Desde su más tierna infancia, Javier Sáez Castán (Huesca, 1964), mostró una inclinación hacia la escritura y el dibujo de cuentos, una pasión que cultivó hasta convertirla en su ocupación a tiempo completo: la ilustración y creación de historias.
Así, a lo largo de seis décadas, ha convertido de su pasión su profesión y, con el título de Bellas Artes bajo el brazo ha desempeñado roles como ilustrador para la Universidad y el Ayuntamiento de Alicante, diversas instituciones y empresas publicitarias y sobre todo, como «emprendedor artístico» con una sinfín de proyectos.
Sus libros han sido reconocidos con varios premios y han sido traducidos a múltiples idiomas y, ahora, son protagonistas de una trilogía de exposiciones que se celebrarán en Madrid y que son la «excusa» de una entrevista en la que charlamos sobre todo lo que rodea a este apasionante mundo.
¿Cuándo comienza el interés por el mundo de la pintura y de la ilustración?
Es algo difícil de resumir en pocas palabras… Digamos que es un interés muy antiguo, que viene de esos primeros años de infancia en los que ya dibujaba en las paredes, escondido detrás de un mueble pintando y mi madre por detrás preguntándome qué estaba haciendo. Se ve que no le hacía mucha gracia…
Tendría unos tres o cuatro años y para mí la pintura significaba un tipo de juego. Porque yo interpretaba “pintura” como el acto de pintar en cualquier pared o papel. Es también cuando empiezo a trabajar en los primeros conatos de libros (aunque en realidad quizá fueran dos hojas grapadas), con muy corta edad, y cuando ya se puede hablar de ilustración, a la vez influenciado por aquellos libros que había en mi biblioteca familiar y que podía pasar horas mirando.
¿En qué punto está la ilustración actualmente en España?
Para esta pregunta voy a hablar como observador, como un ciudadano más al que le interesa este tema. Creo que el momento actual no es exclusivo de España, sino que es algo a nivel global. Hace años existía una cultura de kiosko, en la que los niños se acercaban a estos establecimientos a comprar tebeos, etc., que ya no existe. Esa literatura popular que aglutinaba este tipo de publicaciones se está perdiendo, ya que las generaciones más pequeñas están dejando de leerlos.
Como consecuencia de ello, los ilustradores han diversificado su trabajo, aunque hay que puntualizar que siempre ha sido diverso, porque en tiempos del tebeo también había ilustración publicitaria y científica. En todo caso, ahora nos hemos convertido en unos “animales” especializados, optando en algunos casos por la publicidad, otros por ilustrar álbumes de otros creadores, o incluso para el diseño o la animación. En otras palabras, una diversificación de oficios dentro de la ilustración.
Ahora parece que la literatura infantil está en manos de los adultos
Siguiendo con los tebeos. En las publicaciones de hace unos cuantos años de Mortadelo y Filemón, Zipi y Zape, o Tintín, temas polémicos actualmente como la diversidad de género o el racismo se trataban de modos muy distintos. Tanto que, con la evolución de los tiempos, incluso algunas voces están pidiendo censurarlos ¿Hay realmente libertad de creación y de expresión en la ilustración hoy en día?
La clave aquí es que las condiciones sociales van cambiando. Pero no hablaría de evolución, porque esa palabra indica que cada vez todo es mejor y de eso tengo muchas dudas. Durante estos últimos años han pasado muchas cosas; entre ellas que ya no está esa cultura en la que a los niños se les daba un dinero y ellos compraban el tebeo que más le gustara.
Ahora parece que la literatura infantil está en manos de los adultos. Ellos son quienes lo compran y luego lo dan, saltándose la decisión de los que lo van a leer. Y es cuando se corre el riesgo de que los álbumes y los libros infantiles se conviertan en herramientas didácticas. Digo que corren el riesgo porque son los adultos los que deciden qué contenidos tienen que leer los niños, entrando en un terreno más propio de la propaganda o de la ideología.
