En las últimas semanas existen fuertes rumores en la Villa de Madrid de que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se va a cambiar de apellido. Los asesores del presidente le han recomendado y convencido que debe tener, a partir de ahora, un perfil mucho más internacional, de manera que sea más probable que en las cumbres internacionales los lideres le nombren por su apellido y no le llamen Antonio.
Algunos de los apellidos que más suenan entre los contertulios están vinculados a la industria cinematográfica de Hollywood, como Superman, Conan, Rambo, Darth Vader o Costner. Pero parece ser que cada día coge más fuerza el de Marx. Podríamos pensar que esa decisión se basa en la figura del filósofo, economista, sociólogo y político comunista alemán de origen judío, cuya extensa e influyente obra abarca diferentes campos del pensamiento en el campo de la filosofía, la historia, la ciencia política, la sociología y la economía y cuyas obras más conocidas son el Manifiesto del Partido Comunista y El capital.
Karlos Marx es normalmente citado junto a Émile Durkheim y a Max Weber como uno de los tres principales arquitectos de la ciencia social moderna. De hecho, las teorías de Marx sobre la sociedad, la economía y la política, que se conocen colectivamente como el marxismo, sostienen que todas las sociedades avanzan a través de la dialéctica de la lucha de clases, sistema basado en la dialéctica de Hegel, pero con un enfoque más materialista. Aunque Marx se mantuvo como una figura de perfil bajo, sus ideas y la ideología del marxismo comenzaron a ejercer una gran influencia sobre los movimientos socialistas tras su fallecimiento.
Pero no nos equivoquemos, la realidad es que esta decisión un nuevo nombre no es por Karlos, si no por el otro Marx, Groucho, el gran genio de la comedia y el cine, famoso entre otras cosas por sus brillantes frases y citas como: “Debo confesar que nací a una edad muy temprana”, “es mejor estar callado y parecer tonto, que hablar y despejar las dudas definitivamente”, “yo encuentro la televisión bastante educativa. Cuando alguien la enciende en casa, me marcho a otra habitación y leo un buen libro”, o la de su epitafio: “Perdonen que no me levante”.
Pero una de las frases más icónicas y conocidas en la que se ha inspirado Pedro Sánchez para buscar su nuevo apellido es: “Damas y caballeros, estos son mis principios. Si no les gustan, tengo otros”. Con esta genial frase criticó la hipocresía y la volubilidad de las creencias y valores de las personas que cambian de parecer y de principios según le beneficien.
Pues bien, esta frase le viene como anillo al dedo a Sánchez porque durante los años que lleva como líder socialista y presidente del Gobierno ha dado buenas pruebas de que es capaz, con gran desparpajo, de decir lo mismo y lo contario en muy poco tiempo. Dijo que no podría dormir y que no gobernaría con Podemos, y gobernó. Dijo que no gobernaría con los independentistas que habían atacado directamente contra el orden constitucional, y gobernó. Dijo que no gobernaría con el apoyo de Bildu a cambio de una nueva política penitenciaria, y gobernó. Y hasta hace unos días, dijo que no cambiaría el Código Penal y el delito de sedición, y lo cambiará.
Sánchez es un auténtico superviviente carente de cualquier clase de principios con la única obsesión de perpetuarse en el poder.
Ya lo dice el histórico líder socialista Tomás Gómez en una entrevista de hace uso días a el diario El Español: «Sánchez es capaz de desestructurar el Estado con tal de mantenerse en el poder. Eso es la reforma de la sedición”.
Lo dicho, la palabra del nuevo y viejo Pedro Marx vale menos que un billete de cuatro euros.