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Madrid, veinte años después de los atentados del 11 de marzo

Se cumplen 20 años de los fatídicos atentados del 11 de marzo. Madrid es una ciudad distinta, con nuevos rasgos que proceden de aquel día tan oscuro

Todos nos acordamos, desgraciadamente, de qué hacíamos ese día. Seguramente muchos tienen una visión clara de cada minuto, a medida que iban llegando nuevas imágenes, informaciones (y desinformaciones) del día más aciago de la Comunidad de Madrid en su historia reciente.

Hace justo dos décadas, experimentábamos la barbarie en carne propia, con unos brutales actos que dejaron una profunda cicatriz en el corazón de la ciudad y del país. Los atentados del 11 de marzo de 2004 no solo marcaron un antes y un después en la historia de España, sino que también marcaron un antes y un después en todos los ámbitos, desde la concepción de la seguridad hasta nuestros pensamientos más privados.

La mañana de aquel fatídico día, con un gris que no hacía presagiar nada bueno, el eco sordo de las explosiones en los trenes de cercanías fue triste despertador. La tragedia dejó a su paso una estela de dolor, luto y desolación que la Comunidad de Madrid tardaría en superar, cobrándose 193 vidas, 2.000 heridos y una factura de secuelas que aún hoy perdura.

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Lo mejor fue, como siempre la respuesta de los madrileños, fue inmediata y apasionada. Madrid se convirtió en un crisol de emociones compartidas, donde la tristeza y el dolor se mezclaban con la solidaridad y la resiliencia. Las calles se llenaron de velas, flores y mensajes de apoyo, recordando a las víctimas y expresando la unidad del pueblo madrileño ante la adversidad.

Y la consecuencia más visible, que arrastramos hoy, fue el cambio político. Las elecciones legislativas celebradas solo tres días después de los atentados vieron un cambio significativo en España, que cambió por completo el panorama. El Partido Popular, que entonces gobernaba, perdió el poder frente al Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Este cambio marcó el inicio de una nueva etapa en la política, marcada por la polarización, que es el sino predominante actualmente a todos los niveles.

Los escenarios, veinte años después

Pese a que hayan pasado dos décadas. las esquirlas de aquel trágico día aún perduran en los escenarios del atentado y en aquellos que habitan o transitan por esos lugares. Aunque el paisaje urbano apenas ha cambiado, a excepción de algunos monumentos erigidos en memoria de las víctimas, la forma de transitar por estos sitios ha experimentado transformaciones significativas.

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A las 7:37 horas, tres bombas segaron la vida de 34 pasajeros en la estación de Atocha, rompiendo el silencio matutino de un Madrid que se despertaba para iniciar su jornada laboral. A pesar de que la emblemática estación continúa siendo un flujo constante de personas, la música de los ‘discman’ ha sido reemplazada por las pantallas de los móviles.

Entre la multitud, es difícil hallar a alguien que estuviera presente en aquel fatídico momento, y la mayoría apenas recuerda la masacre al pasar por allí. Los trabajadores de la estación de Atocha son los que frecuentemente recuerdan aquel día, especialmente cuando algún viajero deja una maleta olvidada. La huella más evidente de los atentados en la estación es la base que antes albergaba el memorial a las víctimas, ahora reemplazada por grúas y maquinaria pesada trabajando en la expansión de la línea 11 de metro.

Madrid, veinte años después de los atentados del 11 de marzo 1

Para mantener viva la memoria, la Comunidad de Madrid ha inaugurado un nuevo espacio de homenaje a las víctimas, justo debajo del anterior monumento. Mientras tanto, aquellos que vivieron el caos en la estación aún llevan consigo las imágenes y el impacto emocional de aquel día fatídico.

Madrid, veinte años después de los atentados del 11 de marzo 2
COMUNIDAD DE MADRID Foto: D.Sinova

La seguridad, nueva prioridad

El cambio político no fue solo un cambio de partido en el poder, sino un cambio de enfoque y prioridades. La seguridad se convirtió en una de las principales preocupaciones, y se implementaron medidas para fortalecer la lucha contra el terrorismo y mejorar la seguridad en el transporte público. Se realizaron inversiones significativas en infraestructuras y servicios públicos para garantizar que la ciudad estuviera mejor preparada para hacer frente a cualquier amenaza, y nos acostumbramos a ver policía armada en casi cualquier espacio masificado.

Porque tras los atentados del 11 de marzo, las fuerzas policiales se vieron obligadas a reforzarse ante la repentina irrupción de un nuevo tipo de terrorismo, sin señales de advertencia previas y de manera abrupta. La Policía y la Guardia Civil han detenido desde entonces a numerosas personas vinculadas a células yihadistas de captación y radicalización.

