Julieta Melich es una destacada directora y dramaturga española, conocida por su enfoque innovador en el teatro contemporáneo. Formada en artes escénicas, Melich ha desarrollado una carrera que explora temas universales desde perspectivas íntimas y personales, utilizando un estilo que fusiona lo onírico con lo cotidiano. Su compañía, La Melinchería, ha ganado reconocimiento por su capacidad de conectar emocionalmente con el público a través de puestas en escena que invitan a la reflexión. Melich es también una apasionada defensora de la creación colectiva y la experimentación teatral, lo que la ha llevado a trabajar con artistas de diversas disciplinas.
Su obra El Espejo, actualmente en cartelera en el Teatro de las Aguas de Madrid, es un claro ejemplo de su estilo único. La pieza explora la identidad y las relaciones humanas a través de la metáfora del espejo, presentando a los personajes en un constante diálogo con sus propias percepciones y contradicciones. Con un reparto reducido pero potente, El Espejo estará en cartel hasta el 29 de noviembre de 2024. La obra, que ha recibido elogios por su originalidad y profundidad, tiene previsto iniciar una gira por distintas ciudades españolas tras su paso por Madrid.
Cuéntanos cómo fue el origen de El Espejo. ¿Dónde nace la idea y qué te inspiró a dirigirla?
El Espejo está basado en varias vivencias teatrales que he tenido personalmente. De alguna forma es una síntesis de varias ideas que tenía en la cabeza. Me gusta mucho la tragicomedia; me gusta la tragedia, pero que no sea todo tragedia y me gusta la comedia pero, lo mismo. Adoro mezclar, así que esto es una fusión de varias obras que he hecho a lo largo de mi carrera y que se han plasmado con el título de El Espejo.
¿Qué significa para ti presentar El Espejo en el Teatro de las Aguas y qué recepción esperas del público madrileño?
Para mí el Teatro de las Aguas es como estar en casa. Es una sala pequeña, de 63 butacas, pero dependiendo del espectáculo, este tipo de salas, medianas o pequeñas, me vienen muy bien porque todo es muy acogedor y muy recogido. Luego tiene el típico piano y, abajo, hay una cueva donde hacen monólogos, con un bonito bar. La gente puede pedir una consumición y meterla en la sala de teatro. Aquí se pierde el formalismo, no es como en otros espacios; puedes meter lo que quieras y ofrece un ambiente un poco más distendido.
La realidad a veces se convierte en un teatro y el teatro en realidad… ¿No es así?
Absolutamente. Así es como yo entiendo el teatro. Cuando hacemos teatro los actores estamos representando nuestra realidad a través de un texto. Tienes que estar contando lo que te gusta, lo que te da miedo, lo que te enfada, lo que te irrita, lo que te emociona o seduce, para poder interpretar con unos sentimientos y a través del texto, hablar un poco de ti.
Por esta razón es una realidad absoluta y hay muchas situaciones en la vida en las que el teatro se convierte en realidad o al revés. Este argumento tiene mucho que ver con una película de Richard Gere y Jodie Foster, que se llama Sommersby. Son dos hermanos, uno más exitoso que el otro y en un momento dado, por una confusión, cambian de rol. El menos exitoso se ve con amigos, mujer, hijos y una posición social fuerte. Después le condenan a muerte y cuando sale la sentencia, asegura que no es él, para librarse de la pena de muerte. Si ha elegido robar la vida de su hermano para lo bueno, también debe hacerlo para lo malo… Al final lo matan en la horca.
Es la idea de hacer algo que no es real y llevarlo hasta las últimas consecuencias, que es lo que le pasa a uno de los personajes de esta obra. Dos criadas quieren matar a la señora y van hasta el final con la representación.
«Esta obra trata las diferencias sociales y los egos de tres mujeres que están muy locas»
En cuanto a la trama de El Espejo, ¿qué temas principales aborda y qué mensaje esperas que los espectadores se lleven consigo al finalizar?
A veces, es entretenido jugar con la idea de ser otra persona, ya sea por el deseo de ser actriz, tener una vida más acomodada o mantener una relación ficticia. Sin embargo, no se puede justificar el teatro de nuestra vida cuando las cosas se complican. No vale esconderse detrás de una actuación solo cuando las circunstancias se tornan difíciles. La autenticidad es crucial, y asumir nuestras realidades es fundamental en lugar de refugiarse en mentiras.
