El sevillano Pedro Caldas, formado en psicología y trabajador en una residencia de mayores, ha obtenido el Premio SM El Barco de Vapor 2024 por su obra La leyenda del samurái y la mariposa azul. Tal y como ha señalado el jurado, esta novela es “un soplo de aire fresco en la literatura infantil y juvenil actual, que descubre a los lectores la atenta belleza de la inteligencia combinada con el humor”, y además, “es una novela de aventuras hilada con ironía y delicadeza japonesa, en la que no sobra ni falta una pieza”.
A lo largo de su carrera como escritor, Caldas ha escrito Mujer Paloma (primer premio del I Certamen de Poseía Mercedes de Velilla) e Inculto (segundo premio del XVI Certamen de Poesía José Mª de los Santos, 2005). También ha publicado la novela corta Cerca (ediciones en Huida), de corte fantástico, sobre la inmigración; y fue finalista del Premio Internacional de Novela Ciudad de Barbastro en 2015. Confiesa que es un escritor caótico que se guía por imágenes poéticas y que “el lenguaje debe ser un lugar acogedor para los lectores”.
¿Cómo nació esta Leyenda del Samurái y la mariposa azul?
Fue por una casualidad gracias a mi hijo. Íbamos paseando por Málaga y en la puerta de un hotel que se llama Mariposa hay una especie de estatua de un samurái, o un guerrero mongol, no recuerdo muy bien, aunque a mí me parece más un samurái. El caso es que tiene una mano sobre la otra en son de saludo, o así lo interpreto yo; pero mi hijo me dijo, “mira papá ahí está la mariposa”, señalando las manos del guerrero. Me pareció algo muy poético, un tío fuerte con su armadura combinado con la fragilidad de una mariposa. De ahí surgió la idea…
Sus personajes son una niña vivaracha y descarada y un honorable samurái. ¿Cuál es el conflicto entre ellos y el porqué de sus interesantes discusiones?
Provienen de mundos muy diferentes por no decir contrapuestos. El samurái tiene la lealtad por bandera, algo que le hace estar un poco ciego ante el mundo que le rodea y a sus emociones, aunque después se descubre que no es de esa manera. La niña, sin embargo, proviene de un mundo completamente diferente donde la naturaleza es primordial. Ella no entiende el concepto de lealtad porque pertenece a un mundo relacionado con el peligro y las amenazas. Por eso la inocencia de la niña y el carácter de samurái crean un conflicto que al mismo tiempo es también una relación entrañable, casi de padre e hija.
«Si perdemos nuestro nexo con la naturaleza, perdemos nuestra identidad en el mundo»
Esta novela juvenil expone una cultura fascinante como la japonesa desde un ámbito estético. Pero también introduce figuras simbólicas. ¿Qué es lo que más puede atraer al lector de esta cultura al leer la novela?
No lo tengo claro. A mí la estética japonesa me gusta mucho pero es verdad que surgió por el tema de mi hijo. En cuanto al simbolismo japonés, por ejemplo, el Monte Fuji sí que tiene importancia en la novela porque simboliza el nexo de unión de los seres humanos con la naturaleza. Si perdemos eso, también estamos perdiendo nuestra propia identidad en el mundo, lo que somos. Por su parte, la mariposa significa también la fragilidad de la naturaleza, lo fácil que es destruirla y al mismo tiempo lo fácil que sería protegerla, prestándole un poco de atención.
Va un poco por ahí, también está la Yamamba que me permitió tomar una cierta libertad literaria, porque no es exactamente una bruja occidental, pero yo la occidentalicé mucho. Es otro elemento de la mitología que queda patente. Y luego, hablando del tema de las maldiciones quiero poner el foco en la “atenta belleza de lo que nos rodea”.
La historia apela de una forma fascinante a la belleza de las cosas pequeñas. ¿Cómo lo hace?
Algunas de las cosas más sencillas, como las sensaciones corporales, lo que sentimos al escuchar el viento, por ejemplo… Estamos tan distanciados de nosotros mismos por las pantallas y la superficialidad de las cosas, que no nos paramos a pensar ni en las sensaciones a nivel físico. Eso está en la superficie, pero después, el libro también apela a emociones muy profundas, cuando se pone de manifiesto “la atenta belleza del corazón”. No nos fijamos muchas veces en la “atenta belleza” de las personas que tenemos delante, con sus conflictos o con el amor que también tiene y expresa. Es una toma de conciencia, reparar y vernos también a nosotros mismos. Dejar de ir como robots por la vida.
En el texto encontramos una reinterpretación de los cuentos de fantasmas japoneses y algunos de sus monstruos, como los Yokai, los Yurei o la Yamamba. Tú los conviertes en horrifante, tragatormentas, maldiciones… ¿Cómo se relaciona el imaginario de Pedro Caldas con el mundo de los espíritus japoneses?
