Mi recuerdo más antiguo sobre Europa como entidad se remonta a 1990, cuando una mañana, de camino al colegio en la ruta del autocar escolar, escuche hablar del ecu, la moneda que precedió al euro. Eso llamó mi atención e hizo surgir en mí la curiosidad y la creencia europeísta.
Tras las dos guerras mundiales, una recesión global y en medio de la mayor crisis sanitaria de la era moderna, la provocada por el coronavirus, considero que la construcción de Europa, con sus luces y sus sombras, ha sido sumamente positiva. Sin embargo, vivimos momentos de incertidumbre, donde la paz, el bienestar y la prosperidad que creíamos asegurados se ven amenazados por el Covid-19.
Cuando la tormenta pase, habrá tiempo de reflexionar acerca de si empatizamos lo suficiente con China cuando el virus afectaba duramente al continente asiático; o si prestamos suficiente colaboración hace sólo unas semanas, cuando comenzó a expandirse por Italia. Pero no es momento de reproches, sino de aprender y de remar juntos para ganar esta guerra silenciosa, en la que no nos piden salir al frente, sino quedarnos en casa. De la cultura oriental precisamente podemos aprender su abnegación y su capacidad de sacrificio para frenar la expansión del virus.
Frente a la inactividad inicial de Europa, me ha agradado ver cómo la canciller alemana Angela Merkel pedía la semana pasada colaboración ciudadana ante lo que calificó como “el mayor desafío desde la II Guerra Mundial”. También fue grato ver a la presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, poner en encima de la mesa un plan de 750.000 millones de euros adicionales a los 120.000 millones de euros anunciados previamente para deuda soberana y corporativa o cómo la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, ha anunciado la compra de material sanitario para los hospitales españoles.
Estos anuncios sirven a nuestro Gobierno para respaldar los 200.000 millones de euros anunciados para avalar a nuestras empresas y trabajadores. Sin embargo, aún queda mucho margen de maniobra, como los planes de respaldo urgente que Ciudadanos ha propuesto para el sector primario, las pymes y los autónomos o, a nivel sanitario, la necesidad de un despliegue urgente e inmediato de medios para los hospitales y residencias de todo el país, empezando por la Comunidad de Madrid.
El reto a nivel local abruma, pero si levantamos la vista, nos daremos cuenta de que todo el continente se encuentra en la actualidad ante el gran desafío. El proyecto de la UE no pervivirá si no se activan y ejecutan con eficacia los mecanismos de ayuda entre naciones, sea para sustentar las economías o para adoptar medidas y recursos comunes contra el coronavirus.
Para afrontar con éxito un futuro incierto debemos tener presente nuestro origen que, en el caso de la Unión Europea, se puede situar en la declaración del ministro francés Robert Schuman en París, en el año 1950: “Europa no se hará de una vez ni en una obra de conjunto: se hará gracias a realizaciones concretas, que creen en primer lugar una solidaridad de hecho”. Es hora de ponerse a ello.