Me acabo de mudar. Después de una década viviendo en Madrid capital he decidido salir. No soy el primero ni el último, es bastante habitual. Cambia tu ritmo de vida, tus preferencias son otras e influyen otros muchos factores que paso a enumerar.
Para mí, principalmente, han sido tres: la paternidad, el precio de la vivienda y la degradación de mi antiguo barrio, Prosperidad.
Centrándonos en este último punto, dos son las razones que más me han convencido para tomar esta decisión, que bien podrían ser temas de conversación de ascensor o tertulia de bar: “Madrid está sucio” y “el barrio ya no es lo que era…”
No, el barrio ya no es lo que era. Y ojo, no soy un nostálgico estancado en el pasado. De hecho, soy el primero que celebra cuando abren un nuevo restaurante en mi manzana; cuando un local de toda la vida hace una reforma con un buen lavado de cara; incluso, cuando una franquicia o una empresa de renombre aterriza en el barrio. A los barrios les viene bien renovarse.
Pero la invasión de los locales de apuestas… Por ahí no paso. Por eso he recibido de buen grado la noticia que publicábamos este martes en Madrid es Noticia sobre la suspensión temporal de las concesiones a salones de juego y locales de apuestas en la Comunidad de Madrid.
LÍMITES A LOS LOCALES DE APUESTAS
En solo 5 años este tipo de establecimientos se han duplicado. Solo en Madrid hay 400 locales, hasta ocho veces más que en Barcelona. En la calle Bravo Murillo, 17. En el distrito de Carabanchel, 48. Una plaga a la que había que ponerle fin.
Es mucho más frecuente encontrarlos en barrios humildes, buscando crear adicciones entre la población más vulnerable. Personas con rentas más bajas, tasas de paro más elevadas y menor nivel de estudios.
Es habitual ver cómo se han convertido en los nuevos ‘after’. Jóvenes seducidos por la oferta de alcohol barato y el riesgo y la adrenalina de apostar. Locales abiertos a la hora del cierre de las discotecas. Una alternativa de continuidad a las juergas con un cóctel explosivo: embriaguez, dinero y apuestas.
Las estadísticas señalan que más del 13% de los jóvenes de entre 14 y 18 años apuestan en este tipo de locales. Es obvio que la distancia mínima de 100 metros que debe existir entre los centros educativos y las casas de apuestas son escasos. Además, la lógica invita a pensar que la entrada debería estar prohibida a menores de 18 años por el riesgo de ludopatía. Pero no es así. Rara vez te piden el DNI al entrar.
Por eso es de agradecer la labor de algunas Asociaciones Vecinales que han sido capaces de frenar esta expansión del sector con la ayuda de instituciones, como en este caso la Comunidad de Madrid.
No son sólo números. Hablamos de un problema social y de salud pública.