Ya es oficial. Con catorce meses de antelación, y al no haber más candidaturas, la FIFA ha tomado la decisión de celebrar, por primera vez en la historia, una Copa Mundial de fútbol en tres continentes, América, África y Europa.
Aunque esto tiene truco, ya que el peso del evento llevarán por este orden, España, Portugal y Marruecos y, al otro lado del charco, solo se disputarán los partidos inaugurales, concretamente en Uruguay, Argentina y Paraguay.
Decimos que España será la nación que encabece el torneo ya que será la que cuente con un mayor número de sedes y acoja más partidos, si bien aún no se sabe a ciencia cierta cuántas ni cuáles serán. En un principio se barajaban once estadios en territorio español y tres en Portugal, pero la entrada de Marruecos implicará una reestructuración que probablemente no sabremos hasta 2024. Lo que sí es seguro es que Madrid estará sí o sí en la cita.
La final, en el (nuevo) estadio Santiago Bernabéu
De este modo, a día de hoy, son 15 los estadios en suelo patrio que tienen opciones de acoger partidos. Balaídos, El Molinón, Riazor, San Mamés, Anoeta, La Romareda, Camp Nou, Cornellà-El Prat, Santiago Bernabéu, Metropolitano, Nuevo Mestalla, Nueva Condomina, La Cartuja, La Rosaleda y Gran Canaria cuentan con opciones (algunos más que otros), aunque muchos se caerán.
Sería impensable, eso sí, que el Metropolitano y el Bernabéu quedaran fuera de la lista final. Ambos recintos cumplen con los requisitos para albergar encuentros de la máxima competición internacional de selecciones, es decir, tener mínimo 40.000 personas de aforo y estar construidos en el momento de la elección de la sede. Además se necesita un espacio exterior de 10.000 metros cuadrados para el anillo de seguridad y otros servicios, además de disponer de 5.000 plazas de aparcamiento.
Pero, de los dos, solo el estadio Santiago Bernabéu, que este año completará su ambiciosa renovación, están en condiciones para albergar la final. Para esta cita, el emplazamiento elegido debe contar con una capacidad para mínimo 80.000 personas, y el flamante coliseo blanco tendrá 84.744 asientos, por lo que cumple con las directrices.
Solo hay un estadio capaz de arrebatarle este privilegio, y es el feudo del FC Barcelona, el Spotify Camp Nou. Sin embargo, a día de hoy, lo único que hay en el número 12 de la calle de Arístides Maillol en la Ciudad Condal son escombros; y si bien todos damos por hecho que la renovación integral a la que se está sometiendo estará lista para dentro de siete años, el hecho de que el Bernabéu esté en la capital de España, y que desde la RFEF ya se haya deslizado que será en Concha Espina, casi nos hacen descartar la opción catalana. Aunque se empieza por la amnistía y luego no se sabe qué puede venir después.
Será además la ocasión para revivir, 48 años después, la final que tuvo lugar en ese mismo lugar con ocasión del Mundial 82, y que encumbró a una selección con la que nadie contaba y que finalmente levantó al cielo de Madrid el preciado trofeo.
¿Semifinales en el Metropolitano?
Con su capacidad para 70.460 espectadores, el otro gran estadio de la capital, el Civitas Metropolitano, está descartado para el último partido por aforo pero no para decidir a uno de los dos finalistas. En este caso, la FIFA exige al menos 60.000 plazas para espectadores, cifra que supera con creces el hogar de los colchoneros.
Tiene, eso sí, una dura competencia, ya que además del Camp Nou, el estadio portugués de Da Luz, donde juega sus partidos como local el Benfica, cuenta con 66.500 localidades, por lo que se postula como una de las candidatas favoritas para uno de estos duelos, máxime cuando todo hace indicar que la mencionada final será en España.
Y, siguiendo esa misma regla, ante un eventual duelo final en el verde del Real Madrid, difícilmente la candidatura se decantará por otro estadio madrileño para uno de las semifinales, por lo que seguramente tendremos que coger el AVE dirección Barcelona si queremos presenciar en vivo y en directo el (ojalá) pase de España al duelo definitivo.
Sea como fuere, Madrid tendrá un peso decisivo en el ilusionante Mundial de 2030. Que, aunque sea compartido, no deja de ser el regreso de una gran competición deportiva casi cuatro décadas después de los Juegos Olímpicos de 1992.