Raúl Heredia es director de la compañía de teatro y artes escénicas Toma Pa’Ti. Hace escasas fechas ha presentado su obra, ‘JUSTO’, en el Teatro Nueve Norte de Madrid. Una propuesta dramática de danza-teatro muy relacionada con la memoria histórica y que se ha convertido en una oda a todos los hombres justos caídos en la Guerra Civil Española.
El tema principal de la obra refleja la situación vivida por aquellos jóvenes que llamaron” La Quinta del Biberón”. Chavales de entre 15 y 18 años que tuvieron que participar en el conflicto armado en su último periodo, ante la ingente cantidad de bajas.
¿Qué van a encontrar los espectadores que vayan a ver ‘Justo’?
Van a encontrar un espacio de emoción y de reflexión hacia el pasado, hacia nuestros abuelos. Van a rememorar una época silenciada y olvidada de la que hace falta hablar y sacar a la luz tantas historias. Hay que dar mucho cariño a toda esa gente que se fue demasiado pronto y no tenía que haberse ido, pero eso fue así, es parte de nuestra historia. Sobre todo, van a encontrar mucha emoción.
La obra está basada en hechos reales, ¿quién era Justo?
Por una parte, ‘Justo’ está basado en la canción de la cantautora española Rozalén. Su tío-abuelo se llamaba Justo Tomás Suárez. Hemos descontextualizado la figura de este individuo y lo que hemos hecho ha sido crear una oda a todos los hombres justos que se fueron demasiado pronto. En mi caso, personalmente, he pensado en mi abuelo, pero se trata de cualquier persona joven que formó parte de ‘La Quinta del biberón’.
¿Quiénes componían esta generación llamada ‘La quinta del biberón’?
Eran unos chavales entre 15 y 18 años aproximadamente que al final de la Guerra Civil, poco antes de que terminara, ante la falta de soldados, los enviaron a la guerra. De un día para otro los pueblos se llenaron de camiones y se los llevaron. No se pudo hacer nada al respecto.
¿Por qué cree que es necesario hablar de la Guerra Civil? ¿No deberíamos superar ya esas diferencias de las dos Españas?
Con cualquier tipo de discriminación, movimiento social, o parte de nuestra historia en la que hay dolor y hay gente que hereda ese dolor, debe visibilizarse y hay que poner nombre a ese dolor, porque sana emocionalmente. Además, creo que siempre repetimos los mismos errores a lo largo de la historia y, precisamente, remarcarlos y visibilizarlos, decir que no está bien lo que sucedió, que no puede volver a pasar y combatir las injusticias, crea la esperanza de que no vaya a ocurrir otra vez. O por lo menos no, bajo las mismas circunstancias.
“El Covid-19 nos ha dejado en una situación muy precaria”
Hay momentos en la obra, quizá los más dramáticos, en los que la danza y la música adquieren gran expresividad. Me ha hecho pensar en un concepto muy cercano al ballet. ¿Cómo te has planteado la obra desde el punto de vista de la dirección?
Mi objetivo, sobre todo era, ya que se trata de un tema muy silenciado, que no hubiera palabra, y que todas las acciones dramáticas se representaran a través del cuerpo, del movimiento escénico, por eso aparece la danza. Me fui centrando primero en los momentos esenciales de la obra. Uno de estos momentos cruciales es en el que los dos protagonistas están súper felices, enamorados y en plena juventud, y de golpe Justo se tiene que ir a la guerra.
Me planteé cómo representar esto a través del cuerpo y de la emoción. Representar este cambio súbito sin explicarlo a través de un monólogo, o una voz en off o una proyección. Por eso fue muy necesario hacer un estudio de lo que yo llamo ‘danza-teatro’ o danza contemporánea. Expresar con el baile las calidades de tu cuerpo, estar relajado, estar feliz y pasar a momentos de tensión. Los movimientos cambian de cosas más ligadas a más Stacatto.
