Desde que el coronavirus fue calificado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como pandemia, nadie puede tener dudas sobre la gravísima crisis sanitaria mundial por la que estamos atravesando.
Sin embargo, esta crisis no es solo sanitaria si no que afecta a muchos más ámbitos. Y al igual que en sanidad fue la OMS la que alertó de la dimensión global en el resto de ámbitos tendrá que ser también un organismo internacional el que nos alerte de esa crisis global.
Pues bien, esta alerta ya se ha producido también en el ámbito económico. En concreto, ha sido el Fondo Monetario Internacional (FMI) el que en su informe sobre la estabilidad financiera mundial acaba de señalar que la pandemia de coronavirus está afectando gravemente a la economía, ya que según sus estimaciones la economía mundial se contraerá un 3% en 2020, el doble que en la crisis de 2009.
Una recesión que afectará sobre todo a la zona euro pues tendrá una caída del PIB de entorno al 7,5%, siendo España el país que más lo sufrirá al perder un 8% de su PIB y alcanzar una tasa de desempleo del 20,8%.
Esto, insisto, son estimaciones basadas en escenarios que sin duda puede ser mucho peores pues dependerán de muchos factores, entre ellos de si la recuperación económica será en V o no; de las muchísimas incertidumbres que hay sobre la recuperación sanitaria; o de la confianza en los mercados y los estados.
De lo que no cabe duda es que estamos ante una recesión sin precedentes, solo comparable a “la Gran Depresión” de 1929 y que dicha recesión se debe a dos factores:
– Un terrible shock de oferta pues el confinamiento lo que ha provocado es una fortísima caída de la producción mundial. En España hemos visto como la producción de la mayoría de las empresas se ha reducido de forma drástica y en muchas de ellas se ha parado por completo.
– Un shock de demanda, ya que también se ha producido una caída muy fuerte en la demanda de bienes y servicios salvo la de productos esenciales, entre otras razones, porque familias y empresas han querido evitar cualquier tipo de gasto y acumular activos monetarios para hacer frente a sus deudas y compromisos de gasto.
El riesgo de estos shocks tan intensos es que podrían llegar a colapsar el sistema pues llegaría un momento que si las empresas no producen (shock de oferta) y no obtienen ingresos (shock de demanda) cuando estas dejen de tener liquidez no podrían hacer frente a sus deudas y gastos (vencimientos de créditos, salarios de los trabajadores, gastos de tracto sucesivo, …) lo que provocaría quiebras masivas de empresas, suspensiones de pagos y despidos en masa.
Ante esta situación son necesarias:
- Políticas monetarias expansivas dirigidas a aumentar la masa monetaria y dar más líneas de crédito a la banca para refinanciar créditos a autónomos, pymes y empresas, fundamentalmente alargando sus vencimientos o mediante moratorias.
- Políticas fiscales expansivas dirigidas a transferir recursos a las empresas y a las familias más afectadas mediante ERTEs, subsidios por desempleo, ayudas a los colectivos más vulnerables o exenciones de tributos a pymes y autónomos.
Ambos tipos de políticas lo que pretenden es dar liquidez al sistema y eso es precisamente lo que se ha acordado en el Eurogrupo al poner en circulación 540.000 millones € y lo que lleva reclamando Pablo Casado desde el primer momento.
Las políticas fiscales dependen principalmente de los estados y aunque el Gobierno de España ya ha adoptado algunas medidas de una manera titubeante, algunas comunidades como la madrileña, presidida por Díaz Ayuso, han adoptado medidas adicionales para evitar la falta de respuesta del Gobierno de España.
El Plan inicial aprobado por el Eurogrupo está pensado para evitar el colapso actual del sistema. Pero lo que Europa necesita es una segunda fase de ayudas en las que se apruebe un verdadero Plan de reconstrucción de todo el sistema productivo.
Ambos planes no serán neutros pues generarán un gran aumento de la deuda de los estados y esto sin duda ninguna condicionará el futuro de las generaciones venideras e incluso de nuestro modelo de estado de bienestar social.
De todas formas, y pese a todo este esfuerzo en dar liquidez al sistema, el gran problema sigue radicando en el shock de oferta. Necesitamos que la economía no se pare y que las empresas produzcan.
Necesitamos aumentar nuestra producción interna y evitar el recurso a la importación ya que de lo contrario a largo plazo se produciría una descapitalización de nuestra economía con las consiguientes tensiones inflacionistas.
Por eso es importante diseñar planes, ayudas, incentivos, … y tenerlos preparados para relanzar de nuevo nuestra economía.
Ahora todos estamos centrados en la lucha contra la pandemia pero si nuestra economía no arranca nuestro país no remontará.