Todo esto es algo que no puedo defender porque considero que nuestra relación con la ficción, la de explorar otros mundos por este medio, es una primera manera que tenemos de sensibilizarnos, de imaginar, de conocer. Si esto lo sustituimos por herramientas didácticas o ideológicas, se pierde esa magia que tenían nuestros tebeos de descubrir el mundo a través de la imaginación.
Por otro lado, y volviendo al inicio, creo que la idea de prohibir contenidos es muy peligrosa, ya que no estamos considerando que determinadas obras están escritas en un contexto, distinto del actual, que anulas si directamente cancelas una obra. Actuando de esa manera se podría llegar a afirmar que incluso Don Quijote tenía una relación con Sancho que no está sujeta al marco laboral actual, corriendo el peligro de llegar a censurar toda la historia de la literatura, olvidando de dónde venimos.
Pasamos a un tema menos polémico. Hace ocho años recibiste el Premio Nacional de Ilustración ¿Qué supuso ese reconocimiento, visto ya con casi una década de distancia?
En lo personal, obviamente, una alegría, porque es un espaldarazo a la decisión que tomaste hacer años de dedicarte a este trabajo, y que responde a esa pregunta que a veces me hago, igual que otros ilustradores, de por qué seguimos con esto. Fue, por tanto, una “red de seguridad” que te dice que no te has equivocado con el camino tomado, reafirmándote con el reconocimiento de alguien ajeno a tu entorno.
En el aspecto laboral quizá he notado menos cambio. Sí es posible que durante un año tuviera más propuestas de colaboración, aunque también he de reconocer que mi perfil no va mucho con los encargos, sino con proyectos propios. De modo que, después de ese “pico” de carteles y otros elementos, volví a mi nicho, que es el de libros de autoría propia, la pintura en general e incluso la escritura.
Está claro… De hecho, son más de veinte los libros que has publicado. ¿Cómo es el proceso de ponerlos en marcha?
En realidad, es algo muy azaroso, porque cuando vas a publicar algo no piensas en los pasos de una manera matemática. Quizá lo puedo comparar con un vivero; un lugar donde vas plantando muchas semillas para que estas den fruto más adelante. Lo que cambia es que en mi caso las semillas son los proyectos que tengo en mente que se me van pasando por la cabeza y que no puedo desarrollar en ese momento, pero que archivo para desarrollarlos semanas, meses o años más adelante.
Por eso, en ese “vivero” algunas plantas van creciendo más rápido que otras, en el que al final quiero que se desarrollen, dedicando más cuidado a unas u otras en determinados momentos. Traducido a mi trabajo, te diría que, si he escrito 20 libros, quizá hay otros 80 más que se han quedado en el “germen”.
Son, en todo caso, procesos muy largos, te estoy hablando, incluso de décadas. Te diría que incluso hay ideas del siglo pasado en las que me he puesto a trabajar ahora…. Porque le ha llegado su momento. Al final tiene mucho que ver que, además de una profesión, yo veo todo este proceso como una afición, por lo que son decisiones que no son impulsos, sino lentas, maduradas y que proceden de hace mucho tiempo.
Las tres exposiciones son una puerta de acceso a un mundo un poco inquietante, que nos evoca a los recuerdos
Actualmente tienes previsto un ciclo de tres exposiciones en Madrid. ¿Qué nos puedes contar sobre ellas?
En primer lugar, quiero destacar que esta trilogía de muestras es posible gracias a We Art Exhibitions, un equipo de profesionales que se dedican a la difusión de la ilustración y que me han apoyado en todo esto. La primera de ellas («De monstruos, humanos y otros extraños», actualmente en el Centro Cultural Adolfo Suárez en Tres Cantos y que fue seleccionada por la «Red Itiner de la Comunidad de Madrid») es una exposición itinerante sobre monstruos y otros elementos, digamos, extraños, que está basada en un cómic mío que ha sido ahora reeditado por la editorial Barret. Es por tanto, un evento monográfico sobre el libro en el que se puede observar todo el desarrollo que hay detrás, como su origen, los bocetos, las referencias…, pero que toca de manera indirecta el concepto de los “extraños”, reflexionando sobre el tema de la adaptación.
