El director madrileño Luis Prieto se graduó en 1994 en el prestigioso Instituto de las Artes de California (CalArts) en Los Ángeles. Su multipremiado cortometraje “Bamboleho” ganó más de 45 premios en festivales internacionales entre los que se incluye el premio a mejor cortometraje en el Festival de Cine de Tribeca (Nueva York) de 2002. Este viernes 6 de septiembre estrena en cines Estación Rocafort, una producción española de terror psicológico sobre la leyenda negra que esconde una de las estaciones más emblemáticas del Metro de Barcelona.
Protagonizada por Natalia Azahara (A través de mi ventana) junto a Javier Gutiérrez (La isla mínima, El Autor, Campeones) y Valèria Sorolla (nominada a Mejor Actriz Revelación en los Premios Goya 2023 por La Consagración de la primavera), la película nos sumerge en las entrañas del Metropolitano, adentrándonos en el corazón de las inquietantes leyendas urbanas que rodean la estación de Rocafort.
Sobre la Estación Rocafort recae una triste leyenda negra. ¿Cuál es, en resumen, la historia real en la que se basa la película?
Por desgracia, esta leyenda negra es cierta. Una leyenda que posteriormente se convierte también en leyenda urbana. Es una estación que desde el primer momento, cuando se está construyendo, ya sufre un grave accidente en el que muere un gran número de trabajadores. Posteriormente, durante la Guerra Civil, se convierte en un refugio subterráneo, y durante los bombardeos mueren bastantes personas en su interior, inocentes, obviamente…
Después, en los años ochenta hay una serie de accidentes y la estación Rocafort, a través de su leyenda negra, se convierte en un lugar predilecto, por así decirlo, para la gente que decide suicidarse tirándose al tren. Cuando estábamos rodando conocí a varios conductores que por desgracia habían sido testigos de estos suicidios.
Estación Rocafort tiene un ritmo trepidante. ¿Es la idea de la película, que se nos pase el metraje volando y nos llevemos unos cuántos buenos sustos?
Sí y no… Es cierto que es una especie de montaña rusa en la que el espectador se va a subir y no va a poder bajarse, pero como buena película de terror y como buen thriller psicológico, hay momentos que son muy pausados. Es la calma antes de la tempestad.
El juego con el tiempo es muy importante. En el tráiler sólo cuentas con minuto y medio y tienes que dar mucha información, pero al verla tiene esas dos cosas. Momentos que son muy lentos en los que se crea la tensión y de repente ocurren muchas cosas que son las que descolocan al espectador.
Lo que importa, y esto es cuando la película funciona, y en este caso lo ha hecho muy bien, es cuando tienes al espectador atrapado y estás manejando el tiempo, lo que siente y lo que no siente, lo que ve y lo que no ve. Esos momentos en los que le haces sufrir.
A lo largo de tu carrera te has especializado en el thriller y el thriller psicológico. También has hecho fantástico, pero ¿qué supone para ti adentrarte en el género de terror desde el punto de vista de la dirección y el guion, en el que también participas?
Curiosamente empecé haciendo cine de terror. Entre los ocho y los doce años, durante los veranos, rodaba cortometrajes de terror en Super 8, sin sonido. Rodaba mucho gore, slasher… Esos fueron mis pinitos, por así decirlo. Al mismo tiempo veíamos mucho cine de terror. Vi muchísimo cine de este género en mi infancia y en mi juventud y eso quedó ahí.
Más tarde, según crecí y estudié cine, he seguido siendo muy aficionado a este género, con curiosidad, aunque desde la distancia. Nunca pensé que haría una película de este género. En el mercado anglosajón, lo que más he hecho ha sido trabajar en thrillers de acción, aunque en televisión, es verdad que he tocado otros géneros.
Por ejemplo, en la película que hice con Halle Berry (Kidnapp), la última parte respira ese mundo de horror. Durante el rodaje me venía muy bien trabajar con mecanismos relacionados con ese género. Después, en el montaje me di cuenta de que la última parte era, en sí misma, una película de terror. Ahí fui consciente de que aquello que yo había vivido cuando era joven me había marcado. Sabía que era algo que podía hacer y me apetecía hacerlo.
