Támesis, Sena o Tíber. Son grandes ríos a la orilla de los cuales han florecido algunas de las ciudades más importantes no sólo de Europa, sino del mundo. No es casual que los grandes núcleos urbanos, sobre todo de interior, se formen en las riberas de cauces fluviales. En Madrid, sin embargo, el Manzanares simplemente estaba ahí. A pesar de que ahora se está intentando revitalizar con Madrid Río, los madrileños siempre le hemos dado un poco la espalda. Aunque eso quizá hubiera cambiado de haber prosperado la (peregrina) idea de hacer este río navegable.
De hecho se planteó en más de una ocasión. La primera vez fue durante el reinado de Felipe II, en el siglo XVI. En plena época dorada de España, cuando desde América llegaban casi cada día barcos cargados de bienes, un ingeniero italiano, Juan Bautista Antonelli, planteó al monarca un proyecto cuya guinda era un puerto a los pies de la Corte. Su plan consistía en ensanchar el Tajo para que los barcos pudieran remontarlo, y a continuación hacer lo mismo con el Jarama… y finalmente con el Manzanares. Tal era el entusiasmo del rey que incluso se iniciaron las obras, pero una serie de dificultades, como el desorbitado coste o las complicaciones técnicas, hicieron que se abandonara el plan.
Dos siglos después, fue a Carlos III a quien le entró el gusanillo de poder tener un embarcadero a la puerta del palacio. De hecho, en esta ocasión las obras fueron mucho más ambiciosas y en 1770 se inició la construcción del primer tramo del ‘Canal del Manzanares’ por iniciativa privada de Pedro Martinengo. Ocho años después, en 1778, ya había ocho esclusas y parecía que había posibilidades de éxito. Nada más lejos de la realidad, ya que sólo un año después el monarca lo compró y le dio la condición de ‘Real’, pero únicamente invirtió en su mantenimiento y en la construcción de una novena esclusa.
Ya en el siglo XIX Fernando VII, nieto de Carlos III, retomó el faraónico plan. Se ejecutaron obras de reparación y se amplió el canal hasta zonas aledañas de Vaciamadrid, cerca del encuentro con el Jarama. Incluso se levantaron varios edificios que formaba parte de las instalaciones. Sin embargo, una vez más, las obras no llegaron hasta el final y sólo se llegó a completar una décima esclusa. Un itinerario, el ya habilitado, que además era difícilmente transitable por los barcos.
Hoy todavía pueden verse algunos de los restos del Canal en el Parque Lineal del Manzanares. Concretamente el complejo de la Casa de la Cuarta Esclusa, catalogado como Bien de Interés Cultural por el Ayuntamiento de Madrid. También son visibles algunas de las esclusas y los puentes del Congosto, Cambroneras y Migueles-Hundimiento.
Pero lo que ya parece imposible es que alguna vez veamos barcos navegando por el centro de Madrid.