Me hace gracia cuando se espeta a quienes están en contra de las restricciones COVID aquello de “sois unos blandengues, por una mascarilla entráis en histeria”, o “por no ir al bar tampoco te pasa nada”, o “queréis vivir como si no pasara nada, ¡¿no ves que estamos en pandemia?!”.
No han entendido nada. El problema de las medidas y restricciones que se han venido utilizando durante los últimos 20 meses no es que sean demasiado duras… ¡Es que son demasiado blandas! Todas, incluida el pasaporte COVID también conocido como green pass (a saber por qué “verde”). Todo eso no es más que un vulgar chiste al lado de lo que tendrían que ser las medidas… las únicas que serían verdaderamente eficaces.
Así que sin más miramientos, me permito exponerlas. Estas son las medidas que hacen falta para acabar con la pandemia.
Medida nº. 1. Una comunicación clara, sencilla, estricta, desde las Administraciones Públicas, con un contenido en términos similares a estos: “Las medidas a adoptar parten de una premisa básica en epidemiología y en múltiples disciplinas: el riesgo cero NO existe. Vencer a una pandemia es un estado de guerra. Asumimos que habrá hospitalizaciones, ingresos en UCI y fallecimientos, pero en toda guerra hay muertos y heridos, héroes a su pesar, cuyo sacrificio permite salvar a una sociedad entera”.
Medida nº. 2. Que es la primera medida propiamente hablando. Seguir viviendo. Business as usual, que es lo que dijo en un primer momento BoJo. Entonces quizá no tocaba (quizá). Hoy, y desde hace ya un buen número de meses sí. No se puede cortocircuitar toda una sociedad por salvar 5, 10 o 15 mil vidas más. Porque no es verdad que se salvó a medio millón de almas con los confinamientos. Porque no es verdad que podamos sacar pecho de haber contenido gran cosa después de 20 meses de medidas. ¡Claro que cada muerte es un drama!, pero parece que se nos olvida que cada año mueren en España de media unas 400.000 personas por todas las causas, algunas de ellas perfectamente evitables. Frente a una pandemia provocada por un virus con una tasa de letalidad máxima estimada del 0,35%, no hacer números es jugar a la guerra con balas de plástico. Es ser un novato. El soldado pardillo. El recluta patoso.
Medida nº. 3. ¿Códigos QR? Sí. Pero más. Y bien. La pregunta: ¿se puede saber qué (carajo) hacemos midiendo pautas vacunales y meses transcurridos desde la última inyección? Eso no es salud. Es cobertura ante la opinión pública de decisiones políticas (recuerdo que esto lo firma un pro-vacunas). Y además es un cero a la izquierda en cuanto a control epidemiológico. Quién me iba a decir que estaría de acuerdo con el doctor Carballo: reclamo códigos QR vinculados a un test de antígenos obligatorio cada 48 horas, gratuito, universal y vinculado a una nube pública y protegida. ¿Que da negativo? A hacer vida. ¿Positivo? A quedarse en casa hasta que salga negativo. ¿Sin realizar? Multa, salvo circunstancias de fuerza mayor. ¿Pueden fallar? Pueden fallar, y tener puntualmente desenlace fatal, pero fallarán menos que permitir la entrada a vacunados infectados y prohibirla a no vacunados sanos. Y si fallan… chico, es que así es la guerra. Heridos y muertos para salvar al resto del pelotón. Mejor perder 10 soldados y salvar a 10.000 que no al revés. ¿Que no hay tests suficientes? A nacionalizar fábricas y a producir con parados en leva forzosa. ¿Caro? No. Lo caro es seguir pidiendo pasaportes magufos y cerrando negocios. Y además es potencialmente criminal.