Después, en un momento dado me surgió la posibilidad de hacer esta película. Me llamaron los productores; había un guion basado en la leyenda negra de la estación Rocafort; me gustó el proyecto y terminamos trabajando en el guion, incorporando partes que me parecían interesantes… Añadimos elementos del thriller psicológico para darle interés a la historia y esto se ha convertido en la película que hemos rodado.
En este sentido, me da curiosidad conocer cuáles serían tus referentes en la dirección de cine de terror…
Si te dijera los referentes más directos te acabaría haciendo spoilers y no quiero. Lo que sí te puedo decir es que crecí con el cine de miedo de los años 80 y 90. Desde El Exorcista a Viernes 13, Carrie… Todo lo que se hacía por entonces. También películas tipo El resplandor o Rosemary’s Baby (La semilla del diablo), de Polanski.
También películas que podríamos catalogar de Serie B, que son al mismo tiempo obras de arte, más de género puro, y películas más comerciales, pero de género elevado. Es decir, que aportan algo nuevo. Me he nutrido de todo eso para hacer esta película. Indudablemente, luego cuando lo haces, yo al menos, como director, tiro de todo. De todo lo que es bueno para la historia.
«Javier Gutiérrez es un actor increíble y una persona maravillosa»
¿Dónde se situaría Estación Rocafort si en un extremo pusiéramos películas como El Otro de Robert Mullighan o ¿Quíén puede matar a un niño? Y en el otro propuestas más comerciales como Viernes 13, que la mencionabas ahora, o Saw?
Muy probablemente en ese otro cine, más de autor.
Javier Gutiérrez, ganador de dos Goyas, es uno de los actores más relevantes en el panorama actual, en nuestro país. ¿Cómo ha sido la experiencia de trabajar con él en este proyecto?
Fantástico. Javier es un actor increíble y una persona maravillosa. Da gusto trabajar con alguien así, que te da tanto, que a veces con muy poquito te aporta muchísimo… que estudia el personaje y que aporta cosas que no están escritas o, si está escrito, te lo desarrolla todavía más. Eso es encantador; cuando tienes un actor que conoce a su personaje más que tú como director o guionista, hace suyo el personaje.
Es un encanto de persona y un actorazo, increíble. Él me comentaba, Luis, “yo nunca he hecho cine de este tipo, de terror o un thriller psicológico, como este proyecto. Tengo mucha curiosidad y me pongo en tus manos”. Yo dije: “no, no… nos ponemos en nuestras manos, esto es un trabajo de equipo”.
Como director, ¿te gusta dejar que los actores improvisen y busquen su propio espacio interpretativo, o llevas todo muy medido?
Depende, cada película es completamente diferente. Lo que es importante recordar es que se tarda mucho tiempo en escribir un guion y hay muchas horas detrás de cada palabra que se escribe. Hay que saber respetar ese trabajo. Hay que ser muy buen actor para saber improvisar y, en ocasiones, uno decide cambiar dos frases o quitar una palabra y sin darse cuenta está destruyendo una estructura que estaba muy bien construida. Hay que saber improvisar y saber cuándo se puede improvisar y cuándo no.
¿Podrías poner un ejemplo sobre este tema que hayas vivido en tu carrera como director?
Te voy a contar una anécdota que me pareció maravillosa, fue en la película que rodé con John Malkovich, Shattered, que en España se llamó El engaño. Los protagonistas eran dos actores muy jóvenes, Lily Krug y Cameron Monaghan, y, obviamente, Malkovich, que es un dios de la interpretación. Me dijo un día antes del rodaje, “Luis, ¿Te importa si improviso un poco y cambio el diálogo? Es para asegurarme de que no se relajan…”.
El concepto era siempre el mismo, aunque el texto no; cambiaba el orden de las palabras o añadía algo nuevo para descolocar a los actores. Esto era brillante, porque haces la primera toma, esto ocurre a veces con actores que tienen menos experiencia, y ya no reaccionan a lo que dice el otro actor; se han aprendido lo que tienen que decir y en el momento en que Malkovich les cambiaba la frase les descolocaba por completo. Tienes que reaccionar… Así lo que consiguió es que todas las tomas fuesen frescas. Para eso sirve improvisar.
