La antigua cárcel de Carabanchel, un símbolo histórico de la represión franquista y el sufrimiento de miles de presos políticos (y de toda índole), está a punto de renacer con un propósito mucho más positivo. Tras más de 25 años de abandono, vandalismo y especulaciones sobre su futuro, el Ayuntamiento de Madrid ha dado luz verde a la urbanización de sus terrenos, un proyecto ambicioso que promete transformar el espacio en un moderno complejo residencial y dotacional. La aprobación inicial del proyecto, anunciada recientemente, marca el comienzo de una nueva etapa para este emblemático lugar en la historia de Madrid.
Dicho plan afectará a una superficie total de 172.143 metros cuadrados, donde se construirán viviendas, zonas verdes y equipamientos públicos. Este proyecto, promovido por la Sociedad de Infraestructuras y Equipamientos Penitenciarios y de la Seguridad del Estado, será ejecutado en tres etapas y supervisado por el Área de Obras y Equipamientos del Consistorio. En términos generales, se prevé la creación de 600 viviendas, de las cuales el 30% serán de protección oficial, lo que garantiza que 190 de ellas estarán destinadas a familias con menor poder adquisitivo.
Además, el proyecto contempla un amplio uso dotacional, con más de 56.532 metros cuadrados destinados a hospitales, centros educativos y servicios públicos como una comisaría y un centro de internamiento para inmigrantes. En este sentido, la nueva urbanización no solo dotará de viviendas a la zona, sino que reforzará la infraestructura social y sanitaria de un distrito que durante años ha demandado mayores servicios para sus vecinos.
Uno de los puntos clave será la integración de la nueva urbanización en la trama urbana de Carabanchel. La prolongación del Camino de los Ingenieros facilitará la conexión entre la avenida de los Poblados y la calle Ocaña, mientras que la unión de las calles Monseñor Óscar Romero y del Pingüino con la calle Ocaña mejorará la movilidad dentro del distrito. Esta conectividad también se verá reforzada con la construcción de una estructura que atravesará las vías del ferrocarril, mejorando el acceso y la cohesión del nuevo barrio con el resto de Madrid.
El proyecto no solo busca modernizar el espacio desde un punto de vista urbanístico, sino también incorporar tecnologías y soluciones sostenibles. Las nuevas infraestructuras contarán con alumbrado led de alta eficiencia energética, un paso adelante en el compromiso de la ciudad con la sostenibilidad. Asimismo, las aceras estarán diseñadas con franjas drenantes para gestionar las aguas pluviales de manera más eficaz, lo que reducirá el riesgo de inundaciones y mejorará el manejo de los recursos hídricos en el entorno.
En cuanto a los materiales de construcción, se ha prestado especial atención al uso de pavimentos diferenciados. Las aceras estarán revestidas con baldosa de terrazo granítico, excepto en los alrededores de la ermita de Santa María la Antigua, un Bien de Interés Cultural, y la zona de prospección arqueológica de la traída de aguas romana, donde se utilizará granito para resaltar el valor histórico del área.
Más de un cuarto de siglo de espera
Han tenido que pasar más de 25 años, desde que la cárcel de Carabanchel cerrara sus puertas en 1998, tras 55 años de funcionamiento, para encontrar un uso definitivo para el solar en el que se asentaba esta prisión.
Los vecinos de Carabanchel expresaron desde el primer momento su deseo de que el terreno de la antigua cárcel fuera utilizado para servicios comunitarios, como un hospital o servicios sociales. Entre las propuestas destacadas, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) sugirió en 2008 la creación de un centro para la recuperación de la memoria histórica. Sin embargo, la falta de mantenimiento, actos vandálicos y las ocupaciones ilegales convirtieron el área en un espacio muy deteriorado y fuente de problemas sociales.
A pesar de estas peticiones de conservar partes del edificio, como su cúpula, el Ministerio del Interior decidió demoler la cárcel debido a su estado de abandono. Un alivio para el distrito de Carabanchel, cuya clausura y demolición representaban una oportunidad de dejar atrás la imagen negativa asociada a la prisión, que había marcado al barrio durante años. No en vano, los concejales locales apoyaron el derribo con el objetivo de cambiar la percepción de la zona.
El 16 de julio de 2008, el Ministerio del Interior y el Ayuntamiento de Madrid acordaron construir 650 viviendas, zonas verdes, un hospital y oficinas estatales en el lugar de la cárcel. Un 30% de las viviendas serían de protección pública, mientras que el Estado y el consistorio se repartirían los beneficios de la venta del resto. Sin embargo, asociaciones de vecinos de diferentes barrios, como Latina y Aluche, se opusieron a un plan que ha revivido, con algunos cambios, 16 años después.
La carga histórica de la cárcel de Carabanchel
Construida poco tiempo después de la conclusión de la Guerra Civil, su diseño radial y su imponente cúpula la convirtieron en un referente de las cárceles del régimen, convirtiéndose asimism en un símbolo del régimen franquista. A lo largo de los años, miles de presos pasaron por sus celdas, muchos de ellos condenados por delitos políticos durante la dictadura.
Uno de los episodios más oscuros de la historia de esta cárcel ocurrió en los años 70, cuando la Coordinadora de Presos en Lucha (COPEL) lideró varios motines en protesta por las condiciones inhumanas de los reclusos y para reclamar la amnistía de los presos comunes. Estos motines, junto con la represión violenta por parte de las autoridades penitenciarias, pusieron de manifiesto las duras condiciones de vida en el interior de la prisión.
Durante el franquismo y la transición española, la cárcel de Carabanchel albergó a numerosos líderes sindicales y políticos que jugaron un papel crucial en la lucha por la democracia. Marcelino Camacho, líder de Comisiones Obreras, y otros dirigentes sindicales como Julián Ariza y Nicolás Redondo, fueron algunos de los nombres más destacados que pasaron por sus celdas. Tuvo mucho que ver en ello que, durante mucho tiempo, fuera la única cárcel masculina de nuestra región.
La transformación de la antigua cárcel de Carabanchel supone cerrar, parece que esta vez sí de manera definitiva, una herida que aún no había cicatrizado del todo en el distrito. El renacimiento de este espacio, antes símbolo de represión, se presenta como una oportunidad para Carabanchel de desprenderse de su pasado oscuro y mirar hacia un futuro en el que se cambiarán las rejas y la represión por un lugar de encuentro, convivencia y desarrollo para todos los madrileños.