Diciembre es ese mes del año en el que hacemos resumen de las cosas buenas y malas que nos han sucedido durante estos doce meses, nos ponemos a hacer listas con todos los propósitos que pondremos en marcha, al menos en nuestra mente, después de las campanadas y, sobre todo, en el que nos ilusionamos con que la Lotería de Navidad nos deje un pellizco. Aunque solo sea para cubrir los 600 euros que nos hemos dejado en todos esos décimos que «hay que comprar».
Es quizá, la expresión más repetida en bares, oficinas y cenas de empresa, hasta que los niños de San Ildefonso nos quitan la ilusión, sacando esas bolas con números que ni se acercan a los que jugamos. «Este año, toca». Sin embargo, de cara a 2025, yo esa frase me la quiero plantear en otro sentido.
Porque este año toca tener unos políticos a la altura de lo que una sociedad como la española, harta de tragar y de confiar a ciegas y salir, siempre, escaldados, se merece. Lo vimos en Valencia. Lo vimos con los que decían que jamás iban a hacer según que pactos. Lo vimos, lo vemos mejor dicho, con los que siguen prometiendo por encima de sus posibilidades y luego, cuando no pueden cumplir con ni una sola palabra, los que lo acaban pagando, en forma de más impuestos o teniendo que cambiar de coche aunque vaya de maravilla, son los ciudadanos.
Este año, toca afrontar como sociedad madura una serie de problemas ante los que solíamos hacer la vista gorda, pensando que por opinar de esa manera éramos, automáticamente, «fachas». La inmigración es necesaria. Es, de hecho, nuestra tabla de salvación ante una natalidad que cada vez tiende más a cero. Pero hay que regularla. No queremos ir a la guerra, y me da pavor pensar que mi hijo, o yo mismo, tengamos que vivir algo así. Sin embargo, los conflictos no se evitan con palabras bonitas y mirando para otro lado cuando oímos los tiros cada vez más cerca, sino aumentando el gasto en defensa y enseñando a las generaciones venideras que la paz no es un regalo, y que los malos, que los hay, no quieren ser youtubers ni ponerse filtros en Instagram. Todos sabemos, por desgracia, lo que quieren.
Este año, también toca dejar de jugar con las emociones de la gente cada vez que un medio de comunicación ve un resquicio para sacar más clicks. La Tercera Guerra Mundial, un virus capaz de provocar una nueva (y más letal) pandemia, el calentamiento irreversible (¿cuántos lustros llevamos así?) del planeta… Todos estos temas venden, porque el miedo es muy rentable, en todos los sentidos de la palabra. Es nuestra responsabilidad estar bien formados para no caer en estas trampas, aunque también debe haber un control hacia todos esos altavoces, a priori de confianza, que han puesto un enorme granito de arena en la (esta sí que es real) pandemia de problemas de salud mental.
Seguro que me dejo otras muchas cosas que habría que arreglar, que nos permitirían vivir no sé si mejor pero, al menos, más dignamente. Aunque, pensándolo bien, es más fácil que nos toque la lotería.