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Lorenzo Silva: «El detective representa la aventura del conocimiento, de uno mismo y del mundo en el que vive»

Lorenzo Silva (Madrid, 1966) es uno de los grandes referentes de la literatura contemporánea en España, y sus novelas negras, históricas y juveniles y sus relatos de no ficción, han superado los dos millones y medio de lectores. Allá por 1998 rompía moldes con la primera novela del personaje que lo ha encumbrado en el género negro, Rubén Bevilacqua y con su acompañante, Virginia Chamorro. Nadie en el mundo editorial estaba preparado para que una mujer y, además Guardia Civil, protagonizara una novela.

14 años después, la séptima entrega de la ‘Serie Bevilacqua y Chamorro’ granjeaba al escritor madrileño el Premio Planeta, con La marca del meridiano (2012, Planeta). En esta misma serie, El alquimista impaciente fue premio Nadal 2000, y La llama de Focea es la última publicación hasta la fecha junto a los dos protagonistas favoritos del público.

Anteriormente había publicado La flaqueza del Bolchevique (1997, Destino), finalista del Premio Nadal y también es autor de Carta Blanca (Premio Primavera 2004), Recordarán tu nombre, la «Trilogía de Getafe», el libro de viajes Del Rif al Yebala, o Sereno en el peligro (Premio Algaba de Ensayo).

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Su obra más reciente, Púa, publicada en 2023 por Destino, está llamada a ser el thriller del año, y de hecho, el festival literario Rosa y Negro, así lo ha premiado. Hemos hablado con él sobre este relato que es una épica defensa del Estado de Derecho, la sociedad democrática y un magistral análisis sobre la condición humana. Un viaje irreversible al corazón del verdugo.

Púa, su última novela, se ha presentado de nuevo en el festival Rosa y Negro. Guerra sucia del Estado, violencia política, agentes secretos… ¿Qué queda de todo eso en la España de 2024?

Afortunadamente, creo que de ese tipo de guerra sucia en España, en 2024, queda muy poco, si es que queda algo, que lo dudo. Maniobras ilícitas desde el Estado sí que las hay, y las hay, por cierto, desde distintas administraciones. Hay quiénes sólo hablan de «lo de los otros», pero también tienen lo suyo.

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Guerra sucia en el sentido menos cruento es la Policía Patriótica aquella contra el procés, pero también es el uso por parte de la Generalitat de fondos provenientes de los contribuyentes para perseguir a los disidentes y favorecer sólo a los de su cuerda.

Pero afortunadamente no tenemos una guerra sucia cruenta como la que existió en los años 70 y, sobre todo en los 80. La guerra sucia a la que se aproxima la novela tiene sentido en un régimen democrático, en un Estado de Derecho. Las dictaduras no son Estados de Derecho, la guerra sucia es difícilmente concebible en la época de Franco, ya que todo el régimen era sucio; adoptaba la voluntad de un individuo contra la voluntad popular, con la negación de todos los derechos y libertades. Por tanto, sólo tiene sentido en un ámbito democrático.

¿Cómo nace la idea de escribir este thriller?

En ese sentido, la novela no trata tanto de mostrar una realidad contemporánea, que creo que ahora mismo no está presente entre nosotros, y tampoco un episodio histórico concreto en España. Si lo hubiera querido hacer habría mencionado años, lugares, fechas y cualquier otro dato. Pero la novela prescinde de todo eso para acercarse, más bien, a la guerra sucia como fenómeno en general. Como orientación y como desvío de las democracias, que no sólo ha ocurrido en España, sino en todos los países de nuestro entorno, prácticamente. Francia, Reino Unido, Italia, Bélgica, Alemania… En todos ellos hay episodios de guerra sucia sin salir del último medio siglo.

Hace más de 25 años nacieron Bevilacqua y Chamorro. ¿Cómo ha sido su evolución? Tiene algo que ver con El largo adiós de Raymond Chandler…

Algo, algo tiene que ver (risas). Escribí la primera novela, realmente, hace casi 30 años, en el año 95, pero tardó en publicarse porque nadie me la quiso publicar. En aquellos años fue cuando sedimenté una especie de reflexión que había iniciado a los 18 o 19 años, cuando empecé a leer a Raymond Chandler. Escribo novela policíaca por Chandler, si no hubiera sido por él, probablemente, no la habría escrito nunca. No dejo de reconocer el mérito a otros autores pero el que realmente demostró una forma de escribir ficción criminal que era compatible con el sentido de la literatura, fue él.

