Aunque ningún madrileño (ni español) haya puesto nunca un pie en la luna, el papel de la región en la carrera espacial ha sido, aunque muchos, lo desconozcan, decisivo.
Concretamente el que jugó la estación de comunicaciones de Buitrago de Lozoya, construida en este municipio madrileño, que se erigió como un emblema en la historia de la ciencia y la tecnología del siglo XX.
Su relevancia fue particularmente notable durante las misiones Apolo de la NASA, cuando la agencia espacial estadounidense necesitaba mantener contacto continuo con las naves en órbita. Esta necesidad global impulsó la creación de diversas estaciones de comunicaciones alrededor del mundo, esenciales tanto para las comunicaciones como para las transmisiones de señales televisivas, ahora parte integral de nuestra memoria colectiva.
El edificio de la estación fue resultado de la colaboración entre los renombrados arquitectos Julio Cano Lasso (1920-1996) y Juan Antonio Ridruejo Brieva (1935-2002). Su diseño y construcción, realizados en un tiempo récord entre 1966 y 1967, fueron concebidos para operar como un centro de satélites, manteniéndose activo hasta el año 2003. La significancia histórica y científica de esta instalación llevó a su declaración como Bien de Interés Cultural en la categoría de sitio científico.
La historia detrás de la estación
El proyecto original de la estación no solo abarcaba las infraestructuras de comunicación, sino también un conjunto de residencias, necesarias para un lugar de trabajo entonces aislado y de difícil acceso. El complejo incluía vestíbulo, sala de control, sala de planos, laboratorio, área de urgencias, despachos, archivo, almacén, sala de conferencias, seminario, dormitorios y un patio, entre otros espacios.
Durante la misión Apolo 11, que logró el histórico alunizaje en julio de 1969, la estación de Gran Canaria fue crucial. Posteriormente, la estación de Buitrago de Lozoya tomó el relevo en misiones subsecuentes, como en la misión fallida del Apolo 13, que aunque no pudo aterrizar en la Luna, logró circundarla, y en las misiones hasta mediados de los años setenta, incluyendo la misión Apolo-Soyuz de 1975, una colaboración sin precedentes entre Estados Unidos y la Unión Soviética.
Casi abandono… y Bien de Interés Cultural
Con la conclusión del programa espacial, la estación de Buitrago se reconvirtió en un centro de comunicaciones neurálgico para la vida civil en España. Su función principal pasó a ser el enlace de conexiones telefónicas y televisivas con satélites estacionarios sobre los océanos Atlántico e Índico, siendo fundamental durante eventos significativos como el Mundial de fútbol de 1982.
Aunque el centro cesó su actividad como centro de satélites en 2003, sus cuatro grandes antenas permanecen en pie, aunque actualmente sin uso. El lugar sigue siendo un punto de encuentro para empleados y directivos de Telefónica, la compañía propietaria.
En todo caso, la estación de Buitrago de Lozoya sigue considerándose una obra clave en la arquitectura española del siglo XX y una pieza fundamental en la carrera de Julio Cano Lasso. El edificio, con un diseño que se adapta armoniosamente a su entorno, refleja tanto la sensibilidad paisajística como el espíritu científico que inspiraron su construcción.
Ejemplo de desarrollo tecnológico y progreso, el edificio también es pionero en construcción sostenible, utilizando ladrillo de barro local. Esta integración con el paisaje y el entorno local lo convierte en un precursor de futuras estaciones similares, destacando por su innovación y armonía con el medio ambiente.
La estación de comunicaciones de Buitrago de Lozoya no solo jugó un papel crucial en la era de la exploración espacial, sino que también se erige como un testimonio perdurable de la innovación arquitectónica y tecnológica del siglo pasado.
