Pablo Picasso desembarca en el Museo del Prado con “Busto de Mujer”, una obra que cuelga desde este lunes en sus salas y que se presenta flanqueada por obras de Velázquez y El Greco. La nueva pieza supone el último capítulo de la relación histórica entre el pintor de Málaga y el museo madrileño.
El cuadro, un evocador retrato de mujer hecho en 1943 que refleja el estallido de violencia de la Segunda Guerra Mundial, es una donación de la Aramont Art Colection a American Friends of Prado, la asociación de amigos estadounidenses del museo. Por ahora se trata de un depósito durante cinco años y, si no pasa nada excepcional, el cuadro se convertirá en donación al museo una vez termine ese periodo.
Picasso estará con sus maestros
El joven Picasso, estudiante, acudía al Prado a hacer copias de sus maestros favoritos. “Aquí se empapó de Goya, Velázquez y El Greco. Esa experiencia fue fundamental en su forma de concebir el arte”, según palabras del director del museo, Miguel Falomir.
El Prado ha instalado la pieza junto a “El bufón Calabacillas” de Velázquez, en la sala dedicada al Greco, donde se encuentran varios de sus retratos. De este modo, Picasso se encuentra ahora ante dos de los artistas que más le influyeron.
La pieza, cuyo depósito fue aceptado por el Real Patronato del Prado en su última reunión, ha reabierto el debate sobre la separación de las colecciones de arte del Prado y el Reina Sofía. Según el real decreto de 1995 la fecha clave es el nacimiento de Picasso, los autores nacidos con anterioridad deben ir al Prado, y con posterioridad al Reina.
La operación se ha hecho “con una inteligencia y cuidado exquisito” por parte del Prado, el Ministerio de Cultura y la Abogacía del Estado, y se han mantenido conversaciones con el Reina Sofía, según ha declarado el presidente del patronato, Javier Solana.
Sobre la obra
“Las obras del pasado y las del presente se iluminan mutuamente” ha defendido el jefe de Conservación de pintura española hasta 1800 del museo, Javier Portus. Velázquez y El Greco “permiten entender mejor” a Picasso, y viceversa.
Los bufones de Velázquez son una serie de “retratos inauditos”, sin parecido en ninguna otra tradición pictórica. En ellos, los personajes aparecen en poses excepcionales, en el caso de ‘El Calabazillas’, en el suelo en un rincón.
Picasso emula este “esfuerzo de distorsión” con su “Busto de Mujer”, obra en la que deforma con violencia la cara de una mujer, partiendo por la mitad el rosto y sus pechos. La nariz parece la de un animal y los ojos miran a sitios diferentes. El fondo está hecho en tono marrón, con una pincelada muy disuelta y muy parecida a la que usaba El Greco para sus retratos, ubicados en la pared contigua.
Da la casualidad de que Picasso hizo una copia de ‘El Calabacillas’ que se encuentra en el Museo de Picasso de Barcelona. El artista malagueño siempre sintió predilección por el Prado, aquí fue donde quiso que se expusiera “El Guernica” cuando volviera a España y fue también su director en uno de sus momentos más difíciles, la Guerra Civil.
Junto a todas las conexiones históricas, artísticas y de tipo legal, el director del Prado ha hecho énfasis en una cuestión crucial, “la voluntad del donante”, que es “sagrada”, y que desde el principio ha querido que este cuadro esté en el museo.
“Ni el Prado ni el Ministerio cometen actos ilegales, (la donación) está absolutamente ajustada a la ley”, ha dicho hoy Falomir durante la presentación de la obra. La llegada de Picasso al recorrido del Prado no es “un capricho, ni una ocurrencia”. A su juicio, puede gustar “más o menos”, pero desde el punto de vista histórico tiene sentido.
Falomir ha descartado cualquier teoría sobre una supuesta nueva reclamación del “Guernica” al Reina Sofía, que sí tuvo su antecesor, Miguel Zugaza. «El ‘Guernica’ está maravillosamente bien en el Reina Sofía, no hay reclamación ni la habrá”, ha zanjado.
Imagen portada: @FundacionSilos