Trata sobre la diferencia entre las clases sociales, sobre personas que sirven, sobre personas que tienen el dinero y te pagan por servirlas en su casa. Va de egos y sobre todo de tres mujeres que están muy locas. Muy locas ante el exterior, porque en el fondo es un poco como estamos la mayoría de las personas hoy en día, pero exteriormente mostramos una determinada calma. Parece que somos cuerdos, que tenemos una vida ordenada… Y estos tres personajes muestran perfectamente cómo son en realidad.
«Lo que siento cuando estoy en escena no lo siento en ningún otro ámbito de la vida»
¿Cómo has afrontado tu trabajo como actriz, en este caso, además de como directora?
Yo tengo una cosa que no sé si es buena o mala. Llevo en el teatro desde que tenía 14 años y lo que siento cuando estoy en escena no lo siento en ningún otro ámbito de mi vida. Por eso decidí que no me bajaría de las tablas, aunque llega un momento en que, por circunstancias de la vida, se me ha ido poniendo en el camino la ocasión de dirigir. He ido dejando entrar esa opción, sin tampoco grandes pretensiones, porque nunca me hubiera imaginado que podría dirigir teatro. Ahora he llegado a la convicción de que si quiero, puedo, y he decidido actuar en consecuencia.
La soledad que tiene el director cuando, después de un proceso de creación, de muchos ensayos, de toda la labor con los actores, yo no quería sentirla. Así ha sido el proceso y esto conlleva también otra dificultad, que es actuar y dirigir al mismo tiempo. Tiene su complejidad, pero el proceso de creación ha sido muy bueno con los dos actores que me acompañan. Estos procesos son siempre maravillosos, aunque pasen cosas malas.
¿Cuáles han sido los mayores retos a los que te enfrentaste con esta obra en particular? ¿Hubo algún aspecto de la puesta en escena que te resultara especialmente desafiante?
La puesta en escena de El Espejo es curiosa porque es en parte un musical. Cantamos en el escenario y es algo no había hecho nunca antes. Siempre elijo muy a conciencia la música que quiero meter en cualquier espectáculo, pero esta vez es aún más relevante por esa razón, es más necesaria que nunca la ambientación musical. Además, ninguno de los tres somos bailarines o cantantes profesionales. Ya que los personajes son esperpénticos y totalmente caóticos, esto pasa porque ellos quieren cantar y bailar, lo hagan bien o mal. Ha sido una apuesta un poco osada, porque cantamos y bailamos sin saber hacerlo a nivel profesional. Esa ha sido la mayor dificultad que he tenido en este proyecto.
«Me gusta que el espectador decore la obra con su imaginación»
En cuanto al proceso creativo detrás de la escenografía y el vestuario de El Espejo, ¿qué elementos son relevantes para crear ambiente y narrativa?
Muy pocos. Yo soy, teatralmente, “de viajar en coche”. Me gusta evocar eso que nos pasa cuando leemos un libro, que haya muy pocos elementos y muchísima interpretación. Que el espectador decore el resto con su imaginación, no me gustan los escenarios cargados de muebles, de puertas, de vajillas y de mucho elemento que al final sólo distorsiona.
Además, muchas veces actuamos en salas medianas o pequeñas, así que ni siquiera entran ese tipo decorados. Primero, porque me gusta y segundo por el tipo de obra y los lugares en los que nos movemos. Son espectáculos que tienen, prácticamente nada. Es un vodevil que cuenta simplemente con un biombo, que esconde un presunto armario ropero y un tocador, como el camerino de una señora de la alta sociedad. Por supuesto, con su espejo. Lo que sí tiene es un espejo a modo de metáfora, marcado por las luces, que representa la cuarta pared con el público. Casi toda la obra se enfoca hacia ese espejo, que como tal, no existe.
Hoy en día, muchos creadores están explorando temas sociales y políticos en el teatro. ¿Crees que El Espejo se posiciona dentro de alguna corriente o tendencia contemporánea en cuanto a los temas que trata?
No. Aparte de llevar en el teatro desde muy jovencita, he visto mucho teatro, y como espectadora no me gusta que se utilicen temas políticos en los espectáculos. Entiendo que durante el nacimiento de este arte, se utilizaba para eso, para reivindicar y pedir cosas, y entiendo que, de alguna manera, todos transmitimos algo político a través de cómo hacemos las cosas, pero no me gusta. Tengo especial cuidado en que no se dé énfasis a nada político en mis obras. Me gusta que venga a verme todo tipo de públicos.
