Nos adentramos de lleno en el mes de agosto que nos regala alguna reconfortante madrugada algo más fresca y largos días de sol que poco a poco, minuto a minuto, van siendo testigos de la merma de tiempo de la jornada solar. La tierra madrileña ha madurado sus mejores uvas y comienza el tiempo de vendimia. De las primeras en recogerse es la moscatel y, posteriormente se vendimiarán todas las demás cepas que tapizan nuestra Comunidad.
A pesar de que su calidad este año parece ser excelente, la cosecha de uva no ha sido abundante, en general, debido a la falta de lluvias durante el invierno y la primavera. Además, los propietarios de algunos viñedos que he tenido la oportunidad de visitar en la zona de San Martín de la Valdeiglesias y Brunete, han padecido en sus tierras una plaga de conejos que ha arrasado una enorme cantidad de uvas, dejando cosechas mermadas en más de un 70 por ciento, en algunos casos.
Hoy me dirijo a uno de los municipios de la Comunidad de Madrid, con más arraigo en la actividad viticultora y cuyos caldos gozan de gran popularidad: Colmenar de Oreja. Y en esta bella ciudad, declarada Conjunto Histórico Artístico, tengo la oportunidad de visitar las Bodegas y Viñedos Pedro García, de prestigio sin igual en la comarca. Su propietario, Francisco García, pertenece a la tercera generación de una familia dedicada al mundo del vino que en 1931 decidió fundar esta bodega en pleno casco histórico. Tres generaciones han sabido dejar su huella tanto en los viñedos como en la bodega, fusionando con maestría el método más artesanal de elaborar vinos con la tecnología más moderna.
Conscientes de que solo la mejor uva produce el mejor vino, se afanan en mimar con auténtico esmero el cultivo de las más de 50 hectáreas de viñedos de distintas variedades, que poseen en el término municipal de Colmenar de Oreja. Para los vinos blancos producen uva malvar, airén y moscatel grano nenudo. Suelen destinarse a vinos de aperitivo, espumosos y dulces para postres. En los tintos destacan las uvas merlot, tempranillo, cabernet sauvignon y syrah. En la gama de los tintos cubren el espectro “Romera” joven, “Romera” roble, “Isla de San Pedro” crianza e “Isla de San Pedro Barrica Selección” reserva.
La bodega se divide en dos partes, una tradicional y otra moderna, y cada en cada una de ellas se produce el vino de forma distinta. La zona tradicional contiene antiguas tinajas de barro y de hormigón y la parte moderna, cubas de acero inoxidable con capacidad de 15.000 litros para los caldos tintos y de 12.000 litros para los blancos. La capacidad total de la bodega es de 500.000 litros, aunque la media de producción de uva viene siendo unos 350.000 kilos de uva que se transforman en unas 100.000 botellas. Además, venden vino a otras bodegas.
En Bodegas Pedro García realizan todo el proceso, desde la viña a la botella, porque ellos mismos embotellan su producción y la venden directamente al público. Disponen de una amplia sala donde se exponen decenas de barricas que se cambian cada tres vinos, lo que viene a ser unos cuatro o cinco años, y en la que se puede disfrutar de alguna cata que organiza la propia bodega.
Pero este lugar envuelto en aromas y sabores de vino y uva, esconde un lugar absolutamente mágico y cargado de historia, ya que está asentado sobre unas cuevas excavadas en roca que guarecen unas antiguas bodegas. Se hallaban ocultas por una casa construida con posterioridad. Actualmente, Francisco García, está trabajando en la recuperación de este espacio subterráneo, extrayendo tierra y escombros para devolverlas con creces su belleza y convertirlas en un lugar de visita para turistas, curiosos y apasionados del vino, que deseen perderse en el tiempo mientras degustan sus magníficos vinos que suman calidad y prestigio a la Denominación de Origen Vinos de Madrid.
Francisco García se prepara para la vendimia a mediados de agosto de la uva moscatel, a la que le seguirá la malvar y, en septiembre, la tempranillo y todas las demás. Yo, mientras, me preparo para disfrutar de una copa de su excelente vino blanco seco, resguardado del calor exterior, entre antiguas tinajas de barro y cuevas para perderse en el tiempo, empapándome de la poesía que guarda el misterio de sus sabores.