¿Y con Natalia Azahara?
Natalia es fantástica, es una actriz muy joven y muy bien preparada y también muy buena persona, es un encanto, un sol. Es completamente maleable en el sentido de que se entrega a lo que quieras. Esta ha sido una película muy dura para ella porque la dejábamos agotada todos los días, literalmente. Emocionalmente es una película muy cargada, muy fuerte, y ella llevaba mucho peso en gran cantidad de escenas.
Su registro es increíble, reconozco que me sorprendió su capacidad para estar todos los días, desde el primer minuto hasta el último, en el papel, y ser capaz de dar aquello que pidiera la escena. Ayer lo hablábamos, estaba agotada al llegar a casa, la agotaba mucho este trabajo, físicamente. Es una actriz muy visceral y muy inteligente.
«Estación Rocafort juega con las expectativas del público, con la oscuridad y el uso del tiempo»
¿Cómo describirías el rodaje de la película a nivel de dirección? No sé si has buscado una iluminación especial, tipos de planos, si los escenarios son reales o no… si ha habido más o menos postproducción digital, efectos especiales… ¿Qué textura tiene la película?
Es una película complicadísima a nivel de dirección porque todos los decorados son reales. Cuando tú ves el Metro, es el Metro. Obviamente, una gran parte de la película sucede en Barcelona y otra en el Metro, siempre de noche. El Metro de Barcelona no te lo cierran para rodar una película. Es más, sólo podíamos trabajar de 01:00 a 05:00 de la madrugada.
Eran cuatro horas, el tiempo que teníamos para entrar y salir. Por eso, entre otras razones, la dirección de fotografía tenía que ser muy minimalista y muy inteligente, en el sentido de que, colocase lo que colocase el director de fotografía, tenía que ser ligero para montar y desmontar rápido. Pero al mismo tiempo tenía que funcionar muy bien. El director de fotografía, Marc Miró, hizo un trabajo fantástico utilizando las luces practicables, que ya estaban en ese escenario…
A nivel de dirección, sí había algunas partes del Metro de Barcelona en las que la empresa nos permitía trabajar, como las cocheras o algunos túneles que ya no se utilizan…Ahí pudimos rodar ciertas cosas, pero después nos faltaba otra parte que sucedía en la Estación de Rocafort. Ha sido un trabajo de rompecabezas, de puzle, donde estás rodando dos piezas el jueves en una de estas localizaciones y, un mes más tarde, estás rodando las dos piezas van al lado en otra localización.
Esto no es sólo complicado a nivel de dirección, para seguir la continuidad o que no se te olvide lo que querías conseguir, sino también para los actores. Temas de racord, de mirar a la derecha cuando antes no teníamos nada en esa posición…En ese sentido ha sido una película muy complicada de hacer. En otros sentidos, fue al contrario también.
Esto me ha recordado a lo que decía Orson Welles sobre que la verdadera puesta en escena tiene lugar en la sala de montaje. Sabiendo que iniciaste tu carrera como montador, ¿qué relevancia tiene esta cuestón en Estación Rocafort?
Es cierto, empecé como montador y este trabajo ha sido muy complicado. Una película se hace tres veces: cuando se escribe, cuando se rueda y cuando se monta. En este caso, el montador es un italiano afincado en Los Ángeles que se llama Federico Conforti. Con él he montado varias películas, en concreto la que hice con Malkovich. Es un montador maravilloso. El hecho de que yo empezase como montador de documentales y publicidad, es algo que me permite saber, cuando voy a rodar, cuál va a ser el resultado final.
Lo que te comentaba antes de montar distintas piezas rodadas en distintos lugares es algo habitual en el cine, pero en esta película se llevó al extremo. Rodábamos planos seguidos para la escena 5, la 24, la 47… A ese nivel yo no lo había hecho nunca y no se suele hacer. Haber sido montador me permitía saber discernir si determinados planos me hacían falta o no, o si me hacía falta rodar determinadas escenas o no. Posteriormente, en el montaje, trabajando con Federico Conforti vuelves a dar un repaso a todo lo que has hecho, a la película como la habías imaginado, como la has rodado, y te das cuenta de que hay cosas que no necesitas. Ahí compruebas cómo puedes hacer algo mejor si montas de una manera distinta a lo que habías pensado durante el rodaje. El mundo del montaje es maravilloso y es otra ocasión para mejorar cómo se cuenta la historia.
