La familia de la exministra de Cultura, Carmen Alborch, ha donado más de 80 piezas de su armario al Museo del Traje de Madrid como parte de su colección permanente. Esta exposición será consolidada a modo de homenaje y biografía de la exministra ya que «la ropa nos lo cuenta casi todo y cómo la utilizó para fines distintos, según su posición en la sociedad».
De esta manera, diseñadores como Sybilla, Jesús del Pozo, Antonio Miró o Juan Andrés Mompo, además de un Armani, Moschino o un diseño de Thierry Mugler, prendas de finales de los 80 y primeros 90, son algunos de los que forman parte de las piezas cedidas y demuestran un «estilo muy coherente» y el vínculo entre su vestuario y su vida profesional, que denota con el paso del tiempo «una transformación personal», según indica Juan Gutiérrez, conservador del Museo del Traje y experto en moda contemporánea.
Además, Gutiérrez ha asegurado que para Alborch la ropa era una extensión de su personalidad, que llamaba la atención al formar parte de un universo -el político- muy masculino y en aquella época, incluso entre los progresistas, «gris y poco rancio». Y señala que de entre todas las piezas destacan los diseños de Montesinos y los del japonés Issey Miyake, que llegarán para enriquecer los fondos del museo.
Asimismo, considera a la exministra como una coleccionista porque conservó prendas de hace cincuenta años de grandes diseñadores, «aunque necesitaran algún repaso», adquiridas en base a un criterio estilístico e histórico, ha concluido el conservador, a la espera de que, tras las obras de reforma, el Museo del Traje pueda reinaugurar sus salas con un homenaje a Carmen Alborch.
Carmen Alborch
Carmen Alborch (Castellón de Rugat, 1947- Valencia, 2018) rompió moldes en muchos aspectos de su vida, pero cuando asumió la cartera de Cultura, entre 1993-1996, su estética llenó de luz las salas del Congreso, con una sonrisa permanente, un vestuario colorido y una melena incendiaria, como en su día reconocieron algunos compañeros de asiento. «Ella no tuvo que transformarse, ya iba con la moda puesta», su intención no era llamar la atención, aunque se la intentara «frivolizar» por su imagen extravagante, ha añadido Gutiérrez.
Para Gutiérrez, no fue la primera vez que Alboch utilizó la moda como un «guiño diplomático» para establecer un diálogo cultural fluido, un gesto que lamenta que «nadie más del entorno político haga esa reflexión». Por esta razón, ha afirmado que, cuando se expongan las prendas en su conjunto, será como exhibir parte de su «biografía», con los cambios y circunstancias que vivió.
Además, éste considera a Alborch como la impulsora numero uno de Francis Montesinos, del que era clienta habitual desde sus inicios, una relación que afianzaron a través de la necesidad de ambos de expresarse de una «manera radical», unidos por un pensamiento común en la vida y en la estética.
En este sentido, según argumenta «va ser muy importante la incorporación de sus diseños» pertenecientes a la época más gloriosa de Montesinos, «el pope» de la moda española, con una repercusión internacional «tan importante» en aquel momento, donde revolucionaba la estética masculina. «Cuando otros han subido a la pasarela a un hombre con falda, Montesinos lo había hecho ya», ha agregado.