Entonces, me llevó bastante tiempo, porque al final uno tiene que encontrar su propio camino para hacer las cosas. No podía limitarme a copiarle o trasladar su detective melancólico, descreído, privado, alcohólico y demás…, qué sé yo, de California a Marbella. No era tan sencillo. Tenía que buscar un personaje que para mí pudiera funcionar como funciona Philip Marlowe, respecto de la sociedad estadounidense de su tiempo. Como una especie de cristal de aumento. Y, después de darle muchas vueltas encontré algo que no parecía muy evidente y que, incluso me dijeron que era un error, que fue escoger a un Guardia Civil, un investigador criminal de la Guardia Civil. Pero bueno, con el transcurso de los años, con este personaje, creo que no me equivoqué, por lo menos del todo.

«Intento que quién me lea sienta que le está hablando al oído una voz amiga, nada más que eso»

¿Qué significado tienen en tu literatura las figuras del policía y el detective?¿Qué metáfora esconden estos personajes, aparte de una posición moral, ya sea detective privado, un Guardia Civil, un Policía…

No es tanto el bien y el mal, porque a fin de cuentas es algo que está en todos los ámbitos, e incluso dentro de cada individuo. Cada persona es un campo de batalla entre el bien y el mal. Podría decirse que toda la literatura va de eso. Decía Ramón Sender, el novelista español del siglo pasado, que la función del novelista era señalar el mal. Eso vale para una novela de guerra, una policiaca, una de amor, e incluso para una novela juvenil.

Pero la nota que añade el detective, el policía, con su faceta de investigador, que es la que a mí me interesa literariamente, ya lo dijo Chandler también, es «un hombre en busca de una verdad oculta». No se puede decir más simple y con más alcance. Al final se trata de desentrañar, de sacar a la luz lo que está bajo la superficie. En el fondo es la aventura del conocimiento de uno mismo y del mundo en el que vive.

Lorenzo Silva: «El detective representa la aventura del conocimiento, de uno mismo y del mundo en el que vive» 1

Tienes distintas afinidades con diferentes géneros y temas, literatura romántica, bélica, negra, de aventuras o ciencia ficción. Se traduce eso en riqueza literaria a la hora de escribir y crear el universo propio de Lorenzo Silva?

No lo sé. Es un tema de curiosidad, no circunscrita a un perímetro. Me gusta mucho satisfacer mi curiosidad, detrás de cualquier ser humano hay una historia interesante. A pesar de eso, la variedad te da una perspectiva a distintos puntos de vista en cada historia que abordas. Quizá, mientras estás escribiendo una novela policíaca tiene cierto valor lo que aprendiste escribiendo una historia de amor, porque en medio de la investigación o el caso, se cruza una aventura amorosa. O tiene interés, qué se yo, lo que has aprendido investigando los conflictos bélicos contemporáneos, porque puede que un personaje sea un combatiente retornado, que carga consigo ciertas facturas. Conocer esas facturas, de dónde vienen, cómo se producen y en qué espacio, te da las claves para construir esa historia.

Son 44 años escribiendo. ¿Cómo se forja un escritor?

Creo que hay algo innato, algo que brota. Yo me recuerdo desde siempre inventándome historias, pero después eso hay que elaborarlo. Buscando material primero y aprendiendo el arte después. Y para buscar material, la clave también es, según el predicamento de Cervantes, que… «quién anda mucho y lee mucho, ve mucho y sabe mucho».

Al final es una mezcla de lecturas, observación y escucha. Escucha, que es algo que practicamos poco. Ahí está el yacimiento, luego, eso sí, una vez que uno arranca el mineral, tiene que darle forma. Ahí está el arte y el arte es un camino largo, la vida es corta pero el arte es muy largo. Como dice el clásico, «el arte no es cosa de minutos», el arte es paciencia, equivocarse muchas veces y aprender a conocer tus propios errores, que además nadie los conoce mejor que uno mismo.

¿Qué importancia tienen, por un lado los personajes, y por otro la trama, en tus novelas? ¿Cómo se conjuga todo eso para hacer un buen relato?