La segunda de las exposiciones también toca este tema de los extraños. En esta sin embargo no se habla de un libro en concreto sino de mi trabajo en general. Su puesta de largo coincide con la semana del arte de Madrid y se llevará a cabo en Hybrid Art Fair del 7 al 10 de marzo. Aquí vuelve, como digo, ese concepto de lo “extraño” y la necesidad de pensar sobre qué significa y lo que implica para nosotros mismos ¿Y si somos nosotros los raros? En cuanto a contenido, se puede ver una gran cantidad de dibujos, más de un centenar, de épocas muy diferentes que giran en torno al tema de estas criaturas extrañas.
La tercera exposición (se celebrará en junio bajo el título «Imágenes para la memoria del mundo») va a tratar de una serie concreta que he realizado durante 3 años y que es algo mucho más concreto. Se trata de dibujos de gran tamaño en blanco y negro, que se detienen en el tema de la memoria a través de las fotografías que encontramos a lo largo de nuestras vidas. ¿Qué encierra una fotografía en blanco y negro que te encuentras un día por la calle?
Las tres son, en definitiva, una puerta de acceso a un mundo un poco inquietante, que nos evoca a los recuerdos y que nos llevan a preguntarnos si de verdad esto ha pasado. Resumiéndolo en un eslogan periodístico, sería algo así como “la extrañeza de lo cotidiano”
Viendo tus creaciones, está claro que Madrid es uno de los protagonistas de tus ilustraciones. ¿Qué tiene esta ciudad que la haga atractiva para para ello?
Estuve en Madrid durante mi época de estudiante, y lo recuerdo con mucho cariño. Me fui desde Valencia con mi novia, que ahora es mi mujer, y fue un enorme descubrimiento. Ahora regreso de manera habitual y es la misma ciudad abierta de siempre, pero conservando su personalidad. Esos bares, esos rincones que me encantan, las tertulias en cualquier lado… Un lugar al que volver y en el que siempre encuentro algo nuevo. Quizá por eso se plasma en algunas de mis creaciones.
Hemos hablado de pasado, presente… y nos queda el futuro ¿Hacia dónde se dirige la ilustración?
Vaya por delante que cualquier cosa que diga son conjeturas, ya que no tengo el don de la profecía. En todo caso, creo que ese futuro está ahora muy marcado, por un lado, por el tema de la inteligencia artificial y el hecho de que las máquinas estén ya produciendo imágenes.
Luego está, además, la transformación de los hábitos de lectura entre la población. Si no me equivoco, uno de cada tres españoles ya no lee ni un libro al año, cuando hace no mucho hablábamos de uno de cada diez.
Son, por tanto, cambios vertiginosos que nos obligan a ser mucho más flexibles, no pudiéndonos encasillar en ser únicamente en ilustrador de libros o diseñador. Deben surgir otras vías, como puede ser esta de las exposiciones, que son además un altavoz más dentro de esta crisis cultural en la que vivimos que nos puedan servir para recuperar la presencialidad: tienes salir de casa para verlas, encontrarte con gente… Todo esto es valiosísimo, ya que hay un riesgo real de sustituir la cultura como la conocemos por otra “de la pantalla”, como en un capítulo de Black Mirror.
Esto tipo de actividades no contradice la publicación de libros, al contrario, acerca a la gente, establecen nuevas vías y, como digo, favorecen los encuentros personales. Todo esto está muy relacionado con mi concepto de futuro para la ilustración, ya que dentro de esta “crisis” que ha provocado la tecnología, mi apuesta es redoblar el interés por lo analógico. Y aunque sé que competir con las máquinas en su lenguaje es una batalla perdida, yo seguiré dibujando de manera absolutamente física, como se hacía hace quinientos años, sin introducir ningún tipo de elemento digital.
Con esto no quiero decir que tenga una negativa frontal, ya que yo puedo aceptar el uso que se le da a la tecnología en algunos aspectos. Pero en mi práctica profesional, seguiré decantándome por lo analógico.