Todos estos monstruos son producto de mi invención, porque me gusta ser lo más original posible, pero al mismo tiempo quería que pudieran encajar bien en la mitología japonesa. Aparece también un dragón pero no es cómo lo entendemos en mitología clásica, tiene unas alas diferentes, puede volar y tiene otras características diferentes. Lo de las luciérnagas simplemente surgió y lo de las ballenas luminiscentes o los tragatormentas, pasa lo mismo. He querido jugar con la mitología japonesa pero pensando en qué puedo aportar yo a ese mundo.
Los Yokai que comentas sí tienen que ver con el sintoísmo, que está presente durante toda la novela sin mencionarlo, porque es representativo de la unión que tienen los japoneses con la naturaleza. Se sirven de la naturaleza pero sin dañarla, protegiéndola. Y eso sí que está presente en la novela.
«Soy un escritor caótico, me guío por imágenes poéticas»
La mariposa ‘Akari’ no puede vivir lejos de los fuegos del monte Fuji. ¿Hay también un poco de thriller en la novela?
Es verdad… Ahí se evidencia mucho el conflicto que hay entre el samurái, que simplemente quiere llevar la mariposa al emperador sin contar con las consecuencias que tenga para ella. Lo tiene en cuenta, pero lo que más le pesa es lo que su hijo tenía que haber hecho. Y por el lado de la niña, su afán es proteger a la mariposa por encima de todo. Así sí se convierte en parte en un thriller y es terrorífico si te pones del lado de la niña; en realidad sí que pasan cosas y no es una novela fácil, por decirlo así, tiene su parte dramática.
Hablando de cosas terroríficas, es muy interesante ese pueblo espectral llamado Kuroi Sato. ¿Qué secretos esconde?
Es el recuerdo. De alguna forma el revés de la moneda, no olvidar las barbaridades que se han hecho. Si no tenemos conciencia estamos condenados a olvidar. Kuroi Sato es el recuerdo, el eco de lo que ha pasado, un recuerdo que está presente. Allí tuvo lugar una catástrofe generada por la envidia de un hombre. Es una huella dactilar que se queda en el tiempo y el espacio para tomar conciencia primero, que los hombres sean conscientes de lo que ha pasado y para que pueda haber cierta justicia.
Los dos personajes principales rezuman una gran carga de valores. ¿Los podrías describir?
En cuanto a los valores de la niña, salvando las distancias, a mi me recuerda un poco a Momo en el sentido de que es sana, no está contaminada por “los valores” que imperan en el mundo. Por otra parte, en el universo de los samurái imperan la lealtad, el honor… En él impera el afán del deber, cumplir con las consignas del Emperador. Esa es la primera capa, pero en realidad lo que le guía es el amor a un hijo que ha perdido.
La diferencia sería esa, pero sobre todo, el valor que yo le otorgo a los personajes es la empatía, ser capaces de ponerse en el lugar del otro, del enemigo. Entender por qué hacen lo que hacen los enemigos. La niña sí logra entender un poco por qué el samurái hace lo que hace y el samurái también acaba entendiendo a la niña.
Esa empatía sería interesante transmitirla a los niños que lean esta historia…
Yo creo que sí… No sé si lo he conseguido o no, sinceramente, pero sí. A pesar de eso no me gusta hacer demagogia, no quiero darles clases a los lectores para que sean empáticos. La idea es hacerle entender al samurái que cada uno tiene sus expectativas, por el lugar que le ha tocado ocupar en el mundo y por sus experiencias, dolorosas en algunos casos. Es abrir los ojos, ponerte en el lugar del otro, y eso se va viendo a lo largo de la novela, mientras se enfrentan a monstruos y tormentas. Para mí esto es muy importante, aunque no sé si los niños llegarán a captarlo. Además no fue algo buscado, cuando terminé la novela vi que había pasado, pero no fue una idea preconcebida a la hora de escribir. Mientras la escribía se convirtió en algo importante.
«Hay que cuidar el lenguaje, debe ser un lugar acogedor para el lector»
Hablabas hace un momento de Momo. Entre tus influencias encontramos a Michael Ende, William Goldman y Joan Manuel Gisbert. ¿Cuánto hay de ellos en la Leyenda del Samurái y la mariposa azul?
A Gisbert le debo mucho, sobre todo el tratar a los niños como personas inteligentes. Yo cuando era niño y me encontré con La noche del viajero errante de Gisbert… lo recuerdo perfectamente y se me pone la carne de gallina. Pensé, “por fin un autor que no nos trata como si fuéramos tontos. Tiene un lenguaje tan rico, tan poético, tan evocador… “Parece que está escribiendo con filigranas de plata en el agua”, recuerdo esa frase en mi mente y estar embelesado mientras lo leía. No sé si tuve muy mala suerte con los libros anteriores que había leído, pero era como si tiraran las palabras.
El lenguaje hay que cuidarlo y debe ser un lugar acogedor para el lector, tanto para los adultos como para los niños. Creo que tienen capacidad suficiente, como yo la tenía, de deleitarse con el modo en que están escritas las palabras. Yo, salvando las distancias, evidentemente, trato que el lenguaje sea algo más que un vehículo para llevar al lector más allá del punto A al punto B de la trama. Que tenga vida, que tenga un color, que le dé a la novela una textura diferente.
