Blanca Oteyza es una de esas actrices que lleva la dignidad por bandera y crea tendencias propias cuando las modas no satisfacen su enorme respeto por la interpretación. Además de actuar es productora y profesora de actores y actrices en su propio estudio, situado en pleno corazón de Malasaña, ese barrio que según nos confiesa, mantiene sus esencias a pesar del tiempo y en el que aún se respiran aromas de vida y libertad.
La actriz entre dos continentes, madrileña pero de aire porteño, alcanzó un hito artístico con El Diario de Adán y Eva, estrenada en Buenos Aires en 1995, que se mantuvo en cartel hasta finales de 1999, con dos giras nacionales y tres temporadas marplaetenses. Con diez años viviendo y respirando a través de este personaje tras su periplo en Madrid, y más de 29 años dirigiendo, actuando y produciendo, ha presentado recientemente Cámara Lenta, un texto del psiquiatra, actor, dramaturgo y director argentino Eduardo Pavlovsky.
Entrar en el estudio de Oteyza es internarse en las entretelas del teatro en su máxima expresión. Un espacio elegante y propio de uno de los barrios más cosmopolitas e independientes de Madrid, pero al mismo tiempo, una puerta al universo particular de una artista con personalidad propia, que se mueve como pez en el agua entre la mesa de su despacho, carteles de viejas y nuevas obras, escenarios y pasillos llenos de atrezzo.
Y así es esta nueva obra que se representa en el teatro Victoria hasta el 23 de febrero. Una metáfora de un país entero visto desde una humilde morada repleta de amor, de generosidad, de presente y pasado y, sobre todo, de sueños rotos. La Argentina de la dictadura de Videla a través de los ojos de Dagomar, una antigua gloria del boxeo; Amílcar, su entrenador; y Rosa, una prostituta amiga de ambos. Esta historia que no olvidaré como espectador, es tan argentina como universal, tan llena de matices y contradicciones como el propio ser humano; tan sincera, pura y auténtica como el mejor de los sueños y la peor de las pesadillas.
¿Cómo llega a usted la obra Cámara Lenta y por qué decide encargarse de la dirección?
La obra me llega por uno de los actores, Héctor, que ya la hizo en Argentina y que siempre fue el actor para el personaje de Dagomar. Es un texto de Eduardo Pavlovsky y al tiempo de entrar él aquí, en mi estudio de Malasaña, me lo propuso. Pensé que era un texto muy difícil, muy poético, maravilloso, y que podría hacerlo con él. En Argentina había hecho un personaje estupendo y yo tenía toda la ilusión y las ganas de enfrentarme a la obra. Lo pensé un tiempo, es verdad, pero como me gustan mucho los retos, no pude decir que no. Ahí empezó todo nuestro camino con Cámara Lenta y estos tres personajes inolvidables.
Es una obra muy argentina, pero al mismo tiempo trata temas universales. Creo que tiene muchas lecturas. ¿Qué es lo que más le interesa de la obra?
La humanidad de los personajes. Tanto como actriz e incluso como productora o directora lo que más me interesa es su humanidad. Esta cosa del amor, el desamor, la amistad… el estar juntos a pesar de todo. Es muy importante y la vida da muchas vueltas. Viví y trabajé muchos años en Argentina, así que conozco bien el tema y a los argentinos. Este, mi estudio, está lleno de ellos. Me interesa mucho todo lo que tenga que ver con ese país, es mi país de elección y le debo muchísimo. Así que, me interesó desde todo punto de vista.
De fondo está la dictadura de Videla, con mucho peso en la obra, aunque podría pasar desapercibido para quien no conozca el contexto. ¿Qué importancia tiene?