Medida nº. 4. Cribados masivos diarios en emplazamientos aleatorios e impredecibles. Para proporcionar el único dato que a día de hoy, parece mentira, no es transparente; a pesar de ser el único relevante a nivel estadístico y epidemiológico: la tasa de positividad. Las tasas que manejamos hoy suman los cribados aleatorios y los forzados por síntomas o sospechas. Por tanto, están adulteradas. Se necesitan tasas procedentes únicamente de cribados aleatorios. Que serán mínimas, si se acompañan de la medida número 3, y sobre esta se aplica la misma vigilancia que se ha utilizado en los últimos 20 meses para multas tan magufas como incumplir el toque de queda o no llevar puesta correctamente una mascarilla.
Medida nº. 5. Hablando de mascarillas. Prohibidas, salvo prescripción facultativa. No es “no obligatorias”, ni tampoco voluntarias. Es decir: terapia de choque, que especialmente en España hace falta. Los técnicos de salud pública más conservadores cifran en como máximo un 20% la eficacia de los mandatos de mascarilla como medida de prevención colectiva. ¿Una mascarilla apropiada y bien usada puede ser útil? Sí, sobre todo si tienes síntomas. Si las medidas anteriores se aplican bien, acertar al euromillones será más fácil que encontrar una sola mascarilla a la que poder dar las gracias por haber salvado una vida. Y de paso nos dejaremos de una vez de chamanería cutrelux.
Medida nº. 6. En caso de que fallen las medidas anteriores, y la población en UCI se dispare, y SOLO en ese caso, llamada a un aislamiento voluntario de la población de riesgo y con factores de comorbilidad, con compromiso por parte de los poderes públicos de garantizar el suministro de bienes básicos así como productos alimenticios, por el tiempo estrictamente necesario hasta la contención del colapso hospitalario. Para no seguir haciéndonos trampas al mus, llámese al colapso hospitalario a una ocupación superior al 65% en camas UCI. Puede fallar, sí. Pero es que si dejamos que los baremos bajen cada vez más (“es que se desatienden otras enfermedades, etc.”), acabaremos justificando confinamientos por cada nuevo ingreso COVID.
Medida nº. 7. Supresión de absolutamente toda la señalética de distancia social. Mantener esas indicaciones para subir a un transporte, o mientras llega el turno en un supermercado, una tienda o una consulta médica, es un circo sistemático. Son ganas de hacer un ridículo superlativo, cuando hoy en miles de oficinas, despachos, hogares, restaurantes, bares y discotecas, este buenismo que disfraza la sociopatía pornográfica ha saltado ya hecho añicos.
Medida nº. 8. Eliminación de todas las indicaciones vía altavoz en todas las administraciones públicas y entidades privadas que se han plegado a los mandatos de las autoridades sanitarias. Es decir, la señalética de distancia formato acústico. Se acabó. Con las medidas anteriores solo sirve para mantener un status mental de pandemia que no aporta nada de cara a la salida de la situación.
Medida nº. 9. Pérdida de trabajo, sueldo, colaboraciones y retribuciones, así como inhabilitación profesional para los próximos 20 años, a todos aquellos que desde diferentes posiciones de influencia pública auguren escenarios apocalípticos sin pruebas, o que no se retracten cuando los datos demuestren que fueron piruetas verbales; también para quienes han exigido o flirteado con la posibilidad de llamar a nuevos confinamientos, toques de queda, o medidas que nada tienen que ver con control epidemiológico y sí, y mucho, con supersticiones basadas en catástrofes made in Hollywood. Ya basta de hacer negocio a costa del miedo. No en esta guerra.
Medida nº. 10. Cese inmediato sin indemnización de todas las autoridades públicas, sean del poder que sean, que han legislado, amparado, respaldado o incentivado la implantación del Pasaporte COVID. Con inhabilitación para el cargo los próximos 20 años.
¿Quién dice que la crítica a las medidas es porque sean duras?
NO. Es porque son blandas. Muy, muy, muy blandas. Suaves. Delicadas. Tiernas. Demasiado light para lidiar con una pandemia. No han buscado lidiar con ella, sino con todos nosotros. Es decir, echarnos a los leones por las “olas”, mientras sus autores se atribuyen las medallas por los “valles”. Mientras les dejemos, seguirán con esas medidas que NO solucionan nada.