Para mí, si tengo que elegir, lo importante son los personajes. Uno se prende a una historia, también lo dice Chandler, «cuando la vive un hombre». Es lo adecuado para vivir aventuras, una mujer también, por supuesto. El personaje es el catalizador de la historia, es el que hace que la trama tenga fuste y pueda seducir al lector. Es muy difícil concebir una historia seductora con un personaje anodino.

El personaje es la bóveda del edificio, pero si quieres que se despliegue y llegue tan lejos como pueda llegar, tienes que recordar que lo que estás haciendo es tratar de engatusar a alguien, al lector. Debe ser ameno, debe ser ordenado, debe ser claro y debe tener sentido lo que cuentas con ese personaje. Todo eso es la trama, que es un viaje en el fondo, y los viajes nos interesan en la medida en que, cuando los terminamos, no somos exactamente quiénes éramos. Todo eso sólo se puede conseguir a través de la trama y la narración.

«En el lado oscuro de la realidad y de la sociedad se ventilan cuestiones trascendentales»

En ese sentido ¿Qué es lo que más te fascina del género negro?

El género negro tiene una gran ventaja, en la primera página ya ha pasado algo y, además hay que resolver aspectos concretos, esa es su gran baza. El lector tiene una expectativa, hay que llevarle a algún sitio, aunque le digamos, a lo mejor, que después de todo el investigador no logró alcanzar la verdad. Pero hay que llevarlo hasta ahí y hacer que eso tenga un determinado valor. Tiene una serie de bazas para procurar la amenidad y la seducción del lector, que es a fin de cuentas lo que busca uno cuando escribe. Esas bazas también están en otros géneros, no es más ni menos que esos otros. El asunto o el tema de una historia no es tanto lo relevante, como lo es la mirada que se pone al servicio de esa historia.

¿Qué ha aportado tu trabajo como abogado a tu faceta como escritor de novela negra?

Mi trabajo como abogado me ha ayudado a ver un poco mejor la realidad judicial, la realidad legal y quizá también a tener una concepción de mi personaje ligeramente distinta a la que veo en otros autores, con otra perspectiva. No pienso en el policía como un justiciero porque los policías no hacen justicia en las sociedades avanzadas.

A lo mejor en las sociedades más atrasadas sí, pero en nuestra sociedad el policía simplemente es un auxiliar y quienes se encargan de hacer justicia son los jueces, o en algunos casos, nueve ciudadanos elegidos por sorteo. Esa es la justicia. Él no está para condenar, castigar o absolver, está fundamentalmente para buscar la verdad oculta y ponerla a disposición de la justicia. Y aceptar que la decisión le corresponde a otro, que él no es el deshacedor de los males del mundo.

Lorenzo Silva: «El detective representa la aventura del conocimiento, de uno mismo y del mundo en el que vive» 2
Foto: Ayuntamiento de Tres Cantos

¿Cómo ha evolucionado tu escritura desde La flaqueza del Bolchevique, finalista del Premio Nadal en 1997? O incluso desde aquel cuento sobre extraterrestres que escribiste para un concurso siendo niño…

Me gustaría pensar que mucho y poco…Me gustaría pensar que he ido adquiriendo alguna destreza mayor en usar las palabras con propiedad, y me gustaría pensar que no me he alejado de lo que a mí me llevó a escribir con 13 años, que fue el encantamiento por el relato escrito. El hechizo que uno ha podido experimentar como lector cuando se pone delante de un texto que le hace sonar el oído. En definitiva esa es la finalidad. Es la que tenía con 13 años y es la que tengo con 57. Intentar que quién me lea, sienta que le está hablando al oído una voz amiga, no más que eso.

«El éxito es un accidente, un toro mecánico que hay que cabalgar lo mejor posible»

Hay una opinión que puede estar generalizada o no, que dice que la novela negra refleja muy bien la sociedad en la que vivimos y que lo ha venido haciendo desde hace más de un siglo. ¿Estás de acuerdo?

Tiene una ventaja, que se enfoca en el lado oscuro de la realidad y en el lado oscuro de la sociedad. Y, por desgracia, en el lado oscuro, a veces se eluden los relatos, y en algunos se eluden completamente, como en la propaganda oficial. En el lado oscuro de la realidad y de la sociedad se ventilan cuestiones trascendentales, tanto de la propia comunidad como de los individuos. Poniendo ese foco ahí, de entrada hay un aspecto sustancial que está en primer plano, así como a lo mejor, en otro tipo de relatos un poco más idealizados sobre la realidad, se prefiere no mirar en ese rincón más sórdido.

