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Dulce agua

El agua es un derecho, no un privilegio, como indica Naciones Unidas. Damos por hecho que el acceso al agua potable es algo que siempre estará a nuestro alcance. Sin embargo, sólo el 2,5 % del agua de la Tierra no es salada y buena parte de ella es de difícil acceso. A esta problemática se suman los estragos que causan el cambio climático, la contaminación o el desperdicio debido a una distribución ineficiente. Como consecuencia, hasta 3.500 millones de personas podrían estar sufriendo escasez de agua en 2025 con los conflictos que se derivarán de ello.

Dulce agua reúne 60 piezas y proyectos que muestran lo que están haciendo los diseñadores al respecto de este problema que tantas consecuencias tendrá para todos, ya sea directa o indirectamente. La exposición descubre objetos relativos al mundo del agua, como nuevas versiones de botijos, jarras o botellas que animan al consumidor a beber agua del grifo o de fuentes públicas y prescindir de las dañinas botellas de plástico de un solo uso. También reúne proyectos que proponen soluciones a problemas relacionados con ella: recoger el agua de lluvia, extraer agua de la atmósfera, almacenarla, transportarla, filtrarla, desalinizarla, depurarla, utilizarla con mayor conciencia. Algunas propuestas muestran el ingenio necesario para sugerir maneras de emplear materiales de desecho resultantes de los procesos de producción del agua corriente.

Por otra parte, se exhiben proyectos cuya intención es concienciar, sensibilizar al ciudadano, de modo que tengan un efecto sobre el buen uso que cada uno debe hacer para tratar con respeto a este bien precioso y esencial. Asimismo, Dulce agua llama la atención sobre algunos excesos de los procesos de producción, como el hecho de que se empleen 7.500 litros de agua para fabricar un solo pantalón vaquero o que se drenen 1.695 litros de agua para poner una hamburguesa en la mesa.

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En relación a la polución de los océanos (se estima que habrá más plástico que peces en los océanos en 2050) se muestra una selección de muebles, objetos, tejidos, prendas o calzado realizados a partir de plásticos rescatados del mar, a través de productos realizados tanto por diseñadores que experimentan con esa idea a pequeña escala como por grandes empresas que incorporan estas prácticas sostenibles asociadas a la limpieza de océanos y ríos al proceso de fabricación de sus productos. 

Como indica la comisaria Ana Domínguez “es hora de replantearnos la relación que tenemos con el agua, de dejar de ser parte del problema y pasar a ser parte de la solución”.

Entre los proyectos que muestra Dulce agua se puede ver el recolector de lluvia “Aquatecture”, diseñado por Shaakira Jasssat para Studio Sway, un panel que se puede colocar en la fachada de edificios o se puede usar como elemento independiente, creando estaciones de recolección de agua en cualquier lugar. El prototipo de botella “Solar Bottle”, de Francisco Gómez Paz y Alberto Meda, que al exponerse al sol durante seis horas hace que los patógenos del agua se destruyan convirtiendo el agua contaminada en potable. El destilador de agua solar portátil “Solar distiller” del diseñador Henry Glogau, que purifica el agua usando energía solar y se puede ensamblar con materiales baratos y fácilmente disponibles. Consiste en una lona de plástico de dos capas que se suspende sobre una estructura de bambú simple. y puede generar 18 litros de agua purificada al día. O la alfombra “Ganjes” de Álvaro Catalán de Ocón para la colección “Plastic Rivers” de GAN-rugs que, hecha a mano con PET 100% reciclado, recrea vistas panorámicas de los ríos más contaminados del planeta. 

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Entre los proyectos que tienen como objetivo la sensibilización se encuentra “Wonderwater Cafés: How Much Water Do You Eat?”, de Jane Withers y Kari Korkman, desarrollado en colaboración con científicos del agua de la Universidad Aalto de Helsinki y el King’s College de Londres. El Wonderwater Café quiere concienciar sobre la huella hídrica de los alimentos y hacernos pensar sobre el impacto de lo que comemos en los recursos hídricos locales y globales por lo que sus menús ilustran el desglose del agua utilizada para producir los ingredientes de los platos que sirven. O el proyecto “Beachcombers”, de Gundega Strauberga, que plantea un escenario de ficción de diseño en el que las personas que viven en pueblos cerca del mar han ideado una nueva artesanía para limpiar las costas; el futuro de los souvenirs artesanales hechos de contaminación marina, de redes y cuerdas que han sido arrastradas a la orilla, un subproducto de industrias pesqueras insostenibles.

La exposición se puede visitar en la planta 3 de CentroCentro, del 25 de marzo al 21 de agosto, con acceso gratuito.

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