En el texto de Pavlovsky es todo. Como bien has dicho es una obra que tiene diferentes lecturas. La gente que no sabe nada de la historia de Argentina en esos años, se queda con una buena historia. Pero además, las personas que conocen el contexto histórico no pueden deshacerse de él. Y, por otra parte, para los argentinos, realmente tiene la lectura que yo intenté inculcar en la puesta en escena, que es que esta casa representa un paralelismo absoluto con todo lo que ocurre fuera de ella. Es el interior y el exterior, la casa y el país al mismo tiempo. Me encantó poder trabajar toda esta variedad de lecturas y creo que lo hemos hecho posible.
«Cámara Lenta es buen teatro, sólido, teatro de texto, una historia que no te deja indiferente y que tiene su propio aire»
Los personajes reflejan mucha verdad ante temas muy delicados… ¿Cómo ha sido la dirección de actores, sabiendo que usted es también actriz?
Muy buena. No es la primera vez que dirijo y una de las cosas que me dicen es que se me da muy bien dirigir a los actores, porque los amo. Incluso la parte técnica se me queja porque dicen que les doy “menos bola”, que siempre estoy con los actores. Y más estos actores, que se formaron aquí y que hicieron su apuesta por estar conmigo y confiaron en mí. Poniéndome en el papel de actriz, siempre espero que saquen lo mejor de mí y, por experiencia, lo que sé es que cuando se abre el telón la obra les pertenece a los actores. Lo que me gusta es hacer direcciones en las que quien se luzca sea el personaje a través del actor o de la actriz, y que la dirección acompañe.
Con Carmen Pat y Héctor, además los adoro como personas y ha sido un proceso precioso. Se han puesto absolutamente en mis manos y me llenan de orgullo cada vez que los veo encima del escenario porque hacen un trabajo fantástico.
Los tres protagonistas desnudan psicológicamente a sus personajes y al mismo tiempo, desnudan también al espectador con sus propios miedos y frustraciones. ¿Qué le cuentan los espectadores al enfrentarse a la obra?
El espectador, tanto en la temporada del Lara, como en este último estreno, me hacen comentarios muy graciosos. Del tipo «es súper buena, me ha encantado… pero es durísima». ¡¿Por qué un pero?! (Risas) Parece que estamos acostumbrados a ver una obra que te haga pensar, o sea una obra intensa…Ese ‘pero’ para mí es un piropo, oír que es durísima.
Nosotros nos decidimos, tanto el productor, como los actores, como yo, después de la temporada que habíamos pasado en el Lara, que gustó muchísimo. Lo mejor es que pasaban los meses y la gente seguía hablando de ella, diciendo que qué buena función, que qué dura y qué buen texto tiene.
Así que yo, por experiencia, de “perra vieja” en esto del teatro, sé que cuando una obra se queda en el corazón o en la mente del público, algo se ha hecho bien. Con esta ha pasado. Es gracioso porque al final la gente no sabe si aplaudir o llorar (risas…). Es lo que perseguíamos, es una obra que moviliza. Al mismo tiempo, ofrece momentos de humor que hacen respirar muy bien a la obra y al público, la gente también se ríe.
¿Cómo describirías a Dagomar, Amílcar y Rosa?
La esencia está en que lo que ocurre en esa casa tiene mucho que ver con lo que ocurre en Argentina en ese momento, con esa grandeza que se iba hundiendo a pedazos. Con ese “no pasa nada”, pero que sí pasa. No podía olvidarme de lo que estaba ocurriendo fuera, para conseguir, lo que hemos hablado, esas diferentes lecturas. En mi opinión define Argentina, lo humano termina por sacarlos de toda crisis. Es una de las sociedades más golpeadas, más cultas, más sensibles y más emocionales. Como sociedad siempre está mal generalizar, pero lo que yo viví es eso, gente con una creatividad y una cultura alucinantes.