«Visitar el Metro se ha convertido en algo terrorífico»
Es decir, desde la idea inicial, el storyboard, el rodaje y el montaje final, ha habido muchos cambios…
En este caso sí, porque había un guion original que tenía la leyenda negra… Después cuando entré yo se reescribió al 80% para ajustarlo más, y luego en el rodaje tienes cosas que, como pasa en la vida misma, puedes o no hacerlas. También hay cosas que cuando las ruedas te parecen geniales, pero no hacen falta para contar la historia. Es mi forma de ser, sé lo importante qué es el montaje y no me importa quitar determinadas escenas. Es como un álbum de fotos de un padre con su hijo. No puedes decir que quieres todas… Así que no tengo ningún problema en quitar las fotos que no valen.
Es un trabajo de purificación de la historia. Es decir, vamos a buscar la mejor historia que podamos contar, y no tengo ningún problema en quitar una escena aunque sea preciosa. Ya la pondré en otra película. Si no sirve, no tiene que estar.
¿Qué puede esperar el espectador cuando acuda al cine a ver esta película?
El espectador se va a encontrar una película de terror, pero también un thriller psicológico, cuyos límites son difíciles de definir… Habrá espectadores que pensarán que están viendo una película de terror y otros que piensen que están viendo un thriller psicológico, pero en realidad van a ver las dos.
Lo que tiene esta película, sobre todo es que atrapa, atrapa al espectador. La película termina y Estación Rocafort se ha quedado contigo. Estoy convencido que a ciertas personas, y lo digo porque soy de los que hacen pases mientras la estoy rodando, que la película se queda en la mente del espectador durante unos días, porque hay cosas que te marcan, que se quedan contigo. Habrá personas que tengan dificultad cogiendo el Metro por la noche, a solas… Si ya el Metro por la noche, a solas puede ser un poco misterioso, después de ver esta película, puede ser terrorífico.
No es fácil que una película haga pasar miedo al espectador. Esa sensación que tanto nos gusta a algunos…
Desde luego, esta película da miedo, provoca tensión, va a haber saltos… Y al mismo tiempo es una película que te conmueve. Y te vas a mover, no te vas a quedar quieto.
Has trabajado gran parte de tu carrera en Hollywood y esta es una cinta netamente española. ¿Qué diferencias aprecias desde tu posición entre el cine americano y el español a nivel de industria y en la forma de trabajar?
Son dos industrias similares, pero al mismo tiempo diferentes. Como director es difícil, porque por una parte hay muchas diferencias. Como al mismo tiempo he vivido muchos años en Los Ángeles, aquello me parece lo normal… Al final es una cuestión cultural.
Te pongo un ejemplo muy “tonto”. Si estoy rodando en España puedo poner dos cámaras pegadas una a otra, con los operadores tocándose los hombros; si hace falta, el operador B se sienta encima de las piernas del operador A, para tomar el mejor encuadre del plano. Esto, cuando estuve rodando, por ejemplo, Kidnap, con Halle Berry, que incluso tenía un director de fotografía español, es imposible, no se puede hacer.
Recuerdo que tenía dos cámaras y quería ponerlas juntas, y los operadores me decían: “Así no puedo trabajar”. Era como… “¿perdón?”. Necesitan mucho espacio a su alrededor para realizar su trabajo. El espacio físico entre los latinos es un concepto muy diferente al espacio físico entre los anglosajones. De la misma manera, si te vas a la India, todo esto se vive de otra forma. En cuanto al rodaje, se rueda igual en todos los sitios, pero culturalmente es muy diferente.
«Lo importante de una película es que te conmueva»
Ya que esta entrevista es para Madrid es Noticia y que tú eres de Madrid… ¿Tienes planeado hacer alguna película en la capital, o rodar alguna historia ambientada en nuestra ciudad?
Me gustaría. No tengo el proyecto, pero me gustaría mucho. Lo hablábamos justo antes… Curiosamente ya llevo siete películas y muchísima televisión, y esta es la primera película española que ruedo. Soy madrileño y Madrid aún no me han dado la oportunidad (risas), así que ya toca.
