Recibo la comunicación de una entidad bancaria. Me cuentan que a partir de tal fecha actualizan el importe mínimo de una nómina domiciliada para acceder a las ventajas de tener una cuenta abierta sin comisiones. Al parecer el mínimo sube unos 250 euros.
Luego me cuentan que la medida no me afecta, que seguiré disfrutando de la exención de las comisiones, pero entienden que esta comunicación puede ser de mi interés. Al principio no entiendo por qué puede ser de mi interés si no me afecta. Pero luego pienso que, si me lo comunican será por algo. Me invitan a preocuparme por el tema.
Me dedico a trastear por internet con este asunto de las comisiones, por si realmente fuera de mi interés. Sobre todo porque el aviso procede de una entidad bancaria que ha recibido cuantiosos fondos públicos para sanear su situación durante la crisis. No es cosa de despreciar las indicaciones de este tipo de bancos.
La crisis comenzó siendo financiera, para convertirse luego en económica, de empleo, social, política y hasta cultural. Una crisis de la que no hemos salido. Puede que vivamos momentos de crecimiento económico, o de nuevas recesiones, pero el estado de crisis permanente, se ha instalado entre nosotros, para quedarse.
El caso es que me entero de que los que tenemos cuentas en los bancos, cualquier banco, estamos pagando las famosas comisiones que nos cobran por tener abierta una cuenta en su entidad. Al parecer pagamos con ellas casi la totalidad de los gastos de personal de la banca. Antes daban algo de dinero, aunque fuera poco, por tener el dinero en sus oficinas. Ahora nos lo cobran.
Al parecer, durante el año pasado, las comisiones sumaron una cuarta parte de los ingresos brutos de los bancos españoles. Con esos ingresos por comisiones se paga la casi totalidad de los salarios de sus empleados, o más de la mitad de sus costes globales de cada año. Con las comisiones arreglan las cuentas, tapan agujeros y siguen dando importantes beneficios cada año. Las comisiones han pasado a convertirse en parte esencial e insustituible del negocio bancario, de sus ingresos totales y de sus beneficios anuales.
Los bancos prestan menos dinero, hay menos hipotecas, que eran esenciales en el negocio bancario y los tipos de interés andan por los suelos. Con recesión, o sin recesión, con crecimiento económico, o no, lo fácil es convertir a los clientes en fuente de ingresos y sustento de los beneficios.
Tan sólo algunos clientes más vinculados a un banco en concreto, ya sea por su nómina, su pensión, haber comprado acciones de la entidad financiera, o por ser menores de 18 años y por lo tanto futuros clientes, pueden aspirar a librarse del pago de comisiones.
En otro lugar me entero de las claves que han hecho que la banca recupere sus beneficios de forma rápida. En primer lugar, no pagar nada a quien tiene el dinero depositado en el banco. Si quieres obtener algún interés por tu dinero tienes que correr ciertos riesgos. El capitalismo y yo somos así, señora. Ellos apuestan en bolsa con tu dinero jugando en fondos de inversión a la medida. La suya, claro.
En segundo lugar, evitar la morosidad, o el riesgo de que se produzcan impagos de créditos hipotecarios. En tercer lugar, recortar los gastos operativos (reducir plantillas, conducir a los clientes al cajero y enseñarles a manejar internet). Veo a todos los empleados dedicados a enseñar a las personas mayores cómo tratar con una máquina, lo que antes trataban con el personal de ventanilla.
En cuarto lugar, dar más créditos, pero en otras condiciones. Antes te ofrecían dinero para comprarte un coche, ahora te ofrecen un coche de alquiler por 300 euros al mes, durante cuatro años. El negocio del renting es redondo entre el vendedor de coches, el banco, aseguradoras y servicios oficiales de mantenimiento.
Y, por supuesto, la medida estrella es el cobro de mayores comisiones por gestionar cualquier movimiento de tu dinero y hasta por dejarlo quieto. Sobre todo por dejarlo quieto. La banca siempre gana. No invierten en innovación, producción de bienes o servicios, pero siempre ganan.
La crisis puede dejar doblada a cualquier familia trabajadora, a cualquier comerciante, o pequeño empresario. Puede dejar arruinado el futuro de generaciones enteras. Pero alguien tiene que seguir a flote para que todo siga funcionando. Para que, aunque todo cambie, todo siga igual.