Así he ido pensando cada parte de la obra. He puesto el foco en lo que requiere una determinada escena en cuanto a movimiento, a calidad… Poco a poco ir construyendo, fijando, e incluso a día de hoy, como también se trata de algo actoral, tienes que ir justificando y llegando a movimientos que no sean puras formas. Todavía vamos modificando matices para que la pieza sea un conjunto.
Sobre el escenario sólo hay dos personajes durante toda la obra, Justo, interpretado por usted, y Ascensión, interpretado por Lucía Martínez. ¿Cómo ha llevado este trabajo de dirección e interpretación simultáneos? ¿Es complicado hacer las dos cosas a la vez?
Sí. Es muy complicado. En mi opinión no hay fórmulas, es un trabajo muy creativo y de equipo. En este caso son sólo dos intérpretes, pero se trata de tener un proceso de creación que se construye conjuntamente y si hay algún error en la dirección, es únicamente mío.
Soy yo el que guio y ofrezco pautas. Por ejemplo, si pensamos la escena de la primera cita, yo traigo propuestas escénicas para investigar sobre el amor, sobre calidades blandas, onduladas… Una vez hecho este proceso de creación como intérpretes, es cuestión de salir del papel y anotar todo lo que es válido comentando con mi compañera cómo nos sentimos. Después, retomas el rol de director y vas fijando en función de tu criterio.
Es un poco locura porque estás constantemente cambiando de rol, pero, al final, pienso que hoy en día, sobre todo en nuestra generación, los jóvenes que estamos subiendo, estamos acostumbrados ya a estudiar. A estudiar música, interpretación… y nos han inculcado la idea de pasar de un género a otro y de un rol a otro. Es muy difícil, evidentemente, y además es un reto.
La fusión de géneros es algo muy ligado al arte actual
Sí, porque hoy en día en los castings te piden de todo. Si puedes actuar, perfecto, pero si tocas el piano, bailas y puedes hacer el máximo posible de papeles, mejor. En cuanto a roles más de dirección, coreografía o producción, podríamos decir lo mismo.
«La música define nuestra vida»
¿Cómo valoras el trabajo de Lucía como actriz y el de Laura como productora?
Pues muy gratamente. Lucía es… una bomba de relojería. Por cómo cambia en su papel, al principio con una calidad tan bonita, con una técnica rozando lo clásico, como antes decías, y posteriormente coge toda la fuerza y hace una representación fascinante de la guerra. Creo que hace un papel súper interesante, que lo hace a la perfección y que ha asumido de forma magnífica este reto de interpretar y bailar a la vez, que es muy difícil a un nivel emocional.
En cuanto a Laura, es una maravilla también. Ella nos lleva toda la parte de producción, de distribución, mueve el producto… Pero, además, está con nosotros en los ensayos, hace fotografías, lleva las redes sociales… Es nuestra ayudante y la que hace que ‘Justo’ salte del ensayo y se presente en las salas. Es otra parte crucial de la pieza.
La selección musical me ha parecido muy interesante. Os movéis en un amplio espectro que va desde la música electrónica, hasta lo más clásico. ¿Cómo ha sido el proceso de creación de la banda sonora?
Ha sido muy curiosa, porque en un principio quería ser muy riguroso con la época y escoger únicamente piezas que escucharan en ese entonces, pero eso limitaba muchísimo el gran abanico de géneros musicales que tenemos hoy en día. Al final, creo que lo que quería transmitir en las distintas secuencias, y en relación con el movimiento y las calidades del cuerpo, era que la música fuera un importante acompañamiento emocional de la obra. Al final, la música define nuestra vida.
Cada música tiene su momento, una canción para bailar, una canción para llorar… Busqué minuciosamente cada música para que fuera muy a favor de la pieza, de lo que quería contar y del movimiento, sobre todo. Eso es lo que prioricé.