Es curioso cómo has llegado a Hollywood y has conseguido implantarte en Estados Unidos. No sé si eres pionero pero llama la atención tu historia con el cine americano.
Es algo muy difícil de planear. Mi primera película fue una producción española rodada en Argentina, aunque por desgracia nunca se terminó. Pero fui a Italia y la vieron unos productores que estaban involucrados en el desarrollo de otra película allí, una comedia romántica. Tenía cosas en común con la película que yo rodé en Argentina y me contrataron. Después, se convirtió en un éxito de taquilla, con 19 millones de recaudación. Fue el mayor éxito que hubo en Italia en su momento, y la película más taquillera en los últimos diez años.
En ese momento decidí quedarme en Italia. Viviendo allí, después de ese éxito, todas las películas que me llegan son comedias románticas y empiezo a aburrirme, porque empecé con mi cortometraje Bamboleho que tiene un corte social mezclado con acción, música y también historia de amor, pero es mucho más que una comedia romántica.
En aquel momento me llega una oferta para rodar una película en Inglaterra, un thriller de acción, Pusher; Voy a rodarla y tiene mucho éxito, siendo mi primera película en inglés. Después la peli va a Toronto, a varios festivales en Estados Unidos, es número 1 en alquiler en Apple TV y me abre las puertas a agentes americanos y ahí empieza mi aventura USA.
Me fui a vivir allí, hice la película con Halle Berry, funciona muy bien y abre nuevas oportunidades para rodar televisión… De ahí empecé a rodar con actorazos como Martin Freeman… Fue algo increíble, uno detrás de otro. John Malkovich, Frank Grillo, que es con el último que he rodado en cine… Si llego a planearlo, no lo consigo (risas). Digamos que no es una línea recta.
El thriller y el terror comparten el gusto por las emociones fuertes. ¿Cómo ves esa experiencia de disfrutar viendo como sufren otros desde la butaca?
Lo importante de una película es que te conmueva. Si estás viendo una historia de amor, quieres llorar, quieres sufrirla, emocionarte, quieres reír, enamorarte. Y creo que en el thriller o en la película de terror es exactamente lo mismo. Tienes que estar con la piel de gallina, sin saber qué es lo que va a pasar, quién está detrás de esa esquina. Quieres vivir una hora y media a punto de sufrir un ataque al corazón, como quién dice. Y el horror es eso, pero con esteroides. Es decir, llegar un poquito más lejos.
A veces, curiosamente, el thriller va mucho más rápido que el cine de horror. Porque en el cine de horror es súper importante el tiempo. Es un reloj que tienes que trucar y que no va siempre a su ritmo. Así dejas a todo el mundo descolocado porque el “tic” no suena cuando tiene que sonar. Juegas con las expectativas del público, con la oscuridad, cosas con las que no juegas normalmente en el thriller, aunque también se puede hacer.
Para mí, el cine que tiene éxito es aquel que vas a verlo y te convierte en algo más que un espectador. Has vivido la experiencia que te proponía la película; te has entretenido y te lo has pasado muy bien, aunque hayas sufrido.
«Crecí durante el renacer del cine de terror en los años 80»
Ya has comentado algo, pero, repasando tu filmografía llama la atención el remake de Pusher, de Nicholas Windign Refn. ¿Cómo surgió la posibilidad de hacer algo así?
Me alegro mucho de que me lo preguntes. Cuando rodé Bamboleho funcionó muy bien a nivel de festivales. En Venecia se llevó una mención de Jurado, ganó el Tribeca Film Festival, que es el festival de Robert de Niro, en la primera edición… Ganó como 50 premios internacionales. Pues en uno de esos festivales, en San Petersburgo, un miembro del jurado y otra persona querían montar una productora en Inglaterra, Alan Niblo y James Richardson. Curiosamente habían visto Bamboleho, y estando en Barcelona, me dijeron: “Luis, hemos visto tu película y nos encanta”. Tomamos un café y me contaron que querían hacer algo juntos en algún momento.
