La ensayista y Científica Titular en el Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Remedios Zafra, tiene como líneas de investigación el estudio crítico de la cultura contemporánea, las políticas de identidad en las redes, el feminismo y las transformaciones del trabajo creativo en la cultura red.
Sus ensayos han logrado relevantes reconocimientos como el Premio Anagrama de Ensayo en 2017 por El Entusiasmo, Precariedad y Trabajo creativo en la era digital, también galardonado con el Premio Estado Crítico, o el Premio de Las Letras en 2013 con El público, y el Premio Málaga de Ensayo por su libro (h)adas. Mujeres que crean, programan, prosumen, teclean. Recientemente, hace tan solo unos meses, con El bucle invisible, ha obtenido el Premio Internacional de Ensayo Jovellanos 2022.
Su obra ha sido reconocida con otros premios como el de Comunicación de la Associació de Dones Periodistes de Catalunya en 2010, el Premio Internacional de Ensayo Caja Madrid 2004, de Investigación de la Cátedra Leonor de Guzmán en 2001 y el Premio Nacional de Ensayo Carmen de Burgos en el año 2000, entre otros.
Acreditada como Catedrática en Arte y Humanidades desde 2019, ha sido profesora titular de la Universidad de Sevilla entre 2002 y 2022 y profesora tutora de Antropología en el grado de Filosofía de la UNED. Es doctora y licenciada en Arte, licenciada en Antropoligía Social y Cultural y posee estudios de doctorado en Filosofía Política, además del Máster Internacional en Creatividad. Desde el año 2000 ha trabajado como comisaria, editora y directora de diferentes proyectos de transferencia, especialmente exposiciones sobre arte, género y tecnología. Desde 2018 es miembro del patronato de la Real Academia de España en Roma (Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación.
Desde un punto de vista filosófico y antropológico, y desde el estudio crítico de nuestra cultura contemporánea, que usted investiga, ¿Cuánto hay de la ‘Modernidad Líquida’ de Bauman en nuestra vida laboral y social?
Hay fluidez, hay consecuencia. Esa modernidad líquida de la que hablaba Bauman era respuesta a relatos de permanencia, estabilidad, definición y solidez frente a los que se posicionaban identidades y mundos ansiosos de novedad, temporalidad, flexibilidad y cambio; un mundo líquido y cambiante, donde ahora se hacen especialmente visibles la precariedad, la contingencia y la ansiedad, como síntomas de vidas laborales y sociales fundidas. Ahí predominan lo que en mi ensayo Frágiles denomino vidas-trabajo, esa suerte de fusión caracterizada por la disolución de ambas, en un magma productivo mediado por la tecnología estando conectados permanentemente.
Uno de sus libros expone la contraposición entre el entusiasmo, la precariedad y la creatividad en la época actual. ¿Qué importancia tiene la transformación digital en nuestra identidad?
El mundo es otro después de Internet. Y lo es también para las formas de construir identidad, especialmente en tanto que las pantallas se han normalizado en nuestra relación con los otros. En la actualidad estamos materialmente más aislados en las casas conectadas, pero al mismo tiempo estamos hiperconectados con vínculos livianos.
Las formas de crear identidad colectiva cambian. De un lado, la saturación de las vidas-trabajo dificulta la articulación comunitaria política. De otro, Internet normaliza compartir públicamente vivencias y emociones, intimidad, relación y reconocimiento, convirtiéndolo en una nueva forma de capital al usarlo como base de intercambio público. El asunto, que es claramente político lo es también económico, en tanto los espacios de relación que se naturalizan en la cultura digital tienen apariencia de plaza pública pero son empresa privada. En este sentido, diría que quizá sea la mercantilización del yo, convertido en producto, lo más llamativo de esta transformación.
«La mercantilización del ‘yo’ es el cambio más relevante de la era digital»
¿Tenemos claro como sociedad qué es el feminismo? ¿Empleamos esa palabra de una forma acorde a la ética y a lo que somos?
