El 8 de marzo comenzó siendo el Día de la Mujer Trabajadora y se celebraba con un gesto amable de los compañeros de trabajo masculinos, o de la empresa, para poner en evidencia que éramos bienvenidas en la vida laboral: una flor, una felicitación…
Ahora no, ahora el día se ha convertido en el día de algunas mujeres, de reivindicaciones descabelladas, de amenazas a la sociedad, de marchas de señoras que chillan, chicas enfadadasque quieren ser violentas y crías de instituto que hacen la revolución con el Gobierno en la pancarta principal, que pasean una rebeldía dirigida desde arriba, tan ridícula como innecesaria.
Dicen las “sujetapancartas” que sus derechos están en peligro. Pues sí, en parte llevan razón, estamos perdiendo libertades a chorros con estos lobbies de género y estas luchas entre grupos sociales artificiales. Pero no saben que ellas son parte del problema, no de la solución.
Da pena, pero también da risa. Para alegría de todos, el feminismo que se ha apoderado del día, y de muchas mujeres -no todas, algunas resistimos-, tiene niveles de desquiciamiento en sus filas.
Y esos niveles desquiciados no llegan a caerse bien. Se caen fatal. Ya el año pasado hubo dos facciones manifestantes de esas ménades furiosas, ambas con sus respectivas pancartas gubernamentales en la cabecera. Que viva la revolución, si hay subvención.
Uno de esos niveles es el de las feministas marxistas clásicas: creen en la lucha de sexos, odian a los hombres y exigen cuotas y prebendas con un victimismo inagotable. Para ellas siempre va a haber brechas salariales, techos de cristal, convierten en abuso hasta las cortesías y han venido a salvarnos de nosotras mismas, seres infantiles, incapaces de dirigir nuestras vidas sin su intervención.
Nuestra voluntad no importa. Somos tontas, no sabemos. Tampoco sabemos llegar a los puestos importantes si no es por las políticas de cuotas que nos proporcionan, cuotas que corren serio peligro si hombres autopercibidos mujeres se hacen con ellas. Porque con este fenómeno actual de lo que llaman hombres transfeminizados, dejan de servir las cuotas, y también deja de tener sentido todo el entramado montado sobre la violencia de los hombres contra las mujeres. Es más, con esto de la autopercepción como realidad indiscutible, muchas niñas feministas terminan decidiendo que son hombres porque, para pertenecer a un sexo subyugado, pues mejor autopercibirse del otro, ya que mágicamente, solo con decirlo dejas de ser mujer y pasas a hombre.
Lo cierto es que por razones erradas o acertadas, son antitrans, TERFS las llaman y, por lo menos, protegen con esa postura a los niños desorientados. Y a las mujeres deportistas, o las presas cuya situación es muy mala frente a los hombres autopercibidos mujeres que se integren en competiciones y cárceles.
El otro nivel, mucho más elevado de desquiciamiento, es la de las feministas protrans, que protegen a las mujeres de una forma muy particular dejando que personas XY autopercibidas mujeres les quiten merecidos títulos deportivos y abusen de ellas en las prisiones. También las protegen sacando leyes que acortan las penas de prisión de violadores y pederastas. Supongo que los que han sido liberados por la ley del Sí es Sí, asistirán a la manifestación. Su lucha contra los hombres es aún más descabellada, puesto que equiparan delitos graves con abusos menores y, además, dan el rejón de muerte a la presunción de inocencia de esa mitad de la población: los hombres.
Estas señoras consideran que las mujeres pueden hacer con su cuerpo lo que quieran previo pago de su importe, o no, y aunque implique a terceros, como es el caso de los vientres de alquiler. La facción anterior, ni prostitución, ni vientres de alquiler, pero ambas sectas opinan que matar a los hijos es un derecho de la mujer, que esos hijos no tiene derecho ninguno y que sacar muerto a ese niño del seno de su madre no produce en ella ningún efecto adverso, ni físico ni mental. Es más, ambas facciones están ansiosas porque las mujeres ejerzan ese derecho, una y otra vez, sin que nada ni nadie les facilite otra opción o les dé una oportunidad al segundo ser humano. Tampoco conciben que haya mujeres que no quieran ejercer tan estupendo derecho y se vean obligadas a abortar.
En fin, este año, como el año anterior, tendremos dos manifestaciones gubernamentales. La novedad de este 8M es que otrosse van a unir a ese festejo espantoso donde, en un ejercicio de modélica tolerancia inversa, te escupen, insultan y pegan si no eres de su bando, si no asumes el dogma completo de todas sus reivindicaciones, sus mentiras y su visión ideológica de las relaciones humanas, la vida, la biología, el respeto a los demás, la igualdad, la justicia y el sentido común.
Las mujeres libres no estaremos en ninguna de las dos marchas. Trabajaremos, en casa, o fuera de ella. No tenemos por qué plegarnos a ese feminismo que nos dice, en voz de una pancartista, que no tienes ni idea de nada, aquello de que sin ellas no seríamos nada.
Las mujeres libres no asumimos ni uno solo de los dogmas de ese movimiento que, cuanto más evoluciona, más daño hace a la mujer real y corriente. A las mujeres libres no nos gusta que nos utilicen, que nos metan en una lucha de sexos estúpida y donde todos pierden, que dañen a nuestros seres queridos. Celebraremos el resto del añocomo el día de las mujeres libres en compañía de los que queremos y nos quieren, no el día 8M utilizadas y dirigidas como un rebaño por un gobierno que sacrifica a las mujeres y sus hijos en el altar de la Agenda 2030.