¿Cómo se afrontan el éxito, la fama y el hecho de recibir los premios más relevantes en el panorama literario?

Es lo más fácil porque la fama que te granjea la literatura es bastante moderada comparada con la de Shakira o la de Messi. Alguna vez he coincidido en algún espacio con personas que tienen ese tipo de fama, de fama de verdad, y es algo horroroso e insoportable. La fama de un escritor es discretísima, es algo muy llevadero.

Lo que es el éxito, hay que entenderlo, desde que te toca por primera vez, como un accidente. Como un accidente en el que uno no se puede apoyar. Uno se puede apoyar en su trabajo, en su mirada, en sus lecturas, pero no en el éxito. El éxito no ofrece soporte sobre el que apoyar nada. Es un toro mecánico, si estás encima de él tienes que tratar de cabalgar lo mejor que puedas, pero no es tu cimiento en la vida.

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¿Qué escritores te han influido más a lo largo de tu carrera?

Son muchos. Mira, tengo aquí varios retratos de algunos mientras estoy hablando contigo: tengo a Stevenson, a Proust, a Conrad, a Kafka, a Chandler, a D.H. Lawrence, veo aquí libros de Svetlana Aleksiévich, Walter Benjamin… También tengo mi primer Quijote, que compré con doce años, uno no es nada leyendo novelas en español sin Cervantes.

En cuanto a la novela negra más actual, ¿qué opinión te merece Jo Nesbo?

Lo he leído y además lo conozco personalmente. Es un tipo majísimo, siempre que ha venido al festival Getafe Negro, que he organizado durante 15 años, no ha podido ser más generoso. Es un escritor de mucho talento y muy eficaz, y además muy trabajador. No te diré que mi concepción de la novela criminal esté en sus coordenadas, pero en las coordenadas en las que él está, lo hace muy bien.

¿Stieg Larsson?

A Stieg Larsson no lo conocí porque murió antes de publicar sus libros, pero sí conocí a alguno de sus amigos y a su esposa. He estado en Estocolmo, en los lugares en los que vivió y por los que se movió. Conozco bien la gestación de sus obras… No diría que es un genio de la literatura, pero es alguien que, indudablemente, tuvo una serie de intuiciones muy muy poderosas. Es el gran revitalizador del género criminal a comienzos del siglo XXI en Europa, eso es innegable, y después en España. Creo que tuvo el acierto, al mirar a la sociedad sueca, quizá deshaciendo algunas de sus complacencias, de crear un personaje, un arquetipo muy potente, que es Lisbeth Salander. Ese es el gran hallazgo de Larsson.

Y, en España. ¿Juan Gómez Jurado y Dolores Redondo?

Son dos autores que también tienen un reconocimiento de los lectores que es indiscutible. También se sitúan como Jo Nesbo, en coordenadas en las que yo no me sitúo, pero en ese terreno, se desenvuelven extraordinariamente. No se pude decir otra cosa.

¿Cuáles son tus futuros proyectos? ¿Trabajas actualmente en alguna novela?

Estoy ahora mismo corrigiendo y rematando la tercera novela de la serie de Manuela Mauri, que escribo con Noemí Trujillo y, como la tenemos prácticamente rematada, en lo que estoy, es tomando los mandos, más o menos, otra vez, de una novela de Bevilacqua que espero tener en el curso de este año.

¿Qué tal está recibiendo el público «Púa»?

«Púa» va muy bien, es un personaje arriesgado, difícil de colocar al lector y la respuesta ha sido muy generosa, aquí y fuera de aquí. He estado en varios países de Latinoamérica o en China, donde han comprado los derechos… Vamos a ver qué recorrido sigue haciendo.

¿Habrá película en un futuro?

Pues no lo sé. Algún productor me ha dicho que ve una película en ello, pero es que eso me lo han dicho tantas veces ya… Y luego, de cada dos veces que te lo dicen, a lo mejor sale una. No hay que obsesionarse con el cine, si viene una película, bienvenida sea, pero yo tengo claro que mi carrera es la literatura, es donde me lo guiso y me lo como. Ahí no dependo de otra mucha gente.

Fotografía de portada / Oriol Resclosa

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