Estoy convencido de que no soy la única persona que cuando escucha una canción con una letra muy especial, trata de imaginar qué estaría pensando el autor o qué experiencia estaría viviendo en ese preciso instante para inspirar semejantes versos musicales. Pues yo imagino que cuando Joaquín Sabina escribió aquel popular Pongamos que hablo de Madrid dibujando el lugar como “allá donde se cruzan los caminos…” podría hallarse, perfectamente, en el lugar donde me encuentro yo en este preciso instante: el bar Antigua Casa Ángel Sierra en plena Plaza del barrio de Chueca.
Esta plaza en particular y todo el barrio en general, resulta un singular cruce de caminos, que representa la esencia de lo que es Madrid en estado puro, es decir, la fusión entre lo antiguo y lo moderno, lo castizo y lo metropolitano… Un crisol de culturas, de gentes que vienen y van, de comercios con encanto y, como no podía ser de otra manera, de bares y tabernas con encanto.
A la Antigua Casa de Ángel Sierra se accede por la calle Gravina número once. Considerado como uno de los lugares más emblemáticos de Madrid, lleva sirviendo vermut desde 1917 y créanme cuando les digo que no es un producto cualquiera, sino un vermut artesano que traen desde Reus. En el propio bar se conserva en barricas de madera y desde allí, a través de un circuito llega hasta el grifo donde el camarero llena vasos sin cesar, especialmente los fines de semana, cuando acuden familias completas a tomar el aperitivo. Por cierto, también tienen grifo de soda y cerveza tostada artesana de Madrid de la marca La Fontana.
Y para acompañar el vermut o una caña bien tirada, podemos deleitarnos con sus conservas de pescado, sus encurtidos, escabeches, montados con productos ibéricos o empanadas, entre las que destaca una empanada gallega elaborada con atún realmente espectacular. Quiero destacar que las conservas también llegan desde Reus, de la conservera La Piedad, todo sabor y calidad.
Pero entrar en la Antigua Casa de Ángel Sierra no implica exclusivamente deleitarse los sentidos del gusto o del olfato, sino disfrutar de la vista que ofrece un local histórico que nos envuelve en recuerdos y experiencias vividas en el pasado. Conserva el techo original pintado como si de un fresco se tratara, a modo de un cuadro gigantesco con imágenes del campo, de la vendimia y algún angelote que lo guarda. La barra de madera también es la original de 1917, todo un tesoro….
Sea cuál sea el punto donde dirijas la mirada, algo despierta tu interés. Distintas fotografías de Madrid antiguas en blanco y negro tapizan las paredes, viejas botellas, carteles publicitarios de varias décadas atrás, barricas y también azulejos pintados con refranes y frases curiosas. De entre todas ellas, me quedo con la que reza: “Los libros no pueden juzgarse por sus tapas, los bares sí”. Estoy completamente de acuerdo.
Termino mi vermut y echo el último vistazo a este establecimiento que, sin duda, es un auténtico museo. Si estas paredes hablaran….