La música y su relación con la emoción me ha parecido una de las partes más fascinantes de la obra
Sí. Al final hay muchas técnicas, disciplinas y filosofías dentro del mundo del arte, pero un bailarín se mueve, primeramente, con el cuerpo y con su calidad orgánica, pero siempre según marca la música. Es algo que está muy ligado, y si hablamos de teatro, la música tiene que ser muy visceral.
En la secuencia de la muerte de Justo, por ejemplo, tiene que ser una música que te ponga los bellos de punta…. con orquesta… con violines, en este caso. Me encantaría en un futuro tener una orquesta en directo; eso significaría un auge absoluto. Ya se verá en un futuro, pero es algo que ronda mi cabeza.
¿De qué forma y cuándo surgió la compañía Toma Pa´Ti?
Nació porque Lucía y yo estábamos terminando de estudiar en una academia musical en Barcelona y entramos en la época de empezar a hacer casting, de empezar a hacer nuestros primeros trabajos como intérpretes, y nos dimos cuenta de que queríamos trabajar juntos y que queríamos hacer todos los tipos de papeles que nos apetecieran.
Muchas veces cuando estás empezando y sólo eres intérprete, vas muy condicionado con los perfiles que salen de los castings y nosotros queríamos más. Al final, si lo quieres, tienes que trabajar mucho, crear y establecer sinergias con otros compañeros y grupos. Así nació Toma Pa´Ti, como una reivindicación para no quedarnos sentados en casa esperando una llamada de un casting o un productor. Decidimos salir, crear, interpretar y al mismo tiempo, no abandonar nuestras carreras como solistas.
El primer espectáculo que creamos fue ‘Justo’, luego vino la comedia de ‘Zarah’, actualmente transformada en teatro y también el infantil ‘Soñadores del ártico’. Una cosa que tienen mucho en común todas las piezas de nuestra compañía es que todo tiene una reivindicación o una crítica social. Es algo en lo que creemos, aparte de estar actuando o bailando, estar diciendo algo, enviando un mensaje.
«Debemos reflexionar sobre ciertas situaciones y plantearnos cómo podemos reeducarnos»
¿En qué temas centráis esa crítica social?
Al final el trabajo de un actor es emocionar, emocionarse, lidiar con las emociones. Todo está muy relacionado con la emoción y, puede haber muchos temas de los que hablar, pero hay algunos en concreto en los que hoy en día es necesario hacer hincapié. Ya sea el feminismo, los colectivos LGTB o el ecologismo.
Por ejemplo, en ‘Soñadores del ártico’, que es la infantil que te comentaba, tratamos el ecologismo, ponemos sobre la mesa el cambio climático o la emergencia climática que estamos viviendo. Continuamente estamos leyendo titulares hoy en día, en periódicos, portales y demás, que señalan que en 2030 se acaba nuestra oportunidad de dar marcha atrás. Estas cosas, que son tan potentes y que vamos leyendo, me hacen pensar que hay que pararse y analizarlas ¿Qué podemos hacer? ¿Cómo podemos reeducarnos?
Luego en Zarah, que fue un proyecto de televisión, en el que hicimos un piloto y lo estuvimos moviendo, iba sobre la fuga de cerebros, pero no las de los 2010 que era la gente que se iba a otros países sino, con respecto a las crisis, que nos quedamos trabajando en empleos precarios. Eso es una realidad también, aparte de la tasa de paro juvenil y que sólo un 10% se está dedicando a la profesión que ha estudiado, pero el 90% restante trabaja de camarero o en un súper.
Cada obra toca temas distintos, pero habla mucho del presente, de lo que está sucediendo ahora y de nuestra lucha. Nuestra forma de aportar a la sociedad es a través del arte, del teatro y de la danza y hablaremos de todas las cosas que vayan pasando en el día a día.
«El verdadero premio es remover la conciencia del público»
Justo ha sido premiada en el Festival “Estació Escènika”. ¿Qué ha significado esto para vosotros?
