Hoy en día, tenemos asumido que con un simple giro de muñeca o un vistazo rápido al teléfono móvil podemos saber de manera inmediata la hora exacta y organizar nuestro día sin mayor dificultad. Sin embargo, algo que es pura rutina hace tanto no lo era, y había que recurrir a otras soluciones para decidir a qué hora comer, cenar, o levantarnos.
En este sentido, la mejor herramienta que siempre ha tenido el ser humano ha sido el Sol. El “Astro Rey” asoma desde el este cada mañana, sin excepción, para alumbrarnos un nuevo día. Una garantía que nos ha servido para configurar en torno a su posición el uso horario que ahora conocemos y utilizamos.
No es de extrañar por tanto que los primeros relojes de los que tengamos constancia sean precisamente solares, y que en muchos edificios sigamos viéndolos funcionar sin fallo, estoicos en las fachadas. Hay, eso sí, un lugar en Madrid en el que estos elementos pasan de ser accesorios a protagonistas absolutos. Por su cantidad y, sobre todo, por su belleza.
Hablamos del barrio de Moscardó, en Usera. Allí, entre parques, bares y tiendas descubrimos 17 relojes de sol diseminados entre las calles General Marva, Goyeneche, Duquesa de Santoña, Gumersindo Azcárate, Doctor Sanchís Banus o Pintor Lucas. Pero, ¿Cómo llegaron allí?
Según cuenta la Asociación de Amigos de los Relojes de Sol (AARS), cuando comenzó la rehabilitación de la zona en 1982, se pensó en la idea del barrio como un espacio cotidiano, del paso del tiempo de sus moradores y en el sol como fuente de vida. De ahí, que se llegara a la decisión de la instalación de los relojes de sol como símbolo de ese concepto.
El proyecto original, obra de Alberto Corazón y Juan José Caurcel, contemplaba la instalación inicial de 33 relojes, aunque al final se quedaron en algo más de la mitad. Con la mencionada restauración del barrio, se buscó darle una identidad histórica y cultural con estos símbolos astronómicos, al que en 1929 fue el primer proyecto de vivienda pública de la ciudad.
En la sencillez reside su belleza
Los relojes de sol de Moscardó no tienen grandes ornamentaciones. De hecho, su estructura es muy sencilla, compuesta por una plataforma numérica y un elemento triangular o vertical (gnomon) de distintos tipos y materiales, encargado de generar la sombra y arrojarla sobre los números a medida que se va moviendo la Tierra.
Un proyecto conjunto que necesitó de un artista, Alberto Corazón, para darle forma, y un matemático, Caurcel, quien se encargó de la gnomónica, o ciencia que enseña el modo de hacer los relojes solares. Como curiosidad, hay que decir que para su funcionamiento perfecto deberían estar orientados al sur, pero en la mayor parte de los casos no ocurre así. Por eso, cuando se quiere saber la hora, se mira al reloj, el punto de la hora que marca, y a continuación sumarle dos horas en verano y una en invierno.
Relojes de grandes dimensiones… y otros más pequeños
De este modo, en algunos bellísimos (y bien conservados) edificios racionalistas del siglo XX, encontramos un crisol de relojes de sol que incluyen algunos de grandes dimensiones como el que cuenta con alrededor de siete metros de alto y dos de ancho, situado en un extremo del barrio, en Calesas, y otros, la mayoría, de dimensiones más modestas y casi escondidos en las fachadas.
Para no perdernos ninguno, podemos agruparlos por su localización y orientación. Cuatro de gran tamaño se ubican en las fachadas orientales de la calle Calesas y se pueden ver en conjunto a pie de calle.
Los cuatro de mayor tamaño tienen unas dimensiones de 8 x 4 m y de 4 x 2,5 m, y con colores ocres, marrones y grises. Todos tienen dibujado un Sol en la parte superior y su gnomon es un trapecio recortado en chapa de aluminio pintado. Al cuarto reloj hay que verlo desde la calle de Mirasierra, junto al centro de salud que casi lo mantiene oculto de las miradas ajenas.
Hay dos relojes más junto a las ventanas en las fachadas laterales en la calle de Bernardino de Antequera. Son de tamaño menor (de 3,5 m de ancho y de 2 m de alto), están colocados en una tercera planta y tienen colores más claros, lo que hace, a veces, casi imperceptible su ubicación, ya que apenas resalta el beige y el teja sobre las fachadas casi del mismo color.
El conjunto de los 11 relojes restantes de dimensiones más reducidas se ubica en las fachadas de las casas y los pasajes de las calles Gumersindo Azcárate, Doctor Sanchís Banús y Ramón de Madariaga, así como de la plaza del Pintor Lucas y General Marva.
La última rehabilitación
En junio de 2022, La Junta Municipal de Usera firmó un convenio con la Asociación de Vecinos de Moscardó para rehabilitar los 17 relojes de sol y revitalizar su valor patrimonial y cultural. El convenio llegaba tras un estudio previo realizado por la junta, que sirvió para analizar el estado de conservación de cada uno de los relojes y la mejor manera de conservarlos.
La reforma contará con una subvención de 110.000 euros y será ejecutado por la propia Asociación. En este sentido, la concejala Loreto Sordo, afirmó en el momento de la firma que “estos relojes forman parte del patrimonio cultural y emocional de nuestro distrito y, tras la rehabilitación, lucirán como merecen para ser conocidos cada día por mayor número de madrileños. Teníamos el compromiso con los vecinos y, gracias a este convenio, conseguimos que sea una realidad”.
Y, así, asegurarnos de que el Sol siga dándonos la hora en la antigua Colonia Moscardó.
Imágenes: Jesús Antón