La eficacia en estado de alarma

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Estoy seguro de que existe consenso en que España puede ser más eficaz en la lucha contra el coronavirus. También, de que este debate puede abrirse poniendo el foco en el qué y no en el quién, en resolver problemas y no en atacar a personas.

Para ello considero imprescindible respetar dos principios fundamentales: el de subsidiariedad, es decir, llevar la gestión de las cosas a la entidad que esté más cerca del problema y, por tanto, de su solución; y el principio de colaboración, que requiere un propósito común, una definición clara de la creación del valor social que se persigue y que cada participante se concentre en aquello que mejor sabe hacer bajo la coordinación de un coordinador o gerente que saque lo mejor de cada participante y le dé visibilidad.

Debido al coronavirus, España ha pasado de ser un Estado descentralizado que funcionaba a un Estado centralizado en el tiempo que se tarda en redactar y publicar un Real Decreto de estado de alarma. A partir de ese instante, hemos comprobado que el despliegue de medios militares y de Defensa como la UME, que siempre han estado centralizados, ha funcionado de una manera excelente. En cambio, las políticas sanitarias, que estaban descentralizadas, no han mejorado al dar al Ministerio de Sanidad el mando único, especialmente en lo que en materia de compra de mascarillas, equipos de protección (EPI) o respiradores se refiere. ¿No habría que plantearse en el futuro un pool de compras integrado por expertos de cada Administración para agilizar estas situaciones?

Otro ejemplo es la reorientación de la industria española hacia la producción de bienes sanitarios. Esta vía ha funcionado entre el Ministerio y las grandes empresas (como Inditex, por ejemplo), pero no con la pequeña y mediana empresa, a la que podrían llegar de manera mucho más sencilla las consejerías de Industria de cada CC AA. ¿No sería mejor segmentar y repartir funciones?

Un paso más sería caminar hacia un ‘desconfinamiento inteligente’ frente al masivo o sectorial. Es decir, en función de la situación de inmunidad de cada persona y no de su dedicación profesional. Eso requiere una gran alianza entre el mundo de la ciencia, la tecnología y la empresa que debería ser coliderada bajo los principios de subsidiariedad y colaboración.

Un ejemplo de buena práctica es la reasignación de las funciones de Sanidad en las residencias de mayores. Hasta ahora, la Consejería de Políticas Sociales de la Comunidad de Madrid había hecho frente en las residencias a un problema sanitario, a una pandemia nada menos, pese a tratarse de centros meramente asistenciales. El conocimiento y los medios para ello, sin embargo, estaban en Sanidad y en la UME, como el tiempo ha terminado demostrando.

Por tanto, se trata de aplicar a esta crisis y a las que están por venir el conocido principio “piensa en global, actúa en local”. No tengamos miedo a modificar los procedimientos y las normas entre todos para alcanzar la máxima eficacia posible.

La colaboración leal debe ser el principio que apuntale nuestros sistemas públicos y de toma de decisiones para ser eficaces contra el próximo coronavirus que se nos cruce en el camino. Somos una sociedad más acostumbrada a competir que a colaborar; y ahora que queremos cooperar, nos damos cuenta de que no siempre sabemos. Necesitamos un máster en colaboración porque, salvo las ONG, que llevan mucho tiempo haciéndolo, estamos apenas en Primaria. Aprendamos rápido y pongamos al mismo nivel conocimientos, rigor y buena voluntad para superar juntos las dificultades. Esa es la política que defiende Ciudadanos.

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