debemos protegernos a nosotros mismos y a los demás frente al contagio, si ante un síntoma debemos informar a las autoridades sanitarias y hacernos pruebas para detectar si somos portadores del virus y ponernos en tratamiento o aislamiento según recomendación médica, ¿por qué no reaccionamos igual con el virus del VIH? ¿Acaso hemos olvidado esa otra pandemia que tuvo los índices más altos de mortalidad a mitad de los años noventa y que hoy en día no hemos conseguido erradicar?
Creo en una sociedad cada vez más formada, más sensible y convencida en la prevención como salud. Creo en una red de servicios que protege al paciente, le trata y le acompaña en su enfermedad. Creo en que debemos seguir trabajando en visibilizar y en no olvidar otras pandemias, como la del SIDA, para acabar con ellas.
Como decía el exsecretario general de la ONU Kofi Annan, la información es liberadora. Espero que todo lo aprendido en la pandemia del COVID nos sirva para aplicar a otras pandemias y algún día podamos celebrar el Día Mundial de la Lucha contra el SIDA como un día de éxito, como una victoria sobre una pandemia y que nos hemos liberado de esa enfermedad.
Mientras tanto, es imprescindible que insistamos en la prevención ante las conductas de riesgo, que recordemos a todos los grupos de riesgo que se hagan pruebas de detección con frecuencia, que animemos a los pacientes a afrontar los tratamientos para que su carga viral será indetectable e intransmisible y que trabajemos en la eliminación del estigma y el señalamiento al portador del VIH.
Si algo nos ha enseñado el coronavirus es que todos debemos actuar para frenar el contagio. Podemos eliminar una pandemia que sigue con nosotros como es la del SIDA, pero para ello, todos debemos trabajar en la lucha. Sigamos.