11-M, hay golpes en la vida tan fuertes

Madrid siempre derrotó al miedo, siempre venció a la Muerte, aunque el precio, también aquel 11-M, fue muchas veces impagable, como si "la resaca de todo lo sufrido se empozara en el alma…"

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«Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé! Golpes como del odio de Dios,»

Así comienza el poema Los Heraldos Negros, el que dio título al primer libro publicado por César Vallejo. El poema que me vino a la cabeza aquel 11 de Marzo, el que me ha acompañado cada vez que he recordado aquel amargo día del año 2004.

Todos los 11-M, los sindicatos CCOO y UGT, la Unión de Actores, la Asociación 11-M, convocamos un acto de dolorosa memoria y recuerdo de aquellas 193 personas que murieron, que siguen muriendo, brutalmente, las miles de personas heridas, golpeadas por  los atentados islamistas en los trenes de cercanías cargados de mujeres y hombres que viajaban al trabajo, jóvenes que acudían a la cita con sus estudios. Atocha, El Pozo, Téllez, Santa Eugenia.

Un sencillo acto en la estación de Atocha. Música, intervenciones de los organizadores, claveles rojos en un pequeño y efímero monumento. Hay más actos, más institucionales, o más populares en El pozo y Santa Eugenia, pero éste es sin duda un momento en el que cada año cientos de personas nos ayudamos mutuamente a reconocernos en cuantos nos fueron arrebatados aquel día, allí, un estrado, un atril, unas flores, junto a los cabezones, la doble nieta, día y noche, del abuelo Antonio López.

Este año los organizadores han decidido desconvocar el acto, siguiendo las recomendaciones del gobierno de limitar las reuniones públicas a las que concurran cientos de personas. No es el miedo el que guía la decisión, sino la necesaria prudencia, en un momento en el que la sociedad española y especialmente la madrileña vive con preocupación cualquier posibilidad de contagio.

El acto tradicional será sustituido por un momento en el que se realizará una ofrenda de claveles. Sin embargo las difíciles circunstancias no deben impedir que cada madrileña, cada madrileño, guardemos un momento, una flor, para pensar en cuantos murieron, cuantos quedaron marcados por la brutalidad desencadenada. Para reflexionar sobre la capacidad del ser humano para lo mejor y para lo peor, el horror que somos capaces de sembrar entre nosotros y en el planeta.

Para renovar nuestro compromiso de hacer frente a los Heraldos Negros que nos manda la Muerte. Para vencer el miedo que nos acecha desde siempre con ambición de apoderarse de nuestras vidas. Miedo a la represión planificada de la libertad, miedo al terrorismo de ETA, miedo al yihadismo,

«Vosotros amáis la vida, nosotros amamos la muerte. Por eso venceremos».

Tras el trauma del terrorismo de todos los colores, Madrid se enfrentó a la fractura de la crisis y la mutilación de los derechos que algunos trajeron con ella. Hubo hasta tres huelgas generales y un 15M que venía a nuestras ciudades con un aroma de las Primaveras Árabes. Los recortes siguieron adelante. La recesión fue superada, pero la crisis de las vidas precarias se convirtió en modelo, global y no sólo español, pero modelo al fin.

Crisis en las relaciones internacionales, crisis comerciales por la hegemonía mundial en el gobierno de la cabalgata de las nuevas tecnologías, confrontación de modelos imperiales para el gobierno del planeta. Crisis del coronavirus, que consolida el miedo como mecanismo, forma y manera de interpretar el mundo, como condición ineludible para la toma de decisiones, ya no libres.

Nos golpeó el fundamentalismo islámico y ya nada fue nunca igual tras el 11M. Nos invadió la crisis y convirtió la economía, la convivencia social, la política en todos sus niveles, en un entorno líquido a merced de las mareas, los tsunamis, las tormentas, tempestades y las convulsiones del fondo marino.

España sigue siendo una República de Trabajadores y Madrid sigue siendo el rompeolas de todas las Españas,

«La tierra se desgarra, el cielo truena, tú sonríes con plomo en las entrañas».

Aquel Antonio, el del patio de Sevilla, madrileño de estudios, castellano de vocación, extraño en Baeza, madrileño confeso, convicto republicano, exiliado a las puertas de la muerte, Machado.

Madrid siempre derrotó al miedo, siempre venció a la Muerte, aunque el precio, también aquel 11-M, fue muchas veces impagable, como si

«la resaca de todo lo sufrido se empozara en el alma…»

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