Al espectáculo político que estamos asistiendo, que más bien parece un mercadillo de tercera, y en el que los líderes políticos no están a la altura deseada, habría que buscarle una solución. Esto es contraproducente para todos. Incluso, para la democracia propiamente.
Y la solución a este lío de acuerdos, pactos y alianzas entre partidos se evitaría, simplemente, con una Segunda Vuelta. Pasa en muchos países.
Sería mucho más justo y, desde luego, más democrático ya que serían los propios contribuyentes los que eligieran, definitivamente, a sus gobernantes no como ahora…
A mí, al menos, no me gusta eso de que mi voto sea usado por los partidos para fines distintos de los votado por mí. Yo voto para que gobiernen y no para que negocien cargos con él, que es lo que están haciendo. Y si no pueden gobernar que me consulten sus pactos.
La elección, al menos de alcalde, algo tan simple como el alcalde, debería tener una solución fácil y, como la elección del candidato de la lista más votada solo vale para gobernar en minoría, una segunda vuelta parece lo más lógico… Negocien lo que quieran pero luego, dejen que yo vuelva a elegir entre los pactos firmados.
Algunos expertos creen que la corrección de esta grave anomalía electoral, que no permite gobiernos fuertes, es muy sencilla.
Bastaría con modificar la ley electoral del 1985 (LOREG) en el sentido de hacer las elecciones locales a dos vueltas, como el sistema francés, y así las coaliciones o pactos entre partidos se harán siempre de cara a los electores y no como ahora de cara al poder de los partidos. Los electores tenemos que tener la última palabra.
Instaurando una obligada segunda vuelta en que la ciudadanía pueda elegir con conocimiento previo de los acuerdos pactados, se impediría que su voto se convierta en un cheque al portador o cromo de intercambio y, a menudo, a favor de quien el votante nunca hubiera votado.
Lo de ahora empieza a ser una burla…