En cualquier élite profesional del mundo que elijas, siempre hay argentinos. Ya sean arquitectos, actores o artistas para qué contarte, médicos, investigadores… Siempre están ahí. Amílcar, Dagomar y Rosa tuvieron esa brillantez dentro de sus limitaciones y, por una mala elección se fue todo al traste. Sin embargo, ahí siguen. Esa casa es un refugio, el poder volver siempre. Has visto que a los argentinos con Argentina les pasa eso, siempre regresan a su casa. Nos pasaría a todos, en realidad, también a los españoles. Es esa relación de amor odio que puede llegar a sentir Amílcar por Dagomar. El entrenador que vio cómo todos sus sueños se diluyeron pero ahí está dándole de comer, cuidándole y ante la decisión más extrema de la vida, que no vamos a hacer spoiler pero también tiene mucho que ver con la generosidad. Con el “hasta aquí”.
«En esta profesión, una vez que vendes tu alma a determinadas cosas, no tienes vuelta atrás»
Hay cierta contradicción entre ese amor y esa fidelidad y lo que ocurre al final de la obra. Me encanta porque no puede ser más ‘real’…
A mí también, pero es una contradicción muy humana y a la vez muy valiente. Si yo fuese la persona que estoy en el lugar de Dagomar, a lo mejor Amílcar me hace terminar más dignamente. Y Rosa es la hermana, la amante, el amor, la que tiene más contacto con el exterior. Es también la que viene apaleada pero vuelve. Esa es la idea, el refugio, la casa, el hogar… Donde siempre vuelven estos tres seres, donde pueden ser como son y se encuentran queridos y alimentados no sólo físicamente sino también espiritualmente.
¿Qué dirías muy brevemente de los tres actores?
Entrega, generosidad, rigurosidad, inteligencia, sensibilidad, emoción y valentía. Una valentía increíble porque pasan todo su tiempo en la cuerda floja.
Personalmente la obra me parece un viaje hacia la locura. La vivimos con estos tres antihéroes, pero, ¿son al mismo tiempo ellos mismos los héroes de la historia?
Claro que lo son. Eres tú, soy yo… Todos somos antihéroes, con mejores elecciones, peores, pero muchas veces la vida nos convierte en héroes. El hecho de seguir caminando en ella a veces se hace muy duro.
Esto incide en la idea de que cualquiera se pueda sentir identificado
Sí, yo lo ambiento en Argentina porque parto de un gran autor como es Eduardo Pavlovsky, del que no nos podemos olvidar, pero a mí, realmente, lo que más me llama la atención de este texto, por dónde yo más lo llevo, es por el lado humano, sea el país que sea. Estas cosas ocurren en los países más desarrollados. Es la sordidez que no solamente pasa por lo económico, pasa por sueños rotos.
¿Qué le dirías a un espectador que está dudando entre ver Cámara Lenta y otras obras de la cartelera?
Que no se la pierda porque es muy buen teatro. Es sólido, teatro de texto, una historia que no te deja indiferente y que tiene su propio aire. Le diría al espectador que se arriesgue y vaya a verla. Yo creo que no defrauda ni lo más mínimo.
¿Le gusta estar al tanto de la actualidad? Esta semana hemos tenido una manifestación contra una obra de teatro.
Yo vivo en un micromundo (risas), me paso aquí la vida, en mi estudio. Y aquí, se tratan cosas muy desgarradoras, muy humanas, cosas que se ponen sobre la mesa desde una honestidad brutal. Desde que yo bajo por esa escalera, con mis alumnos, con nuestras creaciones es una burbuja. Por una parte, es curioso, porque es una burbuja pero a la vez es una realidad apabullante.
«La clave es creer en tu sueño y luchar por él»
Esto tiene que ver bastante con la felicidad.
Sí. A mí cuando me intentan explicar lo que es la realidad, pienso “déjame”. Por qué razón va a ser más importante la realidad que me estás queriendo imponer tú, que mi realidad. Por qué ha de ser más importante esto que estamos viviendo de la sobre-información, que la realidad de Dagomar, Amílcar y Rosa. ¿Por qué?
¿Cómo describirías a Pavlovsky como dramaturgo, para quien no lo conozca?