Diez años más tarde montaron esa productora también con muchísimo éxito. Han rodado parte de la historia del cine británico, Bronson, por ejemplo. Así que en uno de estos viajes que estoy por Inglaterra, les llamé y ahí me propusieron hacer el remake de la primera película de Nicolas Winding Refn, Pusher.
¿Y cómo fue esa adapatación?
Para mí fue una responsabilidad demasiado grande, es una película muy buena y en principio me negué. Pero me dijeron: “No, no. En primer lugar, Nicolas está en la película, la apadrina, de hecho hace un cameo; y dos, es un guion nuevo que hemos estado haciendo el Londres, a ver qué te parece”.
Leí el guion y me encantó… Y al mismo tiempo me dijeron que sería mi película, que “sin complejos” de estar haciendo un remake de Refn. Propuse algunos cambios, como desarrollar más la historia de amor, que en la película de Nicholas era casi inexistente y muy seca… También porque yo había hecho muchas comedias románticas y me lo pedía el cuerpo. Mi historia viene más del mundo de los clubes, la cocaína, las drogas sintéticas… No tanto la de Nicolas que proviene del mundo de los pubs con una intención muy de cinema verité. Yo hice una cosa muy slick, muy moderna, por así decirlo. Fue la versión actual de ese film. La hicimos y funcionó.
¿Tienes alguna anécdota especial de ese rodaje?
Nicolas se presentó un día en el rodaje cuando yo estoy rodando en casa del protagonista, Richard Coyle. Yo estaba metido literalmente en un baño muy pequeño y Nicolas acababa de venir de Cannes, donde ganó el premio con Drive y como que te pones a sudar porque tienes a Dios en la habitación.
Yo estaba sentado casi literalmente en el retrete, uno en el retrete, otro en el bidé y yo en una silla con mi monitor… otro en la bañera, el de sonido… Eran tres metros cuadrados. Y al llegar él, pues te impresiona, pero es un tío majísimo. Estuvo allí unas horas conmigo, me dijo que conocía mi trabajo en este remake y que le gustaba. Fue una experiencia muy agradable, la verdad.
¿Qué películas o directores te han sorprendido en el último año?
Me gusta sorprenderme, con el cine. Me gusta, por ejemplo, La zona de interés, de Jonathan Glazer, en realidad me gustan casi todas sus películas… Cuenta la historia de una familia de trabajadores militares nazis, al lado del campo de concentración y es una película increíble. Hablando del último año, Saltburn también está muy bien, o Ripley, basada en la obra de Patricia Highsmith, pero está muy bien adaptada al Londres actual.
Esas me parecen muy recomendables. Obviamente, Christopher Nolan… Oppenheimer me pareció una obra de arte. Y a veces me gustar tirar del cine de toda la vida, en lugar de estar viendo cine actual, que está bien, pero también me veo esos clásicos, que nunca llegaron a tener esa categoría de clásicos. Gente como Tarantino, que ves sus películas y tienes que darle la razón, como cineasta.
¿Cuál será el recorrido de esta película en festivales?
Aún no lo tengo claro. Sé que estrenamos el 6 de septiembre, que ya la han comprado algunos países asiáticos, que allí es un género que les apasiona y también, por la historia de la película, la han comprado en Latinoamérica, en México… Está en ese proceso de ventas internacionales, así que aún no sabemos.
Es curioso cómo funciona todo hoy en día, es decir, yo rodé la serie de televisión StartUp con Martin Freeman para una cadena de TV americana, que aunque era muy importante, era muy desconocida. Esa serie en su momento se vio poco. Cinco o seis años más tarde, Netflix la compró, se vio y estuvo número 1 durante un mes en todo el mundo.
Después, hace dos años estuve en Sevilla rodando una serie para España y los productores me dijeron que la habían visto en Netflix y les había encantado. Dos horas más tarde me llegó un mensaje del montador, desde Puerto Rico, y me dijo que estábamos en España en el número 1. Cuando una película es buena, a lo mejor tarda en conocerse, pero termina viéndose, le atrae a todo el mundo.
¿En qué futuros proyectos estás trabajando?
Es complicado. Tengo varias cosas, pero o no están cerradas o aún son Top Secret. No te lo puedo decir, pero hay cositas que están muy cerca de llevarse a cabo.
Fotografía de portada / Sarah Webster