Esta pregunta bien merecería una pausa para pensar y contextualizar pues, aunque los logros en igualdad y la comunicación en este ámbito han normalizado el feminismo en las vidas cotidianas, sigue habiendo desconocimiento, malinterpretación y premura en quienes tergiversan su significado. Con paciencia infinita no podemos cansarnos de recordar que el feminismo es un movimiento que busca crear conciencia y cambio social para la igualdad de las personas.
A poco que leamos y conozcamos la historia de la humanidad veremos que se ha construido sobre una asimetría estructural que ha subordinado por defecto a las mujeres. Es por tanto una lucha por la justicia social que cualquier persona razonable asumiría. Sin embargo, hay quienes desde visiones conservadoras consideran que el mundo no debe cambiar y difunden otros significados y usos que a fuerza de reiterarlos intentan convertirlos en “verdad”. El daño social que esto provoca es grande en un mundo donde las redes movidas por la apariencia y las emociones tienen un peso enorme, dando crédito al que tiene la voz más alta o un número más alto de seguidores. Las redes no favorecen reflexión ni ética, al contrario alientan lo emotivo, las ideas preconcebidas, lo que viene avalado por “números altos”. Números que hablan del poder de las audiencias, es decir que favorecen formas oclocráticas y no democráticas, un mundo convertido en mercado.
«Las redes están programadas para que el sujeto sea el producto»
Ciberfeminismo, una palabra curiosa. ¿Es la herramienta para alcanzar una igualdad real? ¿Está muy lejos esa igualdad?
Todos los feminismos hablan de igualdad y cuando se acotan como el caso del ciberfeminismo ayudan a pensar un contexto concreto como el tecnológico. Un ámbito tradicionalmente muy masculinizado en tareas de ideación, ingeniería, programación y liderazgo tecnológico y que sigue estándolo. Aunque el ámbito de Internet hacia el que se proyectaba el ciberfeminismo en sus inicios en los noventa, era muy sugerente como metáfora de una nueva forma de poder y de relación, más horizontal y desjerarquizada, más igualitaria en tanto una red que habla de una estructura de nodos donde todas las personas podemos ser también productoras y tener voz.
Esa analogía junto a otras ayudó a hacer reflexivo el mundo digital y también a imaginar sus riesgos y potencias para un mundo mejor. La igualdad era parte de la visión utópica de aquel ciberfeminismo, pero el nuevo milenio comenzó cediendo al capital la territorialización de Internet y perdiendo una oportunidad de creación de un mayor y mejor espacio público. Muchas cosas hemos aprendido desde entonces, entre ellas que la igualdad no está ni lejos ni cerca, está siempre en proceso, en construcción, en tanto nace de logros recientes, son también frágiles, hemos de cuidarla como corazón de justicia social.
Las redes sociales han cambiado nuestra forma de relacionarnos con el mundo, como decía, desde un punto de vista comercial. Siguiendo con el concepto de ‘Sociedad Líquida’, ¿sería muy extremo temer que acabaremos relacionándonos con Inteligencias Artificiales más que con otros seres humanos?
La científica de datos Cathy O’Neil aventura que mientras los privilegiados pueden (y podrán) ser leídos por humanos, las masas somos (y seremos cada vez más) leídas por máquinas bajo fuerzas monetarias. Esta idea me parece descriptiva y pedagógica para enfrentarla como inercia hacia la repetición o aumento de formas de desigualdad. Las inteligencias artificiales son ya cotidianas como interlocutoras, transformarán el mercado laboral y nos transformarán como humanos. Su aportación traerá consigo avances fascinantes, amenazas y cambios que están forjando ya un nuevo paradigma. El asunto, como apuntas, tiene que ver con los valores que mueven una tecnología, es decir, si lo que se busca es meramente rentabilidad o si los propósitos que se persiguen buscan un bien social y están pensados desde una ética.
Gran parte de los avances tecnológicos (y también científicos) que conllevan sesgos de desigualdad no tienen esa “intencionalidad”, sino que surgen por defecto en tanto los humanos que los crean también cargan con esos sesgos. De ahí que en un tiempo que parece desestimar la filosofía y las humanidades, éstas se estén convirtiendo en esenciales para transversalizarse en trabajos y políticas, con especial énfasis, en el ámbito de la inteligencia artificial que está creando nuevo un suelo social.