«Quiero que el espectador, a través del texto y la interpretación, sienta sus propios problemas»
Como directora, y dado que no te interesa la política en el escenario, ¿qué valoras más en una obra? ¿La estética, la narrativa, la actuación, o algún otro aspecto?
Quiero que espectador sienta, a través de un texto, y del trabajo de un actor, sus propios problemas. Sus problemas, sus inquietudes, sus necesidades, sus miedos o sus placeres. Es decir, que el espectador se sienta reflejado.
¿Es algo íntimo?
No es que sea íntimo, es una tragicomedia, pero lo que quiero es eso, que el espectador se sienta reflejado en las cosas que pasan encima de las tablas. Me gusta lo cotidiano, que el que lo ve piense: “Eso me pasa a mí”. Me encanta la tragicomedia como un acordeón, que cuando estés a punto de reírte, pase algo que te corte el rollo, y cuando se te vaya a caer la lagrimita, que lo siguiente sea algo que te provoque carcajada.
¿Cuál es el origen de La Melinchería?
Viene de mi apellido, Julieta Melich. Mi nombre completo es Julia del Pozo Melich y mi nombre artístico es Julieta porque mi madre me ha llamado toda su vida de esa forma. Y Melich… realmente, la parte artística la tengo por la familia de mi madre. Hay mucho artisteo en esa familia aunque no sean grandes famosos. Aparte es un apellido muy poco conocido y decidí ponerme como nombre artístico Julieta Melich.
Así, cuando creo una compañía o dirijo actores o doy clases de teatro, transmito lo que soy yo como artista, evidentemente, como cualquier maestro o persona que enseñe algo. Es una fábrica de Meliches, una Melichería.
«Dispara al sol para llegar a la luna»
¿Das clases particulares de interpretación?
Sí. De hecho, me empieza a surgir el tema de dirigir teatro porque varias compañías en las que estoy, tienen muchos cambios de elenco, porque una obra dura un tiempo y los actores entran y salen. Enseguida me pusieron de coach de esos actores que entran nuevos, a los que yo no dirigía, sino que les ayudaba desde un rol que ya estaba creado. Les daba las pautas y les enseñaba a interpretar el personaje para que ellos dieran un poco de su esencia.
A partir de ahí, me di cuenta que tenía cosas que enseñar a los actores. Mi hija también participa en obras de teatro e hicieron un espectáculo maravilloso en el instituto. Al final hicimos una obra con cinco directoras que se llevó el Premio de Teatro de la Comunidad de Madrid, a nivel colegios, y lo hicimos con 48 alumnos en escena. La adolescencia es una edad muy complicada, no pensé que pudiera dirigirlos, pero al final fue una experiencia maravillosa. Ahí nació mi vocación de dirigir y nació la Melinchería con varias compañeras. Ahora puedo ir a mi ritmo para las entregas, los estrenos y cualquier otra cosa. Además, este año tenemos un curso de teatro que vamos a dar los lunes por la tarde. Así, queremos hacer una pequeña cantera de actores para mis espectáculos.
¿Cuáles son los próximos planes para la compañía, después de El Espejo?
Este es el segundo espectáculo que hacemos, el primero fue Ella sola se murió, que era una apuesta muy arriesgada, pero me lancé. Quise hacer como primera obra lo más arriesgado que pudiera. Era un texto sobre el maltrato en los códigos del teatro del absurdo. También hacíamos clown y era un concepto que no todo el mundo entiende, además era una tragicomedia, también. Quería dar ese salto aunque me estrellara como directora, para ponérmelo muy difícil, para que, a partir de ahí, todo fuera más rodado.
Después vino El Espejo, que se supone que es una obra más relajada, aunque luego no ha sido así, no me gusta hacer cosas tranquilas. Quiero dar una vuelta de tuerca y hacer crecer el nivel de dificultad. Con esto, lo que quiero decir es: “Dispara al sol para llegar a la luna”, siendo consciente de que llegar al sol es prácticamente imposible. A partir de ahí, me gusta disfrutar del camino, llegue el éxito o no.
¿Qué le dirías a los potenciales espectadores para que se reflejen en este espejo?
Que vengan y que interpreten la obra como ellos la sientan.