Rusia ha lanzado un ataque a gran escala sobre su vecina Ucrania. A pesar del conflicto que ambos países viven desde el año 2014, lo cierto es que este escenario nunca había aparecido como factible, hasta que en las últimas semanas todo comenzó a desmoronarse. Y, ahora, la guerra.
Más allá de cómo será la evolución de la situación a nivel europeo y global, los más afectados son, como siempre, los ciudadanos de a pie. Los que en estos momentos están huyendo de sus casas a miles de kilómetros de aquí y, por supuesto, los más de 23.000 ucranianos que se estima viven en la Comunidad de Madrid y que ven con angustia lo que sucede en su tierra. Los mismos que hace solo unos días pedían a Putin que no invadiera su país y que, lamentablemente, no fueron escuchados.
Mientras los tanques están cruzando la frontera, el gobierno de Kiev ya ha activado la ley marcial, otorgando a los militares facultades extraordinarias a las fuerzas armadas para salvaguardar el interés público. Según la legislación ucraniana, esto implica restricciones a los derechos y libertades constitucionales de la población civil como la incautación de propiedades, el toque de queda o un «deber laboral«, que obliga a trabajar a los civiles sanos, pudiendo pasar a trabajar dentro de las fuerzas armadas. Quién sabe, quizá alguno de los ucranianos, ya madrileños, que viven en la región, deban regresar a su lugar de origen para empuñar un arma.
Apenas cinco kilómetros separan la imponente embajada de la Federación Rusa, en la calle Velázquez, del modesto edificio donde se asienta la de sus vecinos, muy cerca de Barajas. Una distancia muy corta que ahora parece insalvable. Precisamente desde la embajada ucrania se está informando a tiempo real a sus ciudadanos, sobre las posibilidades que tienen ante el ataque.
Imagen portada: Telemadrid