¿Dónde nace nuestra predisposición a perder la intimidad en las redes? ¿Nos hacen más o menos libres?
Las redes están programadas para que el sujeto sea el producto. Hay una determinación a convertir al yo en protagonista y puerta de entrada a Internet, valiéndose de estrategias ya experimentadas en otras experiencias adictivas donde las lógicas se orientan a “ganar” (en el juego quieres ganar dinero, en las redes likes y seguidores). Incentivar a los sujetos a compartir es hacerlo a “compartirse” es decir a publicar fragmentos de vida e intimidad en el escaparate digital y de socialización online. Ya sabemos que allí donde el servicio es gratuito nosotros somos el producto y en este caso el tiempo y los datos (también íntimos) lo que damos a cambio del uso. De hecho, es tal vez una seña interesante de época pues si nuestra cultura se ha caracterizado por proteger la intimidad, ahora no solo no se protege sino que se incentiva su exhibición. Las lecturas derivadas son complejas
No obstante, e hilando con tu pregunta por la libertad, creo que si bien hay una tendencia a sentir que elegimos lo que viene ya “orientado” y que las redes nos hacen menos libres, existen márgenes para la apropiación y también para instrumentalizar las redes y un claro ejemplo ha sido el feminismo. Fíjate como en los últimos años movimientos globales han sido posibles por la conversión de lo íntimo en público a través de las redes. En estos casos me parece que hay una diferencia en cómo la fuerza que moviliza esa exposición es propia (no externa) y nace compartiendo “una intimidad opresiva” con otra persona que de pronto se ve identificada y también comparte. Lo íntimo que daña (como las violencias calladas y educadas) se hacen entonces públicas, creando sororidad y colectividad política, como pasó con MeToo y los movimientos feministas vinculados. Cierto que posteriormente el acoso y la violencia online han aumentado (la manosfera es un ejemplo).
¿Y felices?
Pienso que eso que llamamos felicidad es siempre fruto de un consenso y que la que se hipervisibiliza especialmente en los medios tiende a estar fetichizada y mercantilizada, como si estuviera vinculada a poseer más, tener más… En esa línea, las redes son grandes creadoras de ansiedad, en tanto lo son de frustración y deseo respondidos a golpe de ratón.
«La velocidad es la cara de la precariedad y de la posverdad, del predominio de lo desechable»
¿Cómo ha cambiado la cultura, a grandes rasgos, en la Era Digital? ¿Y el arte?
Ahora que el mundo viene en gran medida mediado por pantallas y que habitamos entre un exceso digital, la cultura revaloriza el lugar del cuerpo, de lo material. Pienso que son buenos tiempos para el teatro, entre otras cosas por ese necesario contraste ante una vida interfaceada por máquinas.
De otro lado, cultura y arte se han visto transformados de muchas maneras, tanto en las formas de narrar y congregar, como en haber convertido lo digital en parte esencial de su práctica como “objeto reflexivo”. Ambos (arte y cultura) cuando se dicen contemporáneos tienen ese desafío de ayudar a pensar la singularidad de “la época”, abordando lo difícilmente narrable. Y hay tantas cosas “difícilmente” verbalizables, tantas contradicciones en esta era digital…
Me interesa mucho el concepto ‘pensamiento lento’ frente a la vorágine de nuestra sociedad actual. ¿Hacia dónde nos lleva esta velocidad, ruido y exceso…?
La velocidad tiene buena fama en una sociedad de mercado que recompensa la rapidez con likes y evaluaciones positivas, y que acostumbra a bajar la ansiedad a golpe de botón o de ansiolítico. Sin embargo, la velocidad es también la cara de la precariedad y de la posverdad, del predominio de lo desechable. El pensamiento si se quiere reflexivo y transformador no puede ser precario, no puede estar sometido a esta presión, pues bajo ella tiende a caer en lo previsible, en la idea preconcebida, en la que no requiere tiempo para extrañarse, para la duda, para ponernos en el lugar del otro, para pensar por uno mismo.