Sobre Michael Ende, me encanta su uso de la fantasía enraizado en la realidad. Para evocar, para hacer que te hagas preguntas y poner el foco de atención en cómo nos posicionamos cada uno en nuestra vida. Deberíamos leerlo más los adultos que los niños. Mi pareja me decía algo muy bonito de Michael Ende. “Escribía para los adultos en los que esos niños se convertirían”, me pareció precioso. De Goldman, ‘La princesa prometida’ me encantó, pero no estaba en mi mente hacerle un homenaje, aunque en cierta forma sí se lo he hecho y, por otro lado, ‘Dos hombres y un destino’ es de mis películas favoritas.
«De niño quería escribir una novela de aventuras que fuera pura, luminosa y limpia»
Has explicado alguna vez que esta novela es lo que siempre habías querido escribir cuando eras niño. ¿Cuáles fueron las sensaciones al terminar y entregar la novela?
Al entregarla no tanto, porque ya estaba hecho a la idea, me puse como meta entregarla a un premio para poder terminarla, si no, no la hubiera terminado en la vida… (risas). Pero cuando la terminé, tuve unas sensaciones tan satisfactorias… es como un broche que pones a una cajita, como una carta en un sobre que has escrito con mucho amor, porque está escrita para mi hijo y para mi mujer. Cada sábado, que terminaba un capítulo se lo pasaba a ellos para que lo leyeran. Ha sido un viaje muy bonito, lleno de luz.
Es verdad que cuando era niño quería escribir una novela de aventuras que fuera pura, que fuera luminosa y limpia. Inocente, aunque, como hemos hablado, esta no lo es tanto. Habla de cosas muy duras, pero sí, quería escribir algo BONITO, y creo que ha quedado bien, las cosas como son. No tiene más pretensión que esa, pero claro, de niño no tenía los recursos que tengo de adulto.
¿Cómo te defines como escritor? ¿De brújula, de mapa… de ninguna de las dos…?
Caótico. Un desastre. (Risas). Yo no soy capaz de hacer un mapa de la trama, me aburre muchísimo, aunque es verdad que estoy trabajando en una nueva novela y sí lo estoy haciendo. Yo soy un escritor caótico, me guío por imágenes poéticas. Me pongo a escribir y a ver qué sale, sinceramente.
Desgraciadamente el pensamiento va más rápido que tú, así que se me van ocurriendo ideas a futuro y pienso que una parte de la trama pueda ir por aquí o por allí. De pronto se te ocurre algo y vuelves a un capítulo anterior, para enlazar una cosa con otra, pero como te digo soy muy caótico. Me guío más por mi intuición o subconsciente, llámalo como quieras. Es una manera muy lenta de escribir porque no te amparas en nada, pero también es cierto que a medida que vas escribiendo se va conformando el mapa. Hay ocasiones en que vuelvo a reescribir desde el principio la novela cuando llego a un determinado punto. La he reescrito muchas veces y además soy muy metódico con las correcciones. En ese sentido sí lo soy, porque me gusta utilizar un lenguaje lo más rico posible.
¿Cómo trabajas en esas correcciones? Muchos novelistas dicen que es la parte más ingrata de escribir una novela.
Leyendo una y otra vez. Lo que no me hace sentir, lo cambio. Puede estar “muy bien escrito” pero si a mí no me transmite un color o una textura diferentes o veo que un párrafo no está alineado con los personajes, lo corrijo. Elimino los párrafos que te sacan de la historia, los que no se identifican con la voz de los personajes. La conexión va más por ahí, más que el ritmo, que también, que cada capítulo conjunte bien con el global del texto… Busco cierto equilibrio, que no suba y baje la intensidad de los capítulos sin un sentido determinado. Escribo en base a sensaciones.
¿Cómo recibiste la noticia de que habías obtenido el Premio SM El Barco de Vapor 2024?
Con estupor. Nadie sabía, excepto mi mujer y mi hijo, que me había presentado al premio, porque me daba vergüenza. Pensé: “¿dónde voy yo?”… Pero claro, me llamaron por la tarde, estando en el trabajo y pensé que era una broma. Ya empezaron a reírse y tardé un tiempo en creérmelo, aunque era verdad. Me leyeron incluso el acta del jurado y ya me fui convenciendo. Pensé, “parece que se han leído la novela, sí” (risas).
Tengo ya 50 años y llevo escribiendo desde que estaba en 8º de E.G.B. y que alguien te diga que lo que has hecho les gusta, y les gusta lo suficiente como para premiarlo, para mí es como cerrar un ciclo. Un ciclo que empezó sacando libros de la biblioteca. Poder tener mi libro en la biblioteca para que toque el alma de otros niños para mí es maravilloso. Más allá del ego, que yo para la edad que tengo, tengo muy poco, para mí es muy bonito. Compartirlo con la gente que me quiere, y que sabe lo importante que es para mí la escritura, es muy bonito, la verdad.