La Comunidad de Madrid afronta la recta final de cara a los comicios del 4M, en la que se presumen serán las elecciones más importantes de la historia reciente de la región… y también las más reñidas.
No por que esté en juego la victoria de la candidata popular, Isabel Díaz Ayuso, algo que parece indiscutible, sino por la posibilidad, muy real, de que no le salgan las cuentas para formar gobierno. Máxime cuando la ansiada meta de los 69 escaños depende en buena medida del resultado de VOX, partido contra el que se ha iniciado una guerra sin cuartel por parte del bloque de izquierdas.
Gabilondo, García e Iglesias saben perfectamente que su primer objetivo, la actual presidenta, es inalcanzable. Sin embargo, también son conscientes de que tiene un techo de escaños y que difícilmente estará por encima de los 61. Ahora se trata de debilitar a la, con la incógnita del resultado de Ciudadanos, única formación que podría volver a dar a Ayuso la llave de la Puerta del Sol.
Queda poco más de una semana («Pablo, tenemos 12 días para ganar las elecciones», que diría el candidato del PSOE) en las que los mensajes de quienes quieren «echar» a los populares ya no se dirigen tanto al votante que no tiene muy claro hacia que lado inclinarse, sino al que tiene decidido otorgar su confianza a la derecha… pero aún no ha decidido a quién. Un voto menos para VOX, acabe donde acabe, es una posibilidad menos de que estos puedan sumar con el PP.
En solo unos días hemos asistido, por tanto, a un giro radical de acontecimientos, con envíos de balas y navajas por correo, debates interrumpidos y cancelados, la certeza de que habrá entente entre las izquierdas en caso de darse la suma y, en esa estrategia, los mensajes que pretenden vincular de manera clara y directa a VOX con el fascismo.
¿Qué se pretende con esto? Convencer al elector conservador o liberal, con una postura que tienda más al centro, que un voto a Monasterio es un voto a la ultraderecha y al «monstruo» dictatorial. Tanto es así que, incluso al lema lanzado por el PP de «comunismo o libertad«, se le ha dado una vuelta para cambiarlo por «democracia o fascismo«.
Un mantra que ya han adoptado, por supuesto, todos los que defienden un cambio de gobierno en la Comunidad. Desde Sánchez y Marlaska, que han regresado al primer plano político para plantear esta diatriba, hasta estrellas televisivas como Jorge Javier Vázquez. Toda la maquinaria en marcha para dar la vuelta a unas elecciones que hace no mucho parecían perdidas.
Unas elecciones sin propuestas
Los mayores perjudicados de esta confrontación ideológica son, sin duda, los ciudadanos. La pandemia, la vacunación, la recuperación económica, el transporte… Todo esto ha quedado en un segundo plano, siendo sustituido por una lucha que, en el día a día, de poco sirve a nadie.
Nos quedan dos semanas de ambiente hostil y palabras feas. En las que las acusaciones tendrán más relevancia que el futuro de una región duramente golpeada por el coronavirus. Ya es tarde para impedirlo, pero aún nos queda una esperanza. Que el día 5 de mayo, gobierne quien gobierne, lo haga pensando en todos los madrileños.