Seguro que todos recordáis ese 7 de enero de 2021 en el que apenas unos copos de nieve caían desde el cielo madrileño. Las redes sociales, en una época en la que el monotema era la pandemia por coronavirus, hacían chanza de un temporal que se había vaticinado como histórico y que, en cambio, parecía pasar sin pena ni gloria. Solo hubo que esperar unas horas más para que incluso los peores pronósticos se quedaran cortos ante una borrasca, Filomena, que paralizó una gran capital europea y toda la región madrileña, dejando una huella que aún es palpable. Aquellos días de enero de 2021 marcaron un antes y un después, no solo por la magnitud de la nevada, sino por las profundas consecuencias que tuvo en la vida de los ciudadanos, la infraestructura y la propia fisionomía de la región.
El aviso que nadie pudo ignorar
Como decíamos, dos semanas antes de la llegada de Filomena, el servicio estatal de meteorología ya había advertido de la posibilidad de nevadas significativas en la Comunidad de Madrid. Sin embargo, no fue hasta días antes que los expertos comenzaron a señalar que lo que se avecinaba sería una de las mayores nevadas de las últimas décadas. El miércoles 6 de enero, las autoridades locales pusieron en marcha los planes de contingencia, esparciendo 350.000 kilos de sal y 75.000 litros de salmuera en las calles, mientras el alcalde José Luis Martínez-Almeida aseguraba que la ciudad estaba preparada para enfrentar hasta 20 centímetros de nieve.
No obstante, la realidad superó cualquier previsión. El viernes 8 de enero, las nevadas comenzaron a intensificarse, sobrepasando todas las estimaciones. En pocas horas, la capital y su entorno quedaron cubiertos bajo un manto blanco que no dejó de crecer durante toda la noche.
Una ciudad paralizada
A medida que avanzaba la nevada, la magnitud del evento se hizo patente. Cerca de 1.500 vehículos quedaron atrapados en las carreteras, algunos conductores pasando hasta 18 horas en sus coches. Los servicios de emergencia se enfrentaron a grandes dificultades para llegar a los atrapados. Mientras tanto, el aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas suspendió sus operaciones, junto con los servicios de trenes de cercanías, mercancías y autobuses urbanos.
El sábado 9, Madrid amaneció inmovilizada. Las calles, cubiertas por más de 50 centímetros de nieve en algunos puntos, se convirtieron en caminos improvisados para peatones. Sin coches ni transporte público operativo, los ciudadanos salieron a disfrutar de una ciudad transformada: esquí, trineos, batallas de bolas de nieve y hasta iglús fueron parte del paisaje. Las redes sociales se llenaron de imágenes que mostraban la inusual estampa de una capital congelada.
#Efemérides ❄️Tal día como hoy en 2021 en la noche del 7 de enero comenzaba a nevar sobre Madrid… #Filomena descargaba una nevada histórica sobre la capital.
— Eltiempo.es (@ElTiempoes) January 7, 2025
No paró de nevar durante más de 30 horas, activando los avisos rojos por nevadas y dejando a Madrid completamente… pic.twitter.com/ZKnQugGGy1
Sin embargo, no todo fue diversión. Los hospitales de la ciudad reportaron grandes problemas de acceso, lo que obligó a muchos sanitarios a doblar turnos ante la imposibilidad de sus compañeros de llegar al trabajo. El ejército se movilizó para trasladar pacientes críticos, como enfermos de diálisis, a distintos centros de salud. La solidaridad ciudadana y el esfuerzo de los servicios de emergencia fueron esenciales para atender las necesidades más urgentes.
Pérdidas incalculables a nivel medioambiental… y económico
Uno de los aspectos más devastadores de Filomena fue su impacto en los árboles de Madrid. De los 1,7 millones de ejemplares de la ciudad, se estima que 749.000 sufrieron daños. En la Casa de Campo, 550.000 árboles quedaron afectados, mientras que en el Parque del Retiro 11.000 de los 17.000 árboles fueron destruidos. Estos parques permanecieron cerrados durante meses, mientras se evaluaban los daños y se llevaban a cabo labores de limpieza y reforestación.
El desastre floral fue el mayor registrado en la historia reciente de la ciudad debido a un fenómeno meteorológico, dejando una cicatriz visible en el paisaje urbano que todavía no se ha recuperado por completo.
Los efectos de Filomena también se hicieron sentir en la economía y la logística de Madrid. Las actividades educativas quedaron suspendidas hasta el 18 de enero, mientras que las labores de limpieza y reparación continuaron durante semanas. El alcalde Martínez-Almeida estimó las pérdidas económicas en 1.398 millones de euros, de los cuales 400 millones correspondían a daños en infraestructuras municipales.
La magnitud de los daños llevó a Madrid a solicitar al Gobierno central su declaración como Zona Afectada Gravemente por una Emergencia de Protección Civil, conocida anteriormente como zona catastrófica. La solicitud fue aprobada el 19 de enero, junto con la inclusión de otras comunidades autónomas afectadas. Esto permitió a los damnificados acceder a ayudas del Fondo de Compensación de Seguros.
¿Qué hemos aprendido?
A cuatro años de Filomena, Madrid ha tomado medidas para prepararse mejor ante eventos climáticos extremos, que, según los expertos, podrían ser cada vez más frecuentes debido al cambio climático. Las autoridades han revisado y ampliado los planes de contingencia, se han reforzado los sistemas de monitoreo meteorológico, y se ha invertido en mejorar la capacidad de respuesta de los servicios de emergencia.
Por otro lado, y aunque parezca mentira los madrileños también recuerdan con cierta añoranza la experiencia de convivir con una ciudad transformada. Para muchos, Filomena representó un paréntesis en el calvario que estábamos experimentando como consecuencia del Covid-19, además de un momento de unión y resiliencia frente a la adversidad.
El legado de Filomena permanece en las cicatrices de los árboles, en los aprendizajes adquiridos y en las historias que cada madrileño guarda de esos días inolvidables.
