La irrupción de las nuevas tecnologías en nuestro día a día está revolucionando pequeñas cosas de nuestras rutinas, pero, también, la concepción global a la hora de crear o modificar los espacios de las grandes ciudades. Cada vez son más las iniciativas que se nutren de esta “revolución industrial digital” para, valga la redundancia, digitalizar los entornos urbanos.
Madrid es, sin duda, una de las capitales europeas en las que de manera reciente más se está apostando por esta “urbe 2.0”. La capital se dirige hacia ese estatus de ciudad inteligente capaz no solo de proporcionarnos información de tráfico o del transporte público a tiempo real, sino, también, de mejorar de manera drástica la vida de los ciudadanos.
Este es precisamente el objetivo que se busca con este planteamiento y que es la base del proyecto de Madrid Nuevo Norte, el cual busca poner a las personas en el centro de la toma de decisiones, introducir mejoras en su calidad de vida y lograr un entorno más eficiente desde el punto de vista económico, medioambiental y social.
Las normativas urbanísticas aprobadas para este nuevo centro neurálgico de la ciudad ya tienen en cuenta esta necesidad de transformación urbana y cuentan con el despliegue de una red de datos que permita la creación de una smart city.
Se trata, por tanto, de acercar la ciudad a quien vive en ella, creando una simbiosis en la cual “los entornos serán los mejores para vivir y los mejores para trabajar”, tal y como especificó el director de Estrategia y Desarrollo Corporativo de DCN, Miguel Hernández, durante el simposio sobre movilidad y ciudad de El Español e Invertia celebrada en noviembre del año pasado.
No solo eso. A través de la estación de Chamartín, el nuevo eje de movilidad de la capital, Madrid Nuevo Norte contará con una infraestructura de telecomunicaciones de última generación centrada en dar servicio tanto a móviles y equipos de uso personal como a vehículos e infraestructuras urbanas, requisito básico para cualquier smart city.
Una tecnología inteligente que se aplicará, asimismo, a servicios e infraestructuras urbanas, a elementos de mobiliario urbano, a edificios e incluso al espacio público, como calles, plazas y parques. Una vez estudiada su viabilidad, se podrán implantar medidas pioneras de gestión de la energía como la creación de una red eléctrica inteligente que permita a los edificios verter electricidad a la red general. Los usuarios pasarán así de ser consumidores a generadores y consumidores de este recurso al mismo tiempo.
Un día en Madrid Nuevo Norte
De la misma manera, y tal y como viene sucediendo en otras ciudades en las que ya se están aplicando estos avances, los edificios de Madrid Nuevo Norte podrán contar con estaciones de recarga para vehículos eléctricos que permitirán también almacenar dicha energía en las baterías de los vehículos y devolverla a la red en los momentos de mayor consumo, mejorando así la eficiencia del sistema.
En un futuro cercano también habrá presencia de sensores en el mobiliario urbano (como bancos, marquesinas, semáforos o farolas) que permitirán adaptar mejor estos elementos a las necesidades de cada momento y así optimizar su rendimiento. Dichos sensores pueden ser de luz, que detectan cuándo anochece, cuándo amanece o si está nublado para regular la potencia del alumbrado, generando importantes ahorros energéticos. Otros sensores miden la temperatura, la humedad o la polución para activar medidas que la corrijan las condiciones ambientales y dosifiquen el riego de las zonas verdes. Las posibilidades son infinitas.
En Madrid ya tenemos algunos ejemplos en este sentido, como las mil papeleras inteligentes instaladas recientemente que, alimentadas con energía solar, compactan los residuos para aumentar su capacidad y disponen de sensores que avisan cuando están llenas. De esta manera, se evita su desbordamiento y se facilita la recogida por parte de los servicios municipales.
La ciudad inteligente no se puede concebir a su vez sin edificios inteligentes, integrados en la red a escala urbana. La domótica ha dejado de sonarnos a chino y prácticamente todos los edificios de nueva construcción incorporan más o menos elementos en este sentido, desde la persiana que se baja cuando se pone el sol al aire acondicionados automático ante el aumento de la temperatura en una habitación.
Algo íntimamente relacionado con el denominado “Internet de las Cosas”, una tecnología que puede dotar de capacidad de interacción prácticamente a cada objeto de un hogar, desde un microondas hasta una bombilla. Pero, más allá de la domótica y sus avances para el confort y el ahorro energético en cada hogar individual, el mayor potencial está en aplicar los avances digitales a las instalaciones generales de los edificios, ya sean viviendas, oficinas o equipamientos públicos, e interconectarlos con sistemas de datos a escala de distrito y de ciudad, para que el ahorro energético y los beneficios en su gestión crezcan exponencialmente.
Algo con lo que contarán todos los inmuebles de Madrid Nuevo Norte.