Ahora que entramos en los meses decisivos para tomar nuestra decisión con respecto qué representantes políticos elegir, desde el Ayuntamiento hasta el Parlamento Europeo, florecen cada día y casi a cada hora diferentes encuestas que tratan de pronosticar el futuro color político de cada circunscripción. No es discutible lo valiosas que son para llenar hojas, vestir tertulias y abrir informativos, pero ¿para qué sirven realmente las encuestas y los sondeos electorales?
Elecciones autonómicas en Andalucía en diciembre de 2018. El CIS pronostica una clara victoria del PSOE con entre 47 y 54 escaños y una presencia casi simbólica de VOX con un único escaño. El resultado es por todos conocido: 33 escaños para Susana Díaz (que aún así fue la más votada, pero se quedó sin la presidencia) y 12 para la formación de Santi Abascal. Un año antes, en Catalunya, la última encuesta hecha pública antes de ir a las urnas el 21D daba a JxCAT 25 escaños, muy lejos de los 34 que finalmente obtuvieron y que les sirvieron para quedar incluso por delante de Esquerra.
Son sólo dos ejemplos de las enormes diferencias que se vienen produciendo entre la intención de voto y los resultados reales en los diferentes procesos electorales en nuestro país. No se pueden llamar errores puesto que no dejan de ser las respuestas a una serie de preguntas a una pequeña parte de la población sin ningún tipo de validez, pero no deja de llamar la atención la importancia que se le sigue dando actualmente a este tipo de predicciones.
Les vale, eso sí, a muchos políticos, para sacar pecho y decir “lo bien que nos va a ir si se cumple lo que dicen los sondeos”, cuando es muy probable que el efecto sea justo el contrario. El más reciente “macrosondeo” del CIS en clave Elecciones Generales da al PSOE ¡entre 123 y 138 escaños!, acercándose incluso a posibilidades de pacto alejadas de opciones poco atractivas para sus votantes como lo son los protagonistas del procés. ¿Nadie se ha parado a pensar que esta previsión pone en alerta a los votantes de “las derechas” para evitar este resultado? ¿No es posible que haya votantes socialistas que decidan no ir ese día a su colegio electoral dando por hecho la victoria de su partido?
Son preguntas casi retóricas que difícilmente encontrarán contestación, pero que sí abren otros interrogantes que quizá sería conveniente empezar a plantearse seriamente. ¿Merece la pena gastarse casi 300.000 euros en hacer miles de entrevistas para conocer unas opiniones que son eso, opiniones? ¿Son los sondeos un instrumento sesgado pensado para influir en la decisión de voto de los electores? Suena rebuscado y casi “conspiranoico”, pero si el 28 de abril Pedro Sánchez se queda en 80 escaños, cada vez dejará de ser menos casualiadad.