Define las humanidades como la conciencia crítica…
Las humanidades ayudan a “pensar” y no es baladí ni una obviedad en una época donde nos sentimos engranajes de los acelerados ritmos productivos, y en la que muchos trabajadores precarios se sienten deshumanizados y descartables. Las humanidades ayudan a “comprender y empatizar” para facilitar cambios sociales que no beneficien solamente a quienes ostentan el poder.
Los tiempos no favorecen el pensamiento. Parece que pensar es poco rentable porque ralentiza, pero diría que casi todo lo que tiene mayor valor social, pienso por ejemplo en la justicia, requiere tiempos reflexivos y no impulsivos.
Las humanidades se infravaloran cuando se piensa en términos de rentabilidad rápida, pero si hay algo que nos reclama el mundo contemporáneo y el planeta es poner freno a un ritmo de hiperproductividad insostenible que destruye planeta, enferma a las personas y aumenta la desigualdad. Las humanidades son imprescindibles para un cambio social que prime empatía y cuidado mutuo frente a rentabilidad (de unos pocos) y el lenguaje bélico.
«Una Inteligencia Artificial podría decidir mis gustos, pero prefiero regalarme el derecho a decidirlos yo misma»
¿Cuál es la situación de “la mujer” en la ciencia y cómo mejoraría esta, si alcanzáramos esa igualdad real? ¿Y en el CSIC?
Desde la llegada de la democracia los avances en igualdad para las mujeres científicas han sido muchos y confiamos en que sigan asentándose y creciendo con la nueva ley de ciencia. Desde la Comisión Mujeres y Ciencia del CSIC se realizan informes anuales que llevan años ilustrando los avances y estancamientos durante mucho tiempo, visibles en estadísticas tijera que hablan de cómo las mujeres crecían en áreas de formación e investigación, hasta llegar a edades en las que se esperaba de ellas que tuvieran hijos o una familia. Llamativamente entonces la línea bajaba mientras que la de sus compañeros investigadores subía.
Pasa también cuando hablamos de la diferente gestión de tiempos, donde encontramos dificultades estructurales y explicitas que desalientan a muchas en su carrera científica si hablamos de conciliación o promoción. Son necesarias medidas que favorezcan la solidaridad de los compañeros y la comprensión feminista de la igualdad no desde una “aceptación” obediente e irreflexiva, sino desde una complicidad activa, un detenerse a pensar y a comprender su necesidad social. Y también seguimos precisando recursos, la igualdad no puede construirse ensanchando las espaldas y sosteniéndose en los tiempos de las mujeres que restan horas a sus investigaciones para dedicarlas a esta causa.
¿Son las mujeres referentes en ciencia?
Para la sociedad la lectura también es ambivalente, por un lado la realidad científica habla todavía del desconocimiento que la sociedad (y la escuela) siguen teniendo de las mujeres en este campo. No obstante, me parece esperanzadora la transformación del imaginario en relación al aumento de mujeres referentes en ciencia, más visible en las publicaciones para niñas y adolescentes que rescatan y revisan el pasado para contarnos historias de mujeres brillantes y pioneras en este ámbito, muy masculinizado. En esta línea, para el CSIC la igualdad es una prioridad y se incentiva, desde centros, proyectos, comisiones y pluralidad de cauces que no solo estudian la situación de las mujeres en el trabajo científico, sino que estimulan la visibilización de las científicas y el acercamiento de la ciencia a la sociedad. Para las más jóvenes tener referentes es esencial no solo para “poder ser” sino para “imaginar poder ser”.
Viendo su trabajo me da curiosidad cuáles podrían ser su película, novelista y artista favoritos?
Con el tiempo ese cajón se rebosa de obras plurales que a veces me gustan y otras me interesan por razones diversas o parcialmente, pero necesitaría tiempo para decidir los que prefiero. Supongo que una inteligencia artificial los elegiría por mí atendiendo a mis búsquedas y datos, pero prefiero regalarme ese derecho a decidirlo yo misma.
Fotografía de Portada / CSIC