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Madrid

Murat, Bolaños y el dos de mayo

En toda España, decenas -por no decir centenares- de monumentos y honores recuerdan el heroísmo y la valentía del levantamiento popular del Dos de Mayo, día que, como no podía ser de otra manera, es el día oficial de la Comunidad de Madrid. En dicha festividad se realizan actos institucionales en honor y memoria a los caídos de aquella trágica jornada que supuso un importante hito para la Historia y el futuro de nuestra España.

Gracias a la valentía y coraje de personajes como Manuela de Malasaña o los capitanes Luis Daoiz y Pedro Velarde, se activó la cadena de sucesos que trajeron la expulsión de las tropas de Napoleón y la posterior redacción de la Constitución española de 1812. Pero hagamos un breve repaso por la historia por esos comienzos del siglo XIX.

El emperador francés, con una serie de estratagemas, engaña al monarca español Carlos IV para firmar el Tratado de Fontainebleau, que fue un regalo envenenado de Napoleón al rey de España. En este tratado, firmado el 27 de octubre de 1807, se pactó la invasión de Portugal en una coalición franco-española, algo que supuso el libre acceso a más de 70.000 soldados franceses al territorio español.

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Las sucesivas derrotas militares en la guerra anglo-española de 1796-1802 generaron un gran malestar entre los españoles. Este descontento llegó a todas las capas de la sociedad: las más bajas, por la profunda crisis económica provocada por la interrupción del comercio con América y la delicada situación de la hacienda; a la nobleza, por el ambicioso príncipe Fernando y los agentes de Napoleón contra el mismo rey y su primer ministro, Godoy.

Todo ello, sumado a otro motivo de la tensión y el malestar social como fue la presencia de las tropas napoleónicas que cada vez actuaban más como fuerzas de ocupación y no de paso. Uno de protagonistas de aquellos sucesos desde el bando francés fue Murat, célebre mariscal de Napoleón que estuvo al frente de la ocupación peninsular y fue el responsable de la brutal represión al pueblo de Madrid.

Conociendo las intenciones de Napoleón de destronar al joven rey, Murat se encargó de influir y agitar a la nobleza para crear un descontento entre la familia real acerca de la ilegitimidad del nuevo monarca y por la abdicación forzosa. El mariscal, como autoridad máxima de la gran potencia que era Francia en Europa, no lo reconocía como rey legitimo y que la población de Madrid era tan impresionable como la mayoría de sus dirigentes y élites.

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El fuerte rumor de que los hijos de Carlos IV iban a ser sacados a la fuerza de Madrid hacia Bayona se extendió rápidamente y a primera hora de la mañana, una muchedumbre de madrileños se aglomeró frente a las puertas del Palacio Real con el objetivo de impedir que los soldados franceses pudieran acceder a Francisco de Paula, el hijo menor de Carlos IV.

Entonces, un grupo de madrileños atacó a unos soldados franceses creyendo que se dirigían a sacar al infante del palacio. Los franceses usaron la artillería para dispersar a la multitud y esto desencadenó episodios de extrema violencia por toda la Villa. A pesar de que Murat ya había desplegado a sus 30.000 hombres por la ciudad, la revuelta duró todo el día, lo que no impidió que las tropas napoleónicas no tuvieron escrúpulos o miramientos a la hora de reprimir a la población, enfrentándose a hombres, mujeres y niños.

A pesar de que la represión francesa posterior fue muy dura y cruel, de ese espíritu de lucha heroica surgió un auténtico, sincero y espontaneo germen de anhelo de los madrileños por la “libertad”, esa que Cervantes define en El Quijote como: “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre, por la libertad, así como por la honra se puede y se debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venirles a los hombres”.

Por eso Madrid, desde ese día dos de mayo de 1808, es lo que es: una región plural, abierta, dinámica, acogedora y que, sobre todo, ama la libertad. Por eso no hay, ni habrá, un Murat o un Bolaños. Por muy poderosos sean sus superiores o sus jefes, puedan romper o quebrantar ese legitimo principio de todo madrileño que es amar la libertad.

Por eso la imagen del ministro de Presidencia intentando subir al palco de autoridades y siendo neutralizado por el protocolo de la Comunidad se convirtió en un arma de doble filo. Nadie del Consejo de Ministros ha salido en defensa de Bolaños y es evidente que la actuación no ha sido la más acertada. Bolaños buscó el choque con la presidenta Ayuso y ahora el Gobierno tiene que mirar para otro lado, esperando que el tema se muera como la Historia, en el olvido.

Empeñado como está, en hacer oposición y no en gobernar, el ministro perdió las formas para intentar llamar la atención y lo que realmente hizo, fue faltar al respeto a una presidenta legitima, elegida democráticamente y en libertad por sus ciudadanos y también faltó el respeto a todos los madrileños en su fiesta del dos de mayo.

Madrid es libre, Madrid es libertad: “Viva nuestros héroes del dos de mayo, de cada año”.

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