Un talento, un loco maravilloso. Un atrevido, un transgresor. Una persona honesta.
Tu cercanía y unión con Argentina es muy clara. Has trabajado allí muchos años y ahora estrenas la segunda temporada una obra argentina en España. Parece que tu destino es entrelazar la cultura de ambos países… ¿Cuánto hay de madrileña y cuánto de porteña en Blanca Oteyza?
(Risas) Lo último que hice sobre el escenario fue Margarita Xirgu. La actriz de dos continentes, que la volveré a retomar también cuando tenga un tiempito. ¿Cuánto hay? Pues no te lo sabría decir, porque mi primer estreno como profesional fue en el Teatro Cervantes (Buenos Aires). Mi primera hija nació allí, mis 17 años de matrimonio fueron con un argentino y mis grandes, grandes amigos son argentinos. Me han enseñado muchísimo.
En realidad no lo sé, igual a ti te pasa lo mismo… No sé cuál es la esencia de Blanca Oteyza, si me quitas mis años en Argentina. Soy una enamorada de estas cosas porque he dado muchas vueltas a lo largo de mi vida. La primera vez que salí de aquí fue a los 18 años y me fui a Londres. Desde ese momento empezó mi periplo. Pienso que todo lo que me ocurre en la vida me ha traído hasta aquí. Hay una cosa que dice Dagomar que me parece alucinante, ese personaje maravilloso que encarna Héctor, que además lo hace de una manera tan brillante. Dice: “a mí me gusta pasar al tiempo”. Es una pequeña lucidez que tiene él con todo lo que le está pasando en su cabeza, en su salud… Dirás “pasar el tiempo”. No. Y él lo remarca: “pasar al tiempo”. Quiere pasar esto que le está pasando, superarlo. Hay veces que lo veo desde fuera y pienso: “menuda película está siendo mi vida”. Todo está mezclado y todo tiene que ver con Argentina. Estoy deseando volver a trabajar allí, deseando, y allí iré.
Como actriz has trabajado con referentes del cine clásico, como Garci y también en series de éxito contemporáneas como ‘La Casa de Papel’, o incluso El Secreto de Puente Viejo, La que se avecina… ¿Qué te inspira la situación actual en el cine? Cámara Lenta me evoca a clásicos como ‘Un tranvía llamado deseo’, desde una perspectiva muy subjetiva.
Totalmente. Cuando dirijo teatro, cuando actúo, suelo asociar las diferentes situaciones a películas, pero no porque tengan algo que ver. Lo asocio a un color de la película o a algo que me recuerda por la razón que sea. Se lo digo mucho a mis alumnos. Para mí el cine es muy importante en mi vida. Voy mucho al cine, soy muy cinéfila, no me gusta ver el cine en casa, en televisión. Voy mucho sola y no cualquiera me puede acompañar al cine porque me puede llegar a molestar (risas…).
¿Por qué? ¿Te metes demasiado en la historia?
Totalmente, uno no puede ir al cine con cualquiera, ni puede viajar con cualquiera, lo siento… no sólo me pasa a mí… Hay cosas que sí puedo hacer con cualquiera, pero otras no.
¿Puede haber cierta decepción en un público cinéfilo, comparando el cine clásico con el actual y las plataformas?
No lo sé… A mí me fastidia que se haga en plataformas. Me gusta el cine cuando se hacía sin la súper plataforma detrás… Estoy en contra que se estrene al mismo tiempo en los cines que en la plataforma porque quita público en las salas, por supuesto que lo hace. Lo compruebo con mis alumnos jóvenes. Siempre les digo, por favor, esta película no se os ocurra verla en tal plataforma. Id al cine. Les cuesta mucho ir. Y esto es una realidad, que no me estoy inventando. ¿Por qué? Porque están acostumbrados a esa comodidad.
