Sé que no estamos para celebraciones.
Hemos perdido a muchos de los nuestros. Madrid necesita un duelo antes de volver a la normalidad. Sin embargo, las fiestas de san Isidro pueden enseñarnos una cosa importantísima. Hay una frase en latín que acompaña a todos los madrileños desde bien pequeños: Ora et labora, el gran legado de nuestro patrón. Estoy convencida de que reivindicar algo tan importante como nuestras señas de identidad, como nuestra tradición más castiza ha de servir para que aprendamos a aceptar las cicatrices que va a dejar en nuestras rutinas esta tragedia sanitaria.
La vida siempre continúa, somos las personas las que abandonamos el camino de la existencia. Por eso es tan importante recordar. El olvido sí es la muerte. Llevamos cientos de años memorando a un hombre bueno y justo. Alguien que nos invitó a tener unas creencias y a trabajar por ellas. Parece una enseñanza simple, pero posee una fortaleza inconmensurable en estos tiempos de frivolidad ideológica y de patriotismo histriónico. Madrid no es nada sin su gente, porque las personas hacemos la sociedad, la economía, el arte y la cultura. Aquí no cabe cambiar el orden de los factores. Salvar la economía sin cuidar a las personas es igual que darle cien kilos de verdura a un tigre y luego garantizar que no nos comerá. Cuando menos lo esperábamos ser de izquierdas o derechas se nota tanto como tener un churrete en la mejilla.
Estas fiestas no van a ser alegres. Nuestro trabajo consiste en no permitir que la tristeza nos venza. Nos queda mucho por hacer, mucho por aprender, mucho por compartir. Vivamos con decencia como muestra de respeto y luto a aquellos que fallecieron. Pensemos en los demás, en los más desfavorecidos. Dejemos de reírles la gracia a los lobos disfrazados de corderos. La Covid-19 nos ha dado un golpe que casi nos provoca un KO técnico como sociedad. Rendirse no es una opción, arrojar la toalla no está en los planes. Lo que debemos hacer todos es agarrarnos a una idea fundamental: son muchas más las cosas que nos unen que las que nos separan. A partir de ahí podremos arreglar las grietas, coser los rotos, estrecharnos las manos. Hay sombras en nuestra naturaleza, pero también mucha luz. Se trata de creer en algo y trabajar por ello.