Pues de entrada un subidón, porque no nos lo esperábamos. Se trata de un festival de teatro, así que, claro, nosotros estamos en una línea de danza-teatro, que es un género atípico. Hay convocatorias de danza y convocatorias de teatro y no sabíamos en cuál iban a enmarcar la obra.
Nos pasa con este espectáculo, que entregamos tanto de nosotros emocionalmente, y la historia va ya de por sí muy cargada de emoción, que de una forma u otra cala en el espectador. En este caso fue traducido en este premio, pero el mayor premio es ver a los espectadores que se te acerquen después para contarte anécdotas suyas sobre sus familiares o ver que realmente lo hemos removido. Creo que este es el auténtico premio de ‘Justo’, concienciarnos a nosotros y concienciar a los demás. Tener este diálogo en el teatro en el que intercambiamos experiencias y reflexionamos juntos.
«El día que ‘Justo’ encuentre su hueco va a funcionar muy bien»
Habéis estado representando la obra en el Teatro Nueve Norte. ¿Cómo ha respondido el público, dadas las circunstancias de pandemia, y qué planes tenéis para presentar la obra en otros teatros?
Tanto con ‘Justo’ como con los demás espectáculos de la compañía, nos ocurre que hay mucho interés, tanto en Barcelona como en Madrid, como en el resto de España para hacer bolos sueltos. Lo que ocurre es que con las restricciones de cada comunidad autónoma vamos un poco cabalgando. Nosotros somos de Barcelona; a inicios de 2020 me vine a Madrid y empecé a mover los proyectos por aquí… Barcelona, por ejemplo, ahora está muy parada, muy colapsada de propuestas postpuestas.
Está difícil en cuanto a que tenemos que estar pendientes de las restricciones sanitarias que vayan poniendo y de la evolución de la pandemia. Por suerte, nosotros podemos decir que vamos sobreviviendo y que poco a poco vamos tirando hacia adelante. Lo que sí me sorprende es que hay meses en los que todo es un vacío existencial, y otros que son muy pletóricos de representaciones.
Esto, como digo, está muy relacionado con las restricciones. Nosotros entendemos la situación y al final, lo que haces es buscar el bien mayor. Mucho más, cuando se trata de algo que afecta a la comunidad. Pero esta situación nos deja en situaciones precarias y deberían apoyar muchísimo más la cultura y no cerrar.
El caso de Nueve Norte fue bastante bien. Sí que nos programaron una única función para ver como iba y así, ver si para el futuro nos podrían programar. Continuamos en diálogo con el teatro, con María y Marcos, que son los que dirigen el Teatro Nueve Norte, pero en principio ha ido muy bien. El feedback que tuvimos fue estupendo, que es algo que no siempre te encuentras, o no te encuentras feedback directamente. A veces, cuando sales, simplemente el público se ha ido. En este caso hubo mucha entrega y mucho amor por la pieza.
Creo que cuesta encontrar teatro porque, como he dicho, es una pieza danza-teatro, que no es danza ni es teatro, así que los teatros que hacen danza lo ven como un bicho raro y lo que hacen texto, lo mismo. Creo que el día que encuentre su hueco va a funcionar muy bien.
¿Echas de menos apoyo para la cultura por parte de las instituciones?
Es muy relativo. Más que con las Instituciones, te diría que, con el Gobierno, porque las Instituciones o entidades teatrales o de equipamientos y demás, hacen todo lo que pueden y todo lo que está en su mano. Creo que poco a poco, y de una forma relativa, vamos avanzando con la pandemia y vamos entendiendo más, lo que favorece que haya una previsión.
Ya se están haciendo restricciones teniendo en cuenta no dejar atrás a la gente, pero tenemos esa idea de que el ocio es lo primero que se debe cerrar porque reúne muchísimas personas y es donde más contagios hay, cuando las estadísticas y los números dicen todo lo contrario. Debería ser de lo último en cerrar. Lo único que espero es que no asfixien la cultura y tengamos que echarnos las manos a la cabeza después.