Los largos días del verano permiten aprovechar al máximo la jornada y hoy, casi al abrigo de los últimos rayos de sol, me dirijo por un empolvado camino de tierra en el término municipal de Quijorna, a una explotación agrícola de 50.000 metros cuadrados, cuyo propietario José Francisco Brunete me aguarda para mostrarme dónde y cómo cultiva algunos de los mejores tomates de Madrid.
Nada menos que 27 especies distintas de tomates se siembran y se recolectan en la finca La Floresta. Concretamente esta misma mañana, José Francisco y su cuadrilla han recogido 100 kilos de este preciado manjar que miman con esmero. No es fácil recordar todos los nombres que ellos manejan con sobrada familiaridad: rosado, morro choto, cherry tigre, sonrosado, moruno rosa, corazón de buey, raf pata negra… No son sus nombres técnicos, pero sí los apodos con que los han bautizado en función de sus características.
El cherry tigre es alargado y su piel roja presenta manchas de color verde que se asemejan a la piel de tigre; el morro choto es redondeado compacto y muy jugoso; el corazón de buey es de un tamaño más que considerable (algunos ejemplares pueden llegar a pesar medio kilo); el moruno rosa es más pequeño y de color rosáceo… Sin duda, todos ellos, un lujo para el olfato, para la vista y, naturalmente, para el gusto.
José Francisco presume de tener la única finca de Madrid que cultiva 27 especies diferentes de tomates, lo que incluye toda la colección de variedades autóctonas de nuestra región, además de otras propias de La Rioja, Valencia y Galicia, entre otros lugares. Los cuida con gran esmero, como si cada uno de ellos fuera una pieza única de coleccionista. Son tomates muy carnosos y con la piel fina, lo que les lleva a ser una auténtica delicia pero, a la vez, son extremadamente delicados, por lo que su producción no se dedica a una amplia comercialización sino a un comercio de proximidad basado fundamentalmente en el suministro a determinados restaurantes.
La finca La Floresta produce tomates prolongando la temporada de recolección, ya que cuenta con tres espacios distintos que solapan la producción. Se trata de una zona de invernadero, otra de semi invernadero y una exterior de calle. Esta circunstancia permite a su propietario recoger tomates desde el mes de mayo hasta noviembre e incluso diciembre. En general, este tipo de explotaciones podrían rentabilizar mucho más su producción si la legislación les permitiera ampliar la zona de invernadero, que actualmente establece como límite de ocupación un 5% del terreno.
No resulta nada fácil sacar adelante una actividad tan trabajosa cuyo resultado está además expuesto a elementos incontrolables por la mano del hombre como la climatología y el temido granizo, o la devastadora merma que provocan los animales, especialmente el conejo que este año campa por millares a sus anchas.
La Floresta cuenta con venta directa al público, permitiendo además que los propios consumidores entren con cuidado al huerto para recolectar sus propias hortalizas y frutas. Berenjenas, berenjenas chinas, berenjenas blancas, melón autóctono, melón azul de Villaconejos (que por cierto está recuperando José Francisco gracias a semillas del IMIDRA), sandías amarillas, fresas, lechugas, maíz, cebollas, piparras, calabazas, patatas, pimientos de Padrón, y un largo etcétera se divisan en la largas hileras verdes de matas que tapizan esta tierra fértil y rica en agua que devuelve con generosidad sus frutos a quienes la trabajan.
Tras el largo paseo, veo desaparecer los últimos rayos de sol por el horizonte mientras comparto con José Francisco y su cuadrilla, una fabulosa cata de tomates trinchados con maestría. Me cuenta que quiere organizar catas para restaurantes y posteriormente centrar su producción en las especies que le soliciten sus clientes. Una iniciativa que alabo, mientras disfruto del intenso sabor de un nuevo gajo de tomate, de esta familia de 27. Huerta de proximidad, el nuevo concepto para quienes quieren disfrutar del verdadero sabor a campo.