Lo que sí me pasa es que encuentro buenos actores también en las películas de ahora y que el cine me sigue haciendo soñar muchísimo. Puedo decir que soy una privilegiada, he trabajado con Garci, con Luppi, obviamente con Solá, con China Zorrilla… En Tiovivo… hay muchos actores que ya no están vivos entre la gente con la que he trabajado. La verdad es que lo he pasado muy bien y he aprendido muchísimo.
Es una obviedad decir que Luppi era un maravilloso actor…
Disfruté mucho trabajando con Luppi, conociéndolo. De los actores argentinos he aprendido muchísimo, me fue muy bien en Argentina. Trabajé mucho y con grandes actores. También con Cecilia Roth, con Óscar Martínez, prácticamente con todos. Y en teatro, lo bueno que me ha pasado es que lo que he hecho, ha durado mucho tiempo. Siempre he dicho y digo, que soy una de las actrices más privilegiadas del mundo al poder estar con un mismo personaje, por ejemplo con El Diario de Adán y Eva, durante diez años. Eso te da, no solamente unas tablas, si no un entendimiento de lo que es mantener vivo un personaje, un camino que no todo el mundo ha podido transitar.
Es más importante mantenerse que llegar a la cima…
Por supuesto… Te lo digo por experiencia (risas…).
Es exactamente lo contrario que ocurre con el tema de los influencers…
Absolutamente. Pero, como yo digo, cuidado que hay que pasar años, hay que recorrer todo este camino. A mis alumnos siempre les digo que esto es una carrera de fondo. ¿Cuánta gente, cuantos actores y actrices han pasado por nuestros ojos? Y, realmente, ¿qué ha pasado con ellos? Digo que soy una privilegiada porque he vivido muy arriba y me he podido mantener y, hoy por hoy, aquí estoy.
«No hay cosa más auténtica, más honesta y más sincera que interpretar»
¿En qué momento te das cuenta de que quieres ser actriz y cuándo piensas que sería un trabajo para toda la vida?
Cuando vi mi primera obra de teatro, o la primera que recuerdo, era muy pequeñita y tuve la sensación de que yo lo que quería era estar ahí, no sentada en el banco, sino en el escenario. Y ese momento lo tengo muy identificado.
Luego tuve la suerte de dar con un señor como fue Alberto Miralles que me cogió, me protegió bajo su ala y me enseñó mogollón de cosas. Y, después, a lo mejor tuve la suerte, pero lo pasé terriblemente mal, cuando decidí que me quería dedicar a esto con una familia que amaba, que amo, que adoraba; con una madre que ha sido mi compañera de vida, pero que en ese momento no me entendieron. Lo pasé muy mal, tuve que recorrer unos miles de kilómetros, romper con mogollón de cosas que dejé aquí para cumplir mi sueño. Años después volví con una obra de teatro llenando la sala grande del Fernán Gómez durante mucho tiempo.
Has tenido una compañía propia durante 17 años. Te preguntaría ¿qué prefieres? si interpretar o producir, pero creo que lo tienes muy claro.
Sí, con Solá la tuvimos los dos. Y sí, prefiero interpretar. Lo que pasa es que nunca he sido de las que he esperado un teléfono. Lo que me ha mantenido la cabeza más sana y más a flote, ha sido el tener siempre proyectos propios, no esperar a nadie. Es cierto que la independencia sale muy cara en todos los sentidos. Ser independiente políticamente, ser independiente de plataformas. En todos los sentidos.
Eso te trae problemas antes o después…
Bueno… no te lo pone fácil. Pero aquí sigo, siempre que las cosas te van mejor intentan identificarte con algo y yo en ese sentido he sido muy atípica.
¿Te ha merecido la pena esa valentía y esa independencia política y laboral?
Muchas veces se ha hecho muy duro, lo he pasado muy bien y muy mal. Pero aquí estoy gracias a que tengo dos hijas que lo han vivido y han visto a una madre muy trabajadora. A unos padres que han trabajado por lo que han querido. Bueno, son muy mías, mis dos hijas. Hemos sido las tres muy pegadas y me llenan de orgullo en los dos sentidos, tanto en lo personal como en el profesional. He intentado ser un ejemplo dentro de lo honesto, las cosas se ganan trabajando. Soy una absoluta convencida del pico y pala y me han salido dos hijas que son tal cual.
