Tendría que haberme desinstalado Twitter. De esta manera podría estar saboreando unos días de descanso político, esos mismos que se ha tomado buena parte del país después del frenesí que nos ha acompañado en estos últimos meses. Ni siquiera la fallida investidura de Pedro Sánchez o la formación (por fin) de nuevos gobiernos en Murcia, Navarra y, más recientemente en la Comunidad de Madrid, han tenido el peso en el día a día que hubieran generado en, por ejemplo, octubre.
Los españoles han decidido seguir la enseñanza de los tres monos sabios y taparse los ojos, los oídos y la boca y disfrutar, aquellos que han podido, de unas vacaciones en todos los sentidos. Incluso de sus ideales, aparcándolos hasta que el calor deje de hacer mella. No es desde luego una mala idea, porque el agotamiento que produce seguir cada día la actualidad es muy severo. Sea cual sea tu posición, siempre encontrarás esa noticia capaz de sacarte de quicio y amargarte el día, cuando podrías estar tan ricamente tomándote una cerveza en una terraza de la plaza Santa Ana.
Del mismo modo, los periódicos y los informativos han decidido que sí, que un poco de temas gubernamentales están bien pero que ahora lo que el público demanda es bañistas en la playa, sofocados turistas abanicándose en las calles de Sevilla y el estado de las carreteras cuando llega el viernes. En las redacciones también están saturados de todo lo que han tenido que aguantar en lo que llevamos de año… y lo que queda por delante. Porque septiembre regresará con estrés postvacacional y cargadito de asuntos por resolver que seguro ocuparán horas y horas de debates (más o menos encarnizados) de entrañables tertulianos.
Hasta los mismos protagonistas de las portadas de los últimos meses se han tomado un respiro, y las chaquetas y las corbatas que lucen en sus hemiciclos correspondientes ahora están dentro de un armario, mientras sus dueños lucen bañador en algún lugar de costa. Es verdad, ninguno se separará del móvil, pero os garantizo que en este mes de agosto están más pendientes de si Neymar se va al Madrid o al Barça que de los actos a los que tendrán que asistir cuando se reincorporen a la vida pública.
Por todos estos motivos digo que tendría que haber eliminado de mi teléfono la red social del ‘pajarito’. En esta plataforma, que como dijo un día el gran Berto Romero, ‘antes molaba’, las cuentas anónimas y menos anónimas no descansan, buscando tres pies al gato en cualquier tema al que se le pueda dar una vuelta para echar mierda contra la ideología a la que combaten. Ahora mismo Twitter es, entre fake news, agitadores y ‘ofendiditos’, lo más parecido a una pelea de barro sin reglas en formato digital. Y todo eso, amigos, tiene su morbo. Y a mí está jodiendo el verano.