« Estimado Alexander Schallenberg, canciller de Austria.
» Desde anteayer lunes tus compatriotas no vacunados viven un desahucio social que podría ser la antesala de la destrucción de los valores europeos; si es que estos se recuperan alguna vez de la crisis en la que los dirigentes habéis sumido a las principales claves que hacían de este Viejo Continente un referente mundial del concepto “democracia”.
» Quien te escribe ha recibido su correspondiente doble pauta de vacunación, no tiene inconveniente en pincharse una tercera o cuarta vez y es, por tanto, defensor de estas vacunas. Pero ostenta otras vacunas, que luce con orgullo. Verbigracia: la vacuna contra la discriminación por cualquier motivo contra grupos de población ad hoc, especialmente si se trata de una decisión individual que afecta a la salud propia. No comparto los motivos de quienes rechazan estas vacunas, pero eso no me hace olvidar que nadie, y menos en el marco de un Estado de Derecho, goza de legitimidad para imponer un tratamiento médico a un igual, ni por supuesto a un administrado, en contra de su propia voluntad. Ni tampoco a apartarle de la vida pública por no aceptar dicho tratamiento.
» Luego os molesta cuando os dicen que es un “apartheid”. Pero es que el significado de “apartheid” es segregar. Y eso es lo que estáis haciendo. Ya sé que sin motivación ideológica. Ya sé que porque vais cuesta abajo y sin frenos. Si ya lo sé. Pero parece que pensáis que este chantaje (coacción, coerción, privación, imposición), chapucero y de mal gusto, sale gratis.
» 80 años y 2 meses antes de que tú vinieras al mundo nació, en una población limítrofe de Austria, alguien que llegaría a ser “canciller” en un país vecino. Sabes de quién hablo, ¿verdad? Seguro que sí, ya que desde 2020 eres miembro del Patronato del Fondo Nacional para las Víctimas del Nacionalsocialismo. Hito que algunos califican hoy como espléndida casualidad hipócrita, cuando no como sinvergonzonería del destino en su faceta más histriónica.
» Tu medida tiene unas bases tan acientíficas como las que tenían las leyes de segregación por la “superioridad de la raza aria”. Y no, no comparo. No digo que vuestra política sea nazi. Digo que las bases sobre las que sentáis la discriminación tienen tanta solidez como la tenías las bases de aquellos bastardos. No os guía, como a ellos, una disfunción mesiánica. Pero ojo que las armas las carga el diablo. Hoy es una medida magufa como la tuya, mañana es toda una población convencida de dar caza al no vacunado y ajusticiarlo por la espalda.
» Seas o no consciente de ello, se abre una posible veda a la discriminación, el marcaje, el señalamiento, el hostigamiento y el acoso selectivo. A lomos de un cálculo aterrador: a vosotros, y lo sabes, nuestra salud no os importa gran cosa; lo que os quita el sueño es que nadie os pueda decir el día de mañana que no hicisteis todo lo que estaba en vuestras manos para evitar una crisis sanitaria. La muerte de vuestros semejantes no os da gran lástima, pero os aterra que se os colapse un sistema sanitario público que lleváis décadas manoseando en nombre de la eficiencia y la austeridad. Si para taparlo toca pegarse unas risas con preceptos hasta ahora sagrados en el Estado de Derecho, pelillos a la mar. “Si a la gente en el fondo le da igual”. Etc.
» Por tu bien, por tu dignidad política, prefiero pensar que no eres consciente. Que simplemente has tomado nota de países como Francia, Italia o Lituania, y has dicho aquello de “para chulo mi pirulo”. Si es así, te aviso: en un Estado de Derecho antes o después las tropelías se pagan. Y se pagan tanto más cuanto mayores son dichas tropelías. Tú sabrás a qué juegas. Salvo que tengas en mente liquidar el Estado de Derecho, y sé que no (no, ¿verdad?), nadie te librará de pagar la factura.
» Prefiero que seas inconsciente. Porque si eres consciente, entonces ya sabes que tus acciones son ilegítimas incluso si te crees el cuento de la Bruja Piruja de que estás protegiendo a tus semejantes. Si eres consciente quiere decir que ya das por descontado que esto provocará tensiones sociales que acabarán legitimando cada vez más el empleo de la fuerza. Y que te puede venir de perlas para hacer frente al descontento social derivado de la crisis sin precedente a la que vosotros, burócratas sin más hiel que el cálculo a corto plazo, nos habéis llevado con esta gestión de la pandemia a medio camino entre la histeria permanente, la desinformación, la exageración y el miedo.
» Cabe una opción más, que es la que me recuerdan siempre buenas gentes, con ideas que no comparto, aunque casi siempre con un sentido de la honradez y la decencia que os ganan de aquí a Viena 20 veces ida y vuelta. Resumiendo, sería que obedecéis un plan de determinadas élites, cuyo fin último es la imposición de una dictadura a nivel global para otros fines como revertir el cambio climático, o dejarnos desprovistos de todo bien material a cambio de un crédito social, vinculado mediante pasaporte a nuestras acciones de buena ciudadanía. Ya te digo que no creo en esta versión. Pero, Alexander, querido, ¡¡es que lo ponéis muy difícil para no creerlo!! Es todo tan ridículo, tan fallido, tan medieval, tan descerebrado, que lo normal es tirar de “teorías de la conspiración” para explicarlo, porque es imposible ser tan zote y tan tosco, de manera tan sostenida y con tanto esmero.
» Tú y buena parte de tus homólogos estáis cebando una llama que puede acabar siendo un revival devaluado de lo que hizo aquel malnacido en Austria 80 años antes que tú. Sé que no. Que salvo que os volváis completamente tarambanas vosotros mismos pararéis el tren antes de llegar a esa estación, entre otras razones porque esta Europa nació de las cenizas a consecuencia de aquel psicópata llamado Adolf. Pero por eso mismo, porque acabarás echando mano del freno de emergencia, ¿para qué lanzarse a esta medida que no tiene aval sanitario, epidemiológico ni científico de tipo alguno? Con suerte, logrará incentivar un mercado negro de certificados falsos, cuya existencia además conocéis de largo, y contra el que tampoco os conviene actuar demasiado, pues es una más que oportuna espita para aliviar la presión.
» Como se dice en España: Manolete, Manolete, si no sabes torear, ¿pa qué te metes?
» Recapacita. Que a tiempo estás. No mucho, pero estás.
» Atentamente. De un vacunado contra toda forma de discriminación.