En momentos muy difíciles las tías han optado por lo artístico, por lo artístico, ni siquiera por luces o por otra cosa, porque ellas saben lo que es esto. Para mí son mi mayor orgullo porque están ahí como trabajadoras. Y eso me encanta. Se podrían haber aprovechado de algunas cosas y no lo han hecho. En esta profesión, una vez que vendes tu alma a determinadas cosas, no tienes vuelta atrás.
Estamos en la Escuela Blanca Oteyza de interpretación. ¿Cómo describirías brevemente los cursos que hacéis aquí?
Pasión, absolutamente. Amo lo que hago, no permito ningún ego entre ellos, inculco que lo más importante que tienes en el escenario es el compañero o compañera y que hay que creer, hay que creer en el sueño, tenerlo como objetivo y darle y darle. Estoy tan llena y tan rodeada de gente joven, que pierden el sueño… Les dicen que te vas a ganar mal la vida y, piensas, ¿pero qué me estás contando? Lo que más alimenta al ser humano es la honestidad y el sueño realizado. Cada vez lo tengo más claro, cuantos más años cumplo más cuenta me doy. Se empeñan en quitarnos este sueño, ¿a costa de qué? ¿a vendernos qué? Si es mentira. Digo el sueño del actor, el sueño del artista, o de la persona que se quiera dedicar a lo que sea. Lo que tú haces, o la persona que quiere ser un asalariado toda su vida, que me parece maravilloso, pero yo intentaría lograr un mundo en el que cualquiera se pudiese dedicar a lo que quiere.
«Lo único que me puede sacar de quicio es la falta de trabajo»
Es muy interesante eso que has comentado sobre cortar los egos. Estoy seguro de que lo consigues, pero, ¿cómo lo haces?
Siempre trabajo en lo positivo, nunca critico a nivel negativo a ninguno de mis alumnos. Lo único que me puede sacar de quicio es la falta de trabajo, porque lo encuentro una falta de respeto, no hacia mí, sino hacia los compañeros y, sobre todo, hacia este arte. No creo en la mentira, flaco favor nos han hecho cuando nos dicen «no hagas teatro», cuando se refieren a que estás mintiendo. No tiene nada que ver. No hay cosa más auténtica y honesta que interpretar. Solamente puedes interpretar bien un personaje cuando tú, como persona, sabes dónde está. Y sobre todo, cuando no te juzgas ni a ti, ni a los demás.
¿Cómo terminas con los egos? El escenario es muy sabio. A todo el mundo le coloca donde debe estar y además es cuestión de adrenalina. Por eso yo saco a todos los alumnos cada tres meses a escena con público. Aquí todo el mundo se queda en blanco, todos lo hemos pasado y lo vamos a pasar. Así que, no tengas la más mínima soberbia porque vas a cometer errores en cualquier momento. Por eso, el teatro es maravilloso porque coloca en su lugar al egocéntrico, al soberbio y al ambicioso. Da igual que tengas más o menos nombre.
¿Dónde te tomarías un café en Buenos Aires y dónde en Madrid? (en buena compañía y con buena conversación)
Eso es importante (risas). En Buenos Aires en la calle Corrientes al lado de una buena librería, con la salida de los teatros y arreglando el mundo a las tres de la mañana. Y aquí, para un buen café, este barrio, el de Malasaña. Tiene mucho sabor y mucha vida… Además yo esto lo viví hace muchos años desde otro lugar y lo que más me alegra es que hay cosas que no se han perdido, por más que intenten «limpiarlo». Yo salgo de aquí, cierro y, en la primavera empiezo a ver cómo la gente toma la calle, surgen colores, estilismos distintos… empiezas a ver libertad.