Esto no funciona, todos lo sabemos. Con pandemia y sin pandemia, con Filomena y sin Filomena, llueva, nieve, escampe, o haya sequía, con un gobierno u otro, las eléctricas ganan y nosotros perdemos, siempre perdemos. El coste de la electricidad para las economías domésticas sigue siendo desproporcionado.
Se anuncian leyes que van a modificar esta situación para propiciar que nuestras industrias y nuestros hogares puedan ver reducidos los costes de la energía. Pero entre que van y vienen, lo piensan, lo anuncian, escuchan las críticas de las compañías eléctricas y dan marcha atrás y adelante, resulta que en lo que llevamos de año los precios de la electricidad han subido más de un 15% y mes tras mes se nos anuncia que hemos batido nuevos records de precios.
Claro que para solucionar el problema es necesario ponerse de acuerdo, gobiernos y oposición, sindicatos, empresarios, organizaciones sociales para hacer frente a un problema energético evidente que necesita de acuerdos para afrontar la transición ecológica y digital, creando empleos decentes en nuevos modelos productivos y sociales justos.
Eso es una cosa y otra muy distinta meterse de lleno en una reforma de los precios eléctricos con casi 250 precios distintos. Quienes vivan en viviendas energéticamente menos eficientes y no puedan comprar aparatos que cuestan más pero consumen menos son condenados a la miseria energética.
Va a costar mucho dinero poner el aire acondicionado, encender la vitrocerámica, o poner la lavadora en las horas centrales del día. Sólo se produce ahorro en horas nocturnas en las que cualquier familia se encuentra durmiendo, o se verá obligada a trasnochar. El teletrabajo, o los estudios online, se convertirán en artículos de lujo.
Para empezar no sabemos qué tipo de tarifa tenemos. Hay que realizar un cursillo para saber, en función de quién nos factura, cuál es la tarifa que se nos aplica, si es fija, variable, regulada, plana, verde, happy, o a gusto del suministrador, en periodos punta, llano, valle cuyos horarios variarán según los meses del año. A río revuelto ganancia de las eléctricas.
Ni estrategia nacional para reducir precios, ni para combatir la pobreza energética. Sólo una estrategia del máximo beneficio para las compañías eléctricas. Eso sí los contadores inteligentes trabajan para ellos y nos podrán dar cuantiosas y completas explicaciones de miles de datos sobre nuestro consumo y los precios que pagamos. Podremos cambiarnos de compañía para pagar más en otro sitio y nos informarán del impacto ambiental de nuestro consumo y hasta de cuántos árboles plantarán para salvar su laxa conciencia.
Claro que para beneficiarnos tendremos que comprometernos más con el proyecto de las grandes corporaciones eléctricas, fidelizarnos, conocer nuestro contrato en el mercado libre, o regulado, nuestras necesidades de consumo, la potencia que necesitamos y mejorar nuestros hábitos de uso de la luz en función de lo que mejor venga al suministrador de la energía.
Vistas las trayectorias de puertas giratorias de nuestros políticos que condujeron a personajes como Felipe González al Consejo de Administración de Gas Natural Fenosa, o a Jose María Aznar al de Endesa, aunque lejos de ser los únicos son unos de tantos, no es de extrañar que la política y las grandes corporaciones eléctricas sean capaces de vestirnos de lagarterana el recibo de la luz, siguiendo la consigna lampedusiana de cambiarlo todo, si es necesario, para que nada cambie y sigamos siendo los mismos los que recibimos las bofetadas.