Después de un periodo intenso con numerosas detenciones en España (de 131 en 2004 a 40 en 2009) y un periodo de relativa calma, en 2014 el terrorismo yihadista volvió a manifestarse en Europa, aunque de manera escalonada y menos violenta que en el 11M. Esto podría haber sido un presagio de 2015, año en el que todas las alarmas se encendieron y el yihadismo exhibió en Francia su máxima crueldad y sus nuevos métodos, marcando la transición de ataques «solitarios» y «artesanales» a un terrorismo más organizado y planificado, que se ha repetido en más ocasiones.

¿Qué sigue ahora? Los expertos evitan caer en el alarmismo, pero reconocen que el escenario actual en la historia cíclica del terrorismo internacional en Europa es preocupante. La nueva metodología y la combinación con enfoques «clásicos», junto con la asociación del terrorismo yihadista a actividades criminales como el tráfico de drogas, de armas y el expolio de obras de arte, plantean desafíos. Los expertos creen que la lucha contra el terrorismo, tanto legal como policial, debe adaptarse a las «mutaciones» exhibidas por el yihadismo.

A pesar de ello, las experiencias anteriores en la lucha contra ETA, el Grapo y otros terrorismos domésticos permiten a España posicionarse en la vanguardia contra esta nueva amenaza, además de seguir en vigor el pacto entre la mayoría de las fuerzas políticas que implica la incorporación en la legislación española de la persecución penal de conductas relacionadas con el uso de las redes sociales.

Las heridas que siguen abiertas

Desde el año 2004, el día 11 de marzo se conmemora el Día Europeo de las Víctimas del Terrorismo, una fecha para recordar a las víctimas del 11M y expresar la solidaridad y el apoyo de la Unión Europea. Esta fecha fue creada por la Comisión Europea con el objetivo de conmemorar este fatal atentado terrorista.

Este homenaje a los fallecidos, o aquellos que han quedado con secuelas, además de mostrar apoyo a sus familiares, amigos y allegados, no es sin embargo suficiente para curar unas heridas que aún siguen abiertas. En la web de la Asociación 11M Afectados del Terrorismo podemos encontrar algunos de esos desgarradores testimonios en la actualidad.

Como por ejemplo las de Mónica Cabrera, que iba ese día en Cercanías desde Aluche, y que cuenta que «aunque físicamente no me han quedado secuelas graves, psicológicamente, aunque me cueste reconocerlo, sí me ha pasado factura. No me he atrevido a coger el tren de nuevo y subo en metro porque lo necesito para ir a trabajar, pero me cuesta mucho y es una lucha conmigo misma la que tengo día a día»

Decidió, eso sí, «seguir con mi vida. Intenté enterrar en lo más profundo de mi cerebro lo ocurrido. Luché por taparlo y por cerrar esa puerta para siempre… lo conseguía de cara a los demás, pero en mi intimidad he tenido siempre ese día muy presente y sigo viéndome sentada en aquel vagón»

O el de Luz Quesada, que ha aprendido a dar un valor distinto a las cosas. Recuerda en esa misma asociación que en su familia siempre se recibían y despedían con besos y que fue «curiosa la última vez que vi a Paco». «Nos citamos a finales de enero de 2004, a una reunión de hermanos con nuestros padres para volver a tomar otras nuevas decisiones familiares y ese día se disolvió la reunión muy rápidamente, todos desaparecimos con prisas y cuando me quedé sola me dije «Vaya, no le he dado los besos a Paco, ¡¡se ha ido tan deprisa!! … No entendí porque me sentí mal, tal vez mi intuición me hizo pararme en ese nimio pero ahora tan importante detalle. No volví a pensar en este día hasta el 11 de Marzo de 2004. No volví a ver más a mi hermano Paco ni a Marta, los dos iban a su trabajo en aquel tren».

Tirar hacia adelante

Pese a todo, los años que siguieron fueron testigos de una renovada vitalidad en la sociedad madrileña. La ciudad se ha ido convirtiendo en un crisol de culturas, donde la diversidad es celebrada y respetada. La resiliencia mostrada por los ciudadanos tras los atentados se convirtió en un símbolo de la fuerza del pueblo madrileño.

Hoy, cuando miramos hacia atrás, podemos apreciar la transformación emocional que experimentó la Comunidad de Madrid desde aquel trágico 11 de marzo de 2004. El dolor inicial se ha convertido en un motor de cambio, y la ciudad ha emergido más fuerte y unida que nunca. La memoria de aquellos eventos sigue viva, pero ha evolucionado hacia un recordatorio de la importancia de la unidad, la solidaridad y la resiliencia en la construcción de un futuro mejor. Madrid ha demostrado que, incluso en los momentos más oscuros, la luz de la esperanza puede brillar